Las puertas se abren con un sonido que recuerda a las de una sala del trono. El interior hace pensar en la Biblioteca de Alejandría, si esta no hubiese ardido; o quizás en la Biblioteca de Borges, pues incontables estantes llenos de libros se extienden en todas direcciones. Uno podría perderse aquí muy fácilmente. Sentado junto a un acogedor fuego en lo que, a falta de un mejor termino, parece ser el centro de la estancia; está don Lucius.
—Muy buenas. Bienvenido a mi santuario. Toma asiento y relájate. Dime, ¿Qué te trae por aquí?
—Muy buenas. Bienvenido a mi santuario. Toma asiento y relájate. Dime, ¿Qué te trae por aquí?
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