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  1. Aburrido, era la única palabra que le venía a la mente al pensar en su día de trabajo. El mismo tedioso trabajo día tras día sin contar las ocasionales insinuaciones de su jefe, lo detestaba pero la paga era buena, y el tipo jamás se atrevía a nada, solo palabras. Se miró al espejo en el baño de mujeres, sus azules ojos tenían obscuras ojeras que maquilló un poco. Se ató en una cola de caballo su cabello castaño y se quitó el gafete con su nombre “Laura”. Salió del lugar hasta llegar al estacionamiento donde solo las luces de los postes evitaban que el lugar estuviera en completa obscuridad.

    Se detuvo de golpe.

    — ¿Qué?

    De reojo logró ver algo parecido a una sombra que se movía bajo uno de los autos, miro hacia el lugar y no vio nada fuera de lo normal.

    —Debió ser mi imaginación… muchas personas dicen ver cosas por el rabillo del ojo.

    Continúo caminando y llegó hasta su auto al cual entró y lo encendió. Por alguna razón no podía quitarse esa sensación de inseguridad, así que miró una vez más alrededor y de nuevo, no miró nada fuera de lo común.

    Arrancó el auto y salió del estacionamiento hacia la calle donde pocos autos se encontraban circulando a esas altas horas de la noche, se detuvo en un alto y de nuevo la vio, pero esta vez estaba segura de que era real, la sombras se deslizo sobre la señal de alto y abrió unos brillantes ojos verdes.

    Laura asustada acelero a fondo mientras respiraba agitadamente, y el susto fue mayor cuando en el siguiente cruce no se detuvo y casi impacta con otro auto que hizo sonar la bocina con furia. Giró el volante y voló sobre la banqueta, estrellándose contra un contenedor de basura donde se detuvo, pero no antes de golpear su cabeza contra el volante.

    Su vista se obscurecía pero aun así vio como la sombra subía por el cofre directo hacia ella, pero no logró ver más, ya que perdió la conciencia.

    Se despertó de golpe con la respiración agitada y ojos abiertos de par en par mirando en todas direcciones sin encontrar ninguna señal. Esta vez se puso el cinturón y arrancó. Por el camino se tocó la cabeza que la estaba matando del dolor, notando que no solo tenía una hinchazón en la frente, sino dos pequeños agujeros que le dolían como el demonio.

    No sabía cómo se los había hecho, pero no tenía mucha importancia, lo único que importaba era llegar a su hogar.

    El resto del camino fue tranquilo, sin ninguna señal de la extraña sombra que la persiguió. Estaciono el auto en su cochera y entró a la casa, donde viendo la tele sentado en el sofá se encontraba su marido.

    — ¿Eduardo?, veo que saliste un par de horas antes.

    —Hola cariño, ¿Cómo te fue?

    —Creerás que estoy loca, pero una sombra me persiguió… estaba muy asustada y choque el coche… necesito descansar —fue a la cocina y se sirvió una copa con vino blanco—. Incluso tengo un chichón en la frente

    — ¿Qué hay de cenar? —preguntó Eduardo.

    La mujer bebió de golpe el vino y se molestó ante la pregunta de su marido.

    —Acabo de decirte que tuve una maldita noche horrible, ¿y solo piensas en cenar?

    —Hola cariño, ¿Cómo te fue? —preguntó una vez más.

    — ¿Qué no me escuchaste la primera vez? —Regresó a la sala—. ¿O solo bebiste de nuevo?

    — ¿Qué hay de cenar? —preguntó insistente al levantarse del sofá y mirar de frente a su mujer.

    Laura dejo escapar un gritó, los ojos de Eduardo eran verdes y brillosos, eran los mismo de la sombra.

    — ¿Eduardo? —comenzó a retroceder.

    — ¿Qué hay de cenar? —dio unos pasos hacia Laura.

    La espalda de la mujer choco contra la pared, mientras Eduardo levantaba el puño y la atacó, pero Laura se agachó y el puño del hombre golpeó la pared, lo cual aprovecho y paso por un lado de él corriendo hacia la puerta, cosa que resultó inútil cuando una silla la golpeo en la espalda, pasando de largo la puerta y golpeando contra el sofá.

    Una vez más Eduardo levanto una silla y se la arrojo, la cual esquivo por poco y esta destrozó el televisor.

    Laura miro a su alrededor, no comprendía lo que pasaba, solo estaba segura de dos cosas, ese no era su marido, y tenía que escapar. La salida principal ya no era una opción ya que su “marido” se encontraba parado frente a ella con una sonrisa, la puerta trasera no le serviría de nada, ya que el patio de atrás tenía un muro de casi tres metros, así que usó la única opción que tenía: uso las escaleras para subir al segundo piso.

    Eduardo simplemente observó cómo escapaba, dejando salir una leve carcajada. Pero no era la misma voz, si no la voz de una mujer.

    Laura corrió por el pasillo y se encerró en su habitación, donde tomó de la cabecera de la cama unas tijeras.

    Metió su mano en el bolsillo de la camisa buscando su celular, pero no encontró nada.

    — ¡Maldita sea!, debió caerse cuando me golpeo la silla… tengo que salir de aquí, o al menos aguantar hasta que el verdadero Eduardo llegue.

    La puerta de la habitación se tambaleo mientras del otro lado trataban de girar el pomo con gran fuerza, por lo cual Laura se alejó lo más que pudo de ella, no tenía donde esconderse si la puerta cedía, solo el closet y bajo la cama, pero esas eran los lugares más estúpidos para esconderse, así que solo se limitó a pararse con la espalda pegada a la ventana, por la cual no podría salir gracias a los barrotes que la protegían de cualquier robo. Un fuerte golpe se escuchó en la puerta y vio casi en cámara lenta como el pomo se caía de la misma.

    Todo quedo en silencio mientras la puerta se abría despacio dejando ver a Eduardo cuyos ojos Laura no podía dejar de ver.

    — ¿Qué quieres? —gritó Laura con desesperación.

    No obtuvo respuesta, solo provoco que el hombre se le acercara, pero ella no estaba dispuesta a dejar que algo le sucediera, así que levanto las tijeras y le atravesó la garganta dejándolas dentro. Eduardo retrocedió casi hasta la puerta mientras un chorro de sangre salpicaba el suelo.

    El tipo miro a su derecha encontrándose con un espejo de cuerpo completo, donde no se reflejaba su figura, sino la de alguien más. Se trataba de una mujer joven de largo cabello negro, ojos verdes brillantes y una boca llena de colmillos, cuyas ropas consistían en una botas militares color negro, un elegante pantalón rojo con extraños bordados negros que no parecían estar colocados al azar, una blusa negra con cuello rojo y un sombrero de coma negro adornado con un moño azul.

    Laura también lo vio, y la figura de Eduardo comenzó a distorsionarse hasta convertirse en esa mujer que sonreía mostrando los colmillos mientras se arrancaba las tijeras del cuerpo.

    Laura quedo muda y temblando ante lo que veía, pero logro hablar para hacer una pregunta.

    — ¿Qué demonios eres?

    — ¿Qué demonios eres? —La imitó con su misma voz mientras se le acercaba

    Laura se alteró aún más, esa cosa había usado su misma voz de alguna forma. En vez de seguir inmóvil, saltó a la cama para tratar de escapar, pero la joven pateo el colchón haciendo que Laura cayera al suelo, donde fue sujetada del cuello con una sola mano y levantada por el aire mientras pataleaba y se asfixiaba. Lo cual no duro mucho, ya que fue arrojada contra el espejo que se hizo pedazos y algunos vidrios la cortaron en el brazo al caer.

    Antes de cualquier otra cosa, la joven pateó justo en las costillas a Laura provocando un crujido de estas, para después sujetarla del cabello y arrastrarle la cara por los vidrios.

    Al darle la vuelta, el rostro de Laura estaba completamente enrojecido por la sangre que brotaba de sus cortadas, en especial por la mejilla derecha, que había sido completamente atravesada por un vidrio que aún se encontraba ahí.

    Laura comenzó a llorar y a gritar de dolor, pero eso solo trajo como consecuencia que su atacante tomara un puñado de vidrios pequeños y se los metiera a la boca, obligándola con una mano a cerrarla y con la otra le daba puñetazos en la barbilla.

    Los golpes no pararon hasta que la sangre comenzó a brotar en gran medida entre los dedos de la mano que le sostenía la boca. Laura aún se encontraba consciente cuando la joven la soltó solo para levantar el vidrio más grande y dejárselo caer justo en el vientre que fue atravesado con facilidad, Laura dio un grito ahogad que salpico de sangre a su agresora, la cual se limitó a sonreír mientras metía su mano por la herida, sacándola acompañada del intestino de la pobre Laura.

    La joven paro un momento y se le acercó al rostro mirándola directo a los ojos, para después abrir la boca y sacar la lengua dejando ver que esta se encontraba partida en dos como si de una serpiente se tratara. Lamió la nariz y continúo por el ojo hasta detenerse exactamente donde Laura tenía esos pequeños agujeros. La cada punta de la lengua entro por uno eh hizo más grande las pequeñas heridas, perforando el hueso y tocando la materia gris. Pero se detuvo de nuevo y quito la lengua regresando a ver a los ojos a Laura.

    La joven sonrió de nuevo y dejo salir unas palabras usando la voz de Laura.

    —Soy… Black…

    Comenzó a reír y le mordió el rostro arrancándole la nariz y parte de la dentadura, para después utilizar sus manos para arrancar partes del cráneo y finalmente dio varios puñetazos al cerebro que se esparció por el suelo, todo ello sin dejar de carcajearse.



    Pasaron un par de horas cuando la puerta de enfrente se abrió, se trataba de Eduardo que había llegado del trabajo.

    —Hola cariño, ¿Cómo te fue? —se escuchó la voz de Laura desde la cocina.

    —Bastante bien para variar —Miró que el televisor no estaba— ¿Qué pasó con el televisor?

    —La Cena esta lista —habló de nuevo desde la cocina.

    —… Bien, parece que no quieres hablar de eso.

    Eduardo se sentó a la mesa notando que la silla que eligió estaba un poco floja.

    —Parece que necesitamos un nuevo comedor.

    Se escucharon los pasos que provenían de la cocina, pero antes de que Eduardo dijera otra cosa, el plato de comida fue puesto ante él.

    Un plato lleno de carne sanguinolenta y un ojo azul que parecía observarlo.

    Eduardo no pudo evitar asustarse y levantó la mirada, encontrándose con Laura cuyos ojos brillaban de color verde y su boca dejaba ver unos afilados dientes mientras reía con fuerza.
  2. Blood La Araña

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    La vieja puerta de vidrio sucio se abrió con un rechinido, dejando entrar a dos hombres que la cerraron tras de sí.

    —Insisto que esta es una mala idea Gerald —habló el tipo fornido.

    —Eres un cobarde Vlad —respondió el sujeto delgado con barba—. No se dé qué demonios te sirven esos músculos.

    Habían entrado al viejo hospital abandonado para demostrar su valentía en una prueba de valor impuesta por sus amigos, la cual consistía en sacar uno de los bisturíes de ese hospital.

    Frente a ellos se encontraba la recepción llena de polvo y basura con el tablón eléctrico de anuncios parpadeando y mostrando solo símbolos que demostraban que estaba dañado.

    —Me sorprende que aun tenga electricidad —dijo Gerald al mirar los pasillos con lámparas parpadeantes.

    — ¿A dónde iremos?

    —Veamos… —caminó hasta la pared donde se encontraba un viejo mapa del hospital, el cual tuvo que limpiar con la mano—. Aquí —señaló con el dedo un cuadro azul que decía almacén de cirugía.

    —No me gusta, es en la segunda planta.

    —Si fuera por ti, ni siquiera hubiéramos entrado —comenzó a caminar en dirección al ascensor.

    —Pero Gerald, pudimos comprar uno en vez de entrar.

    —Este hospital marcaba sus herramientas con su nombre y un número de serie, no podemos simplemente comprarlo.

    — ¿Pero si aparece uno de esos fantasmas de los cuales hablan?

    —Patrañas.

    Vlad lo siguió de cerca y se detuvieron frente a los botones, donde Gerald oprimió uno para llamar al ascensor.

    —Sabes que eso no funcionara ¿verdad?

    —Solo es curiosidad

    Se escuchó como el viejo engranaje comenzó a funcionar con chirridos y marcha forzada, hasta que un fuerte sonido metálico se escuchó al tiempo que un fuerte golpe dobló la puerta del ascensor y una densa nube de polvo se levantó.

    — ¡Maldita sea! —Gruñó Gerald—. ¡Rápido, por las escaleras!

    Ambos se apresuraron a subir con rapidez los escalones hasta llegar a la segunda planta donde pararon un momento para recuperar el aliento.

    — ¡Eso fue estúpido Gerald!

    —Lo sé, pero ya no importa, ahora tendremos una historia graciosa que contar.

    —Sí, muy graciosa…

    Se alejaron de la escalera y con cada paso que daban se alejaban más de la tenue luz del sol que alcanzaba a verse a los pies de los primeros escalones, dejándoles solo la empobrecida iluminación, ya que se habían adentrado a un pasillo sin ninguna ventana. No estaban seguros como un lugar con más de cincuenta años clausurado aun contaba con electricidad, pero estaban agradecidos por ello.

    Luego de unos minutos, Gerald se detuvo ante una puerta que tenía con letras desgastadas un anuncio que decía “Equipo de cirugía”.

    —Aquí debe ser —empujó la puerta que se abrió con un rechinido y una tenue nube de polvo.

    Al entrar se encontraron con un gran estante al fondo, varias sillas por el suelo llenas de telarañas y una mesa metálica.

    —Debe de estar ahí —señaló el estante.

    Gerald caminó directo al estante mientras Vlad apenas y se movió dentro de la habitación.

    El hombre de barca estaba a pocos pasos del estante, pero se detuvo en seco al escuchar una risa infantil.

    — ¿Qué demonios?

    — ¡Te dije que este lugar estaba maldito!

    Desde una esquina vieron una figura obscura que se les abalanzó mientras reía, por lo cual Gerald rápidamente levantó una silla y la quebró sobre su atacante, provocando un profundo llanto.

    Al verlo con cuidado se dio cuenta que la cosa negra era una niña de no más de doce años, vestida con una camisa negra y pantalón del mismo color adornados con toques morados, quien por el golpe estaba boca abajo llorando mientras su cabeza sangraba, además de un pequeño sombrero lila y redondo a su lado manchado de sangre.

    — ¡Lo siento pequeña! —habló asustado para luego caminar hacia ella.

    — ¡NO TE ACERQUES! —Gritó entre llantos—. ¡Eres un hombre malo!

    Vlad se acercó un poco.

    — ¿Dónde está tu mamá?

    — ¿Mami?, ella está en las estrellas —estiró el brazo y sujetó el sombrero.

    — ¿Entonces estás sola?, ¿No tienes a nadie?

    —Mis hermanas me cuidan, y Black me dijo que hacer si me encontraba con hombres malos…

    Vlad se le arrodillo a su lado.

    —No somos malos, todo fue un accidente y…

    Vlad cambio las palabras por un profundo grito de dolor, cuando la pequeña levanto la cabeza y mordió su mano que entró por completo en la boca llena de colmillos, desgarrándola desde la muñeca, arrancándola desde el hueso.

    El hombre cayó de espaldas sujetando solo los despojos de mano mientras se arrastraba hacia atrás tratando de alejarse.

    — ¡ES UN MALDITO MONSTRUO!

    Vlad escuchó claramente el crujido de sus huesos cuando la pequeña masticó y tragó.

    —No soy un monstruo, soy Blood —sonrió con su boca llena de colmillos ensangrentados y ojos grises brillantes.

    Gerald aterrado se echó a correr pero justo en el umbral de la puerta no pudo avanzar más, su cuerpo había sido atrapado por unos gruesos hilos rojos de araña que le impedían moverse, quedando atrapado dándole la espalda a su amigo y a la pequeña.

    — ¡NO QUIERO MORIR! —gritó desesperado mientras luchaba por liberarse, solo logrando enredarse más.

    Blood dio unos pasos hacia Vlad, pero el hombre no se quedó quieto a pesar de su herida, en vez de ello pateó a la pequeña en el rostro mandándola al suelo.

    —Eres malo… —dijo una vez más antes de rodar por el suelo y meterse bajo la mesa metálica dejándola en completa obscuridad.

    Vlad se levantó a como pudo a pesar del mareo que sentía, pero no dio ni un solo paso cuando la mesa se sacudió. En la obscuridad que se encontraba bajo ella, diez ojos brillantes y rojizos lo observaban. La mesa se tambaleo de nuevo y uno de los ojos cayó al suelo desmoronándose en varias arañas rojos que salieron disparadas a todas direcciones. De cada lado de los ojos salieron dos gruesas y largas patas de araña que se extendieron hasta que cada una atravesó por las rodillas a Vlad, quien intentaba correr en dirección a la puerta, derribándolo y comenzando a jalarlo boca abajo hacia el obscuro interior de la mesa.

    — ¡SUÉLTAME MALDITA COSA! —gritó con desesperación mientras trataba de aferrarse de algo.

    Blood se tomaba las cosas con calma jalándolo lentamente mientras su risa se escuchaba de una forma distorsionada y grotesca.

    — ¿¡Qué demonios pasa Vlad!? —Preguntó casi al borde de un infarto por el miedo que sentía—. ¡Por favor respondeme! —exclamó al solo obtener gritos como respuesta.

    Por la desesperación, Gerald intentó sujetarse del suelo con sus uñas, solo logrando que estas se levantaran del dedo provocando aún más dolor de lo que sentía. Sus pies fueron los primeros en entrar bajo la mesa al mismo tiempo que la risa de la “pequeña” enmudeció, solo para ser reemplazada por un sonido que Vlad había tenido la desgracia de conocer hace pocos minutos; el sonido de sus huesos al ser masticados.

    El hombre gritó de forma penetrante con todas sus fuerzas al sentir como sus pies eran masticados. El indescriptible dolor comenzó a subir, esta vez sus rodillas se habían convertido en huesos rotos y carne molida, seguidas de inmediato por sus muslos y partes nobles.

    Por su parte, Gerald había perdido el conocimiento quedando inmóvil en la telaraña roja.

    Blood paró de comer un momento y dejó que el hombre se arrastrara hacia fuera de la mesa, dejando ver que solo la mitad de él quedaba, mientras sus intestinos expuestos chorreaban sangre dejando un rastro carmesí tras ellos.

    La niña se dejó ver de nuevo al salir de la mesa, pero de niña ya no tenía nada, ya que lo que salió fue una enorme araña que encajó sus colmillos en la nuca de Vlad cuyos ojos se giraron hacia arriba hasta quedar en blanco, con una boca completamente abierta y babeante, cuya garganta solo dejaba salir un ahogado sonido de dolor.

    Los colmillos salieron arrastrando consigo el cuero cabelludo, trozos del cráneo y partes del cerebro matando a su víctima. La araña miró a Gerald y carcajeó por unos momentos para luego continuar comiéndose a Vlad.



    Gerald se despertó en otra habitación con la puerta cerrada, se encontraba acostado en el suelo con un fuerte dolor de cabeza y su cuerpo ardiendo en fiebre.

    — ¡Vlad! —se sentó de golpe llamando a su amigo que no respondió

    Miro a su alrededor con su vista un poco borrosa, pero distinguió a una figura cerca de él, sentada en una silla mirándolo de frente.

    — ¿Vlad?

    —No, Blood.

    Gerald soltó un leve gritó y se arrastró de espaldas hasta chocar contra la pared.

    — ¿Dónde está Vlad? —preguntó con voz temblorosa.

    — ¿Él hombre malo?, está aquí —señaló su estómago.

    —No, no, no… esto no puede estar pasando.

    De golpe sintió dentro de sí cientos de dolores punzantes que hicieron que se retorciera en el piso, para después arrodillarse y vomitar, que para su sorpresa, había expulsado una bola de saliva y arañas rojas que corrieron bajo los muebles a esconderse.

    —Deberías alegrarte, te escogí como casita para los bebes de mis amigas.

    La piel del pobre hombre comenzó a desgarrarse dejando salir centenares de arañas en una lluvia de dolor, podía sentir como era devorado y rasgado desde dentro por los pequeños arácnidos recién nacidos que buscaban una salida al nuevo mundo al cual habían llegado, mientras Blood comenzaba a cantar una canción de cuna para sus nuevas amigas que subían por su cuerpo hasta encima de su sombrero.

    Las últimas arañas se abrieron paso a través del ojo que salió y quedo colgando con los nervios oculares, dejando a Vlad convulsionando en su último aliento.

    La puerta se abrió.

    — ¡Candy! —exclamó Blood con alegría para después correr hacia ella abrazándola—. ¡Mira! ¡Mira lo que hice!

    —Un nuevo nido —dijo mirando el cadáver de Gerald—. Felicidades, tendrás amigos nuevos.

    —Ya los tengo —señaló su sombrero.

    —Ya veo, ¿Qué tal si lo celebramos con esto? —abrió el frasco que traía consigo—. Es tu favorito, carne con trozos de huesos, apenas ayer conseguí carne fresca.

    —Mi pancita ya está llena, me comí a uno de los hombres malos que me golpearon —levantó su sombrero dejando ver la herida que Gerald le hizo.

    —Necesito curar eso.

    —Candy… ¿Dónde están las demás?

    —Blade y Black salieron por un rato, y Death probablemente en la sexta planta mirando a Red trabajar.

    —Extraño a mi mami —hundió su cara en la ropa de Candy.

    —Ella regresara pronto, pero no tienes de que preocuparte, tus hermanas te cuidaran.
  3. Según leí las reglas, no puedo subir una historia de esta naturaleza directamente en los foros, así que se las dejo aquí para los amantes de la violencia. no menores de edad.
    (si hay algun problema con que la suba al blog, me avisan)

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    Candy la sádica.


    Abrió los ojos encontrándose en una habitación de paredes grises y con oxido, con varios estantes llenos de frascos con cosas que no alcanzaba a distinguir.

    Intento moverse, pero las correas de sus brazos y piernas se lo impidieron.

    — ¿Dónde demonios estoy? —dijo Sergio.

    La puerta a sus pies se abrió, dejando ver a Olivia atada en una camilla de la misma forma que él, pero amordazada.

    — ¡Olivia!, ¿Qué le has…?

    Su voz se extinguió y la sangre se le fue a los pies al ver a la persona que empujaba la camilla.

    —Tiene que ser una broma, no puedes ser tú…

    Por más que él lo deseara y rogara, no cambiaría el hecho de que esa mujer de vestido rosa y costuras por todo su cuerpo los había atrapado.

    La mujer colocó a Olivia frente a frente con Sergio y levanto la parte delantera de ambas dejándolos semi sentados.

    —Debieron ser más listos y escapar cuando tuvieron oportunidad, o al menos dejar que Blood se los comiera, eso sería mucho menos doloroso.

    —Por favor, déjanos ir y hare todo lo que quieras, por favor Candy.

    —Por eso no te preocupes, por supuesto que harán realidad todos mis deseos con sus cuerpos lo quieran o no.

    Candy fue hasta la pared y tomó un maletín que colgaba de un clavo, que coloco sobre una mesita con ruedas que jalo hasta un lado de Olivia.

    —Hace tiempo que no tenía a nadie como ustedes, ambos apestan a lujuriá.

    —Eso es una tontería.

    — ¿En serio? —Tomo un bisturí y rasgó la blusa y el sostén dejándole los pechos expuestos—. Sé que quieres tomarlos y acariciarlos.

    Sergio desvió la mirada.

    —Eres una loca.

    —Pronto descubrirás que tanto me apego a esa palabra —comenzó a masajearle un pecho—. Hace tiempo que no tenía a una mujer, por lo general son más listas y no se atreven a entrar.

    Le mordió el pezón con fuerza mientras Olivia gemía por la mordaza, pero el gemido se convirtió rápidamente en un gritó ahogado cuando el pezón se desprendió dejando un delgado hilo de sangre desde el pecho hasta la boca de Candy, quien escupió el pezón al piso.

    — ¡MALDITO MONSTRUO, DÉJALA EN PAZ!

    —Exacto —sonrió—. No estoy loca, soy un monstruo que ama torturar hasta la muerte.

    Con un rápido movimiento clavo el bisturí en el ojo derecho de Olivia atravesándolo en una explosión de sangre y líquido amarillo mientras la joven se retorcía y sus músculos se contraían por el inmenso dolor, pero no fue todo, Candy comenzó a retorcer el bisturí dentro de lo que quedaba del ojo hasta que perdió la conciencia.

    — ¡Por favor ya déjala! —dijo Sergio en llanto.

    —Creí que aguantarías un poco más, las mujeres por lo general resisten más el dolor —habló ignorando a Sergio para después estirar el brazo y tomar un frasco con un líquido azul, que hizo que Olivia se tragara—. Aún es temprano para dormir.

    Olivia recupero la conciencia de golpe y muy agitada.

    — ¡Voy a soltarme y a matarte maldita perra! —gritó Sergio.

    Candy suspiro con un rostro de molestia y metió la mano en el maletín.

    —Adoro escuchar gritos, gemidos y amenazas, pero tu voz está siendo una molestia.

    Con rapidez saco un pequeño martillo de hierro que impacto en la boca de Sergio, reventándole los labios y partiendo todos los dientes frontales cuyos pedazos salieron disparados en una lluvia de sangre. El golpe además lo mareo un poco y estuvo a punto de perder el conocimiento pero se mantuvo despierto solo para seguir sintiendo ese insoportable dolor.

    —Perdón —habló con sarcasmo—. Solo quería darte un leve golpecito para advertirte que guardaras silencio, pero la tonta de mi te pego muy fuerte, así que déjame compensarlo —sacó de su maleta una mordaza metaliza que tenía algunos engranes y una perilla—. Limpiare tu boca.

    Sin ninguna resistencia, Candy le puso la mordaza a Sergio y giro la perilla con rapidez obligando al hombre a abrir la boca en medio de quejidos, además de sujetarle la cabeza con una correa que pasaba por su frente y así evitar un nuevo accidente.

    —Veamos —metió su mano en la boca sacando los pedazos sueltos—. Pero mira estos dientes agrietados y rotos.

    Sujeto uno de los dientes frontales y comenzó a jalarlo mientras Sergio apretaba los puños y se agitaba con violencia en respuesta al dolor. El diente se desprendió, pero los nervios sujetos a él no lo hicieron.

    —Que molestia con estos hilos de carne —de un tirón los rompió, así sacando el primer diente—. Uno menos.

    Candy se tomó su tiempo para retirar el resto de los dientes rotos, mirando de vez en cuando a Olivia que parecía no inmutarse con su mirada perdida, cosa que le molestaba a su torturadora.

    —Tengo malas noticias Sergio, las muelas no recibieron daño, pero no es simétrico, así que tendré que fracturarlas para sacarlas.

    Esta vez sacó un largo clavo y sujetó de nuevo el martillo. Coloco la punta del clavo justo en la muela del juicio y golpeo con fuerza despedazando el molar y atravesando parte del hueso de la mandíbula. Al intentar romper la segunda muela, el clavo se resbalo provocando que saliera por la mejilla.

    —Lo siento, un pequeño incidente.

    Sergio cada vez gritaba menos, ya ni siquiera le quedaba energía para ello.

    Al terminar de extraer las muelas le beso la frente.

    —Listo, una boca limpia es una boca feliz —Se dio la vuelta y se paró junto a Olivia—. Pero que decepción —dijo al darse cuenta que había fallecido—. Y yo que le traje un regalo.

    Candy dejo caer los pedazos de los dientes y muelas de Sergio en la cuenca sangrante de Olivia.

    —No dejare que esto pase de nuevo, no puedo permitir que esto acabe rápido.

    Camino por los estantes hasta encontrar una jeringa que metió y lleno en uno de los frascos cuyo interior brillaba en naranja, para después inyectárselo a Sergio quien reaccionó de inmediato volviendo en sí y completamente despierto.

    —Así no perderás detalle, esa droga impedirá que te desmalles.

    Candy sacó un serrucho con el cual comenzó a cortar el brazo de Olivia desde el hombro, mientras Sergio estaba seguro que perdería la cordura en cualquier momento.

    Al terminar de cortar, arrojo el miembro cercenado sobre el vientre del sujeto y guardo el serrucho.

    —voy a cumplir tu deseó lujurioso de ser uno con la chica, pero me aburrí de serruchar.

    Levanto el martillo y lo dejo caer con todas sus fuerzas sobre el hombro de Sergio que por fin grito de nuevo para placer de Candy, quien continuo golpeando mientras se escuchaba claramente como el hueso se astillaba y la carne se molía. Cuando noto que el brazo estaba por ceder, lo sujetó de la mano y lo halo arrancándolo lentamente, hipnotizada al ver y escuchar las tiras de carne desprendiéndose.

    Lanzo el brazo al suelo y de la maleta saco una gran aguja eh hilo de pesca.

    —Lo siento, pero se me agoto el normal cuando lo use con la niña.

    Acomodo lo mejor que pudo el brazo de Olivia en el cuerpo de Sergio y atravesó la piel con la aguja comenzando a coser sin ningún cuidado, terminando con un nudo de mariposa.

    —Te vez pálido y estas algo frio, no me extraña, debes estar cerca de morir desangrado, así que haremos esto rápido o morirás virgen.

    Sin perder el tiempo encendió un viejo radio que sintonizo la canción de Ave María.

    —Mi favorita.

    Sacó un gran cuchillo y bajo tanto los pantalones como la ropa interior de la difunta mujer, pero las correas le estorbaron, así que las soltó y le abrió las piernas enterrando el cuchillo justo en los labios vaginales y empezó a cortar. El corte no era perfecto por las prisas, pero logro sacar gran parte de la vagina.

    Esta vez bajo los pantalones de Sergio exponiéndolo y empezando a frotar los trozos de la vagina en el pene.

    — ¿Qué pasa?, ¿Acaso no te excita por fin tener lo que querías? —Preguntó al ver que no había erección—. No debes tener suficiente sangre…

    Levanto de nuevo el cuchillo y esta vez cortó uno de los pechos de la mujer y lo puso junto al rostro de Sergio.

    —Pude oler envidia cuando le mordí el pezón, así que te daré una probada, pero antes de eso, no puedes ser el único con un órgano sexual intacto.

    Metió todo el cuchillo por el glande y cortó todo a su paso hasta sacarlo por el vientre, y antes de que el pobre hombre diera su último suspiro, Candy le arranco la mordaza desprendiéndole la mandíbula y de inmediato le metió el pecho en la boca y se paró sobre la camilla.

    —Literalmente voy a hacer que lo pruebes.

    Comenzó a patearle lo que quedaba de la boca intentando hacer que se tragara el pecho.

    — ¡Entra maldita sea!

    Finalmente Sergio murió y solo medio pecho logro entrar a su garganta mientras Candy reía y respiraba hondo.

    —Ahora solo me queda desprender la carne de los huesos y guardarla, aunque la mujer será la cena de Blood y a ella no le molesta roerlos.