Kuroshitsuji Destino [Kuroshitsuji]

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Abyss, 12 Octubre 2012.

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    Abyss

    Abyss Usuario común

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    312
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    Escritora
    Título:
    Destino [Kuroshitsuji]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    784
    Este fanfic es sobre Kuroshitsuji. El subforo fue borrado :( por eso voy a estar subiendo fanfics del fandom, y también trataré de fomentar la idea con algunas compañeras del foro que sé que disfrutan de este anime/manga, para que pueda revivir !! Si lees el fic, te gusta escribir y te gusta el fandom AYÚDANOS a reintegrar el fandom en el índice :)

    En fin, espero lo disfruten :3

    _______________________________________________________________​
    ¿Crees en el destino?
    —¿Sebastian? —preguntó Ciel una noche, después de la acostumbrada cena.
    —¿Sí, Joven Amo? —respondió el aludido.
    —¿Crees en el destino?

    La pregunta se le hizo un tanto extraña al mayordomo. Sirvió el té en la taza de porcelana, Earl Grey, el té favorito de Ciel, y se lo puso en frente junto con un pedazo de tarta de manzana.

    —¿Por qué me hace esa pregunta, Joven Amo?
    —Es descortés responder una pregunta con otra pregunta —se llevó la taza a la boca, pero antes olió ese distinguido aroma que sólo Sebastian puede lograr en un simple té.
    —Es verdad, disculpe. Creo que el destino como hecho generador irremediable no existe, todo está en manos de las decisiones que una persona vaya tomando a lo largo de su vida. También no creo en el destino como hecho divino, como si el susodicho Dios haya escrito todo lo que debe pasar y así es como debería ser sólo porque él lo ha decidido así.
    —Entiendo.
    —Usted no acostumbra hacer ese tipo de preguntas, ¿Podría preguntar la razón?
    —Las llamas en la chimenea suelen hacer que en mi mente broten recuerdos, recuerdos del día que los Phantomhive’s perdieron todo. Mi madre, mi padre, todo se volvió escombros entre las llamas carmesí. Incluso ésta casa que reconstruiste en una noche, todo estaba perdido.

    En la mente de Ciel comenzaron a pasar las imágenes de la noche donde fue utilizado como sacrificio humano, para convocar al demonio que ahora vestía un traje de cola junto a él.

    ¿Hubieran imaginado esos bastardos la ironía, el hecho de que aquel demonio se hubiera fijado en el indefenso niño en el que enterraron la daga para invocarlo? ¿Hubieran imaginado que morirían como cerdos revolcados en el lodo, como las alimañas que fueron?

    Escorias.

    Una sutil sonrisa se formó en la cara de Ciel, pero sólo fue un efímero segundo. Ese amargo sentimiento seguía ahí, aunque él quisiera esconderlo y quisiera negarlo en ocasiones.

    Después de todo, ese amargo sentimiento que lo carcomía fue el que lo indujo a formar aquel contrato.

    —Y la pregunta fue —continuó Ciel—, porque creo que de alguna manera quería saber tu opinión. Nuestro encuentro, nuestras victorias, los hechos de todos los días… Si mi destino fue sufrir, caer, para luego ascender y triunfar, entonces yo sí creo en el destino Sebastian. Creo que he nacido para esto.
    —Si el Joven Amo me pone ese ejemplo, supongo que de alguna manera el destino nos ha reunido. Quizás ese día usted se sometió al patrón, y el hecho de ser utilizado en el ritual fue necesario para que nuestro encuentro fuera posible, y así yo pudiera convertirme en la fuerza que usted necesitaba para tomar las riendas de su vida y jurar la venganza que anhelaba su alma.

    Ciel se sacudió la cabeza para despejar los recuerdos, ya fue suficiente por aquella noche. Se levantó de la silla donde estaba, junto a la chimenea que seguía llameando.

    —Estoy cansado Sebastian, ya no quiero conversar.
    —No ha tocado la tarta, Joven Amo.
    —Dásela a alguno de los criados, no quiero comer más.
    —Como usted ordene. En seguida le preparo la bañera con agua caliente.

    Sin decir palabra alguna, le dio la espalda al mayordomo y se dirigió a sus aposentos.

    —¿Con que el destino, eh? —susurró Sebastian para sí, mientras recogía la loza.

    Mil ideas cruzaron su mente. Por primera vez, después del milenio que llevaba sobre la tierra, comenzó a argumentar una declaración suya.
     
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