Bestias

Tema en 'Relatos' iniciado por Glenda Garson, 15 Enero 2011.

  1.  
    Glenda Garson

    Glenda Garson Usuario común

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    Bestias
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    Bueno, me avergüenzo muchísimo por esta tardanza enorme que no tiene justificación alguna, pero a pesar de que la navidad ya fue, y los reyes magos también... el regalito llegó sano y salvo. Aunque no conozco mucho a esta persona, sí he leído bastante de lo que escribe y admito que ha sido todo un placer. Traté de ajustarme lo más posible a lo que pedía en la ficha -y aunque yo sabía que hubiera sido mejor algo con niños!-, espero que sea de su agrado esta monstruosidad.

    Feliz Navidad, Año Nuevo y futuro San Valentín, Lady Kyros!



    -----

    Bestias
    Observó tras el diminuto espacio aún descubierto de la ventana, los últimos rayos de luz del día.Contemplaba cómo el sol se iba hundiendo en el océano e iba reflejando en las aguas su rastro fulgurante. Aquella imagen le hacía lamentar la lejanía que lo separaba del mar, impidiéndole escucharsus escandaloso oleaje y sentir las brisas húmedas en su piel.​
    También le hubiese gustado, por último, estar más cerca del caos citadino: autos, gente, ruido. Pero no, había optado por sentenciarse en aquel lugar infernal, con lo poco y nada que le quedaba. Sólo le restaba contentarse con la distante vista al mar y con las escapadas diurnas que con mucho trabajo lograba conseguir.​
    Recogió el martillo y dos clavos que se hallaban a sus pies, y con dos golpecitos férreos terminó de cubrir los espacios descubiertos de la ventana por la cual había estado observando segundos atrás. En completa oscuridad, confirmó que ningún espacio había quedado descubierto. Se dirigió tanteando en búsqueda del interruptor para prender luego la luz.​
    Observó impaciente su reloj amarrado a su muñeca temblorosa. Sólo faltaban minutos para que el corretear maldito comenzara. Caminó nervioso de un lado a otro, con aquella sensación de ahogo que no le abandonaba nunca, mientras que con vistazos fugaces revisaba cada pequeño rincón.​
    Sólo le quedaban algunos cuantos muebles roídos que se habían salvado en algunos otros encuentros. Una mesita, dos sillas —una de ellas con media pata menos, por lo tanto procuraba no sentarse sobre ella— unos almohadones, una cocinilla y la cafetera.​
    Antes era más torpe y en más de una ocasión lo sorprendieron desprevenido, destruyeron gran parte de su casa y casi a él también. Había gozado de suerte en esas ocasiones, pero ya no podía pretender seguir siendo salvado por el azar. Ahora estaba más que preparado, ya no podrían sorprenderlo por ningún motivo, nada podría salir mal. Sobreviviría cada noche restante de su inmunda vida, cualquiera fuese el precio.​
    Un ruido sordo se escuchó impactando una de las paredes, y pronto fue seguido por miles de la misma magnitud. Luego, como proveniente de pequeñas garras desesperadas, miles de arañazos comenzaron a ascender por el lado externo de las paredes.​
    Con desesperación se cubrió los oídos con las manos y corrió histérico hacia el otro lado de la habitación en donde se encontraba su tan preciada radio. Con una mano trémula la encendió y subió al máximo el volumen, en un intento de sofocar los ruidos infernales que comenzaban a enloquecerlo.​
    La música entró por sus oídos casi como refrescándole y calmándole de un terrible dolor. Los bajos, las guitarras, la batería, la voz suave y potente que parecía acariciar sus oídos y deshacerse por completo del escándalo que estaba por destruir sus nervios.​
    La luz encendida, la música al máximo, su café cargado con varios terroncitos de azúcar; esa noche no tendría cómo caer dormido. No pestañaría hasta saber que estaba a salvo por un día más en aquella trampa en la que había caído como un animalejo cualquiera.​
    Había tratado de escapar antes, lo había intentado miles de veces, pero fuese donde fuese, ellas lo seguían. Ese ruido iba con él, impidiéndole respirar siquiera. E incluso, se veía indefenso, descubierto al acceso de ellas y eso realmente le espantaba. Y por alguna extraña e inexplicable razón, esa casa le hacía sentir a salvo, con todas sus imperfecciones y a pesar de no ser muy grande, parecía que en sí era la mejor manera para dificultarles la llegada hasta él. De hecho, ya no tendrían cómo llegar con tanta tabla que había utilizado para sellar.​
    Se sentía seguro, sí, bien a salvo en su pequeño refugio de madera, su propio salvavidas. Tenía la certeza de que ellas no eran nada que se pudiese tomar a la ligera, pero debía tener esa convicción, de otro modo nada lo haría poder respirar tranquilo. Menos, aún, con ellas chillando al otro lado de las paredes.​
    Bebió un poco más de café junto a unas pastillas. Cerró los ojos un segundo para sentirse fuera de aquel sitio, lejos de aquella casita de muñecas en donde alguna chica maliciosa lo torturaba lentamente. Pero era imposible. Ni la música, ni su café ni nada, ahogaría por completo aquello que parecía acercársele cada vez más. Por más que cerrase los ojos y se adentrase más en sí mismo, y se perdiera más y más en aquel mundo lleno de oscuridad y de luces incandescentes.​
    A pesar de todo, su oscuridad le gustaba, lo prefería antes que a esa realidad que lo atormentaba.​
    Hubiera preferido caer dormido y despertar lejos, o al día siguiente cuando esos animalejos ya no estuvieran fuera, cuando ya no estuvieran tratando de matarlo lentamente, royendo sus huesos y masticando con sus boquitas pequeñas sus extremidades, su rostro.​
    El sólo pensarlo le hizo desfallecer de horror, casi pudo sentir sus cuerpos peludos rozar su piel, mordisquear sus pies, escalar por sus piernas y ascender por el torso hasta su cara. Un alarido salió de su garganta al decidirse por fin el abrir los ojos y acabar con esa pesadilla mental que le invadía hasta en el lugar más seguro, su mente.​
    Lo que vio no fue más tranquilizador, las sensaciones eran provocadas por la misma realidad. Un mar de ratas se les acercaba, mientras otras correteaban entre sus pies para hacerle caer de una vez.​
    Algunas ascendían por sus piernas y rasgaban su piel.​
    Observó despavorido hacia todos lados, intentando ver su error, por dónde habían entrado, por dónde escapar. Un orificio en el techo era la fatídica entrada de esos animalejos inmundos, que caían unas sobre otras aturdidas, y se incorporaban luego a mirarle con desagrado, con esas cuencas oscuras y profundas llenas de salvajismo y hambre.​
    Trató de zafarse, de despegarlas de su piel, de sus brazos, de su cabeza. Podía ver ya las heridas que le iban haciendo, como lo mordisqueaban y se le adherían cada vez más a él. Sólo intentaba gritar y golpearlas pero nada las detenía. Parecía que cada vez que las sacudía, sólo las irritaba y hacía el dolor aumentar.​
    La desesperación lo nublaba, cada vez se sentía más torpe y con menos fuerza. Se le hacía más difícil gritar, incluso. Las ratas se habían trepado hasta su rostro y lo habían hecho caer al suelo. Podía sentir las patas y los cuerpos peludos, sus dientes mordisqueándolo, lastimándolo más y más.​
    Esta ocasión, al parecer no tendría tanta suerte.​
    Ya no veía nada, todo estaba oscuro. Había perdido la cuenta de los segundos, los minutos, o las horas quizá de tortura. No sentía su cuerpo, sus manos, sus pies, nada. Abrió los ojos con espanto, mas sintió un alivio al descubrir que al menos tenía ojos que abrir y con los que ver.​
    Se encontraba sobre el suelo de madera sucia, a unos pasos más a la izquierda una mesita y sobre ella el café se había derramado y caía al suelo. Intentó observar hacia la derecha sin mover la cabeza, una botellita con pastillas se había volcado. Aquellas que lo habían salvado nuevamente de aquel tormento.​
    -------​
    Por cierto, mil gracias a Meelissa que me ayudó con el beteo :')
     
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  2.  
    Lady Kyros

    Lady Kyros Usuario popular

    Acuario
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    Escritora
    Muchísimas gracias por el regalo. :3 Me ha gustado mucho en verdad.

    Al principio creí que se trataría de un muñeco Ken que se encerraba en una casita de muñecas para salvarse de las niñas pequeñas que siempre andan mordiendo los juguetes, en especial destrozándole las manos y las piernas. Pero luego... ¡Ratas! Lograste dar con un temor escondido en mí. Odio las ratas, no porque me asqueen, sino porque me da pavor el pensar que se te pueden abalanzar todas y devorarte vivo.

    La narración me atrapó, la lectura es fluida e interesante. Logras mantener el suspenso y hacer que el lector comience a crear conclusiones sobre qué es lo que teme el protagonista.

    Por lo del frasco de pastillas, ¿el protagonista sufría algún transtorno psiquiátrico? Hubiese supuesto que se trataba de veneno, pero él se las bebió así que descarto esa posibilidad.

    Nuevamente, muchas gracias por este regalo. :3
     
  3.  
    Quelconque

    Quelconque Usuario popular

    Virgo
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    Escritor
    Wa! ¡Excelente relato!
    Es como una combinación de los relatos Cefalea, Bestiario y Carta a una señorita en París de Cortázar, Ratas en las paredes de Lovecraft, tal vez un poco de Té verde de Le Fanu y mucho de la estación de lluvias de Stephen King. Todos deberías leerlos, seguro te encantarán.
     
  4.  
    darckvampire

    darckvampire Iniciado

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    increíble, ¡¡ratas!! creo que un ejercito de ratas come carne asustaría a cualquiera, pobre tipo. muy bueno el relato me cope desde el principio esta genial
     
  5.  
    Tomoee

    Tomoee Elfases de los bosqueses Espectroses Comentarista destacado

    Virgo
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    Pluma de
    Escritor
    /Me se siente especial porque lo leyó primero (? xD Ok no.

    Sabes que me gustó, además que no fue casi nada, lo hiciste realmente bien, además que tu forma de narrar fue muy buena, a mí me gustó bastante cuando lo iba leyendo.

    ¿Verdad que sí? x3 Es verdad, uno piensa mucho en qué es eso.

    A mí me agradó el final que le diste, mucho, la verdad hay cosas buenas pero luego no tienen un final acorde, sin embargo tú le diste el toque a todo. Además que todo iba medio psicópata x3.
     
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