¡Odio la música!

Tema en 'Archivo Abandonado' iniciado por Kirino Sora, 4 Octubre 2011.

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    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    4 Octubre 2011
    Mensajes:
    189
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    ¡Odio la música!
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    16
     
    Palabras:
    5298
    Bueno, hola a todos. Esta es la primera historia que subo aquí; para aclarar, esta historia aunque se haya publicado en otro lugar, sigue siendo mio. Yo soy la autora. Espero que nos llevemos bien y disfrutéis de mis historias. PD: va a tener unos ligeros cambios sobre el original por las separaciones.
    Bueno, ¡empezemos de una vez!

    Capítulo I

    Utane Rin era una chica de 13 años, generalmente algo bajita para su edad, de pelo corto y rubio, rostro fino y blanco como la nieve y de ojos azules como el océano. Ella pensaba en su interior varias preguntas como "¿Por qué ha pasado esto?" o "No debí de hacerlo...".Pero, de todas las cosas que pensaba, ella no podía parar de maldecir el sueño que rondaba siempre por su cabeza:
    "Todo... todo lo que quería era... cantar"
    .o.o.o.o.o.o.o.​

    Todo empezó hace tres meses, el día en el que Rin, una chica normal y corriente, iba a debutar en la discográfica más importante y famosa para convertirse en cantante, la discográfica Music Records. Ella se encontraba en su casa, preparándose para la audición gracias a su amiga, Hatsune Miku, que se ofreció a ayudarla para que todo fuera un éxito. Rin estaba sentada enfrente del espejo que había en su habitación, con los ojos cerrados mientras esperaba a que Miku hiciera sus últimos retoques. La habitación era inmensa; las paredes eran de color amarillo con un toque anaranjado, el suelo estaba hecho de mármol, en el suelo se encontraba una alfombra redonda del mismo color que las paredes que en el centro había un dibujo de la clave de Sol, su cama se encontraba en el lado izquierdo de la habitación, sus sábanas eran blancas como las nubes con encajes del mismo color que la pared en los bordes. Al frente de la cama, se encontraba el armario, de color beige, en donde se encontraba una inmensa cantidad de ropa de cualquier tipo, tanto las que se pone siempre y las que no; al lado derecho de la cama, se situaban unos cajones donde guardaba sus cosas y encima de ellas había varias fotos de cuando era pequeña. Al lado de los cajones se encontraba el balcón, lugar donde Rin siempre salía todas las noches para observar las brillantes estrellas que se veían en el oscuro cielo; más a la derecha, un poco cerca de la puerta, que se encontraba frente al balcón, estaba una estantería tan grande, que guardaba de todo, tanto novelas y libros como sus letras de canciones y CDs. Después de la estantería, seguía el pupitre donde Rin realizaba su tarea y encima de esta se encontraba su portátil; y por último, al lado del pupitre, se encontraba el tocador en donde Rin se encontraba sentada, preparándose para la audición.
    - ¡Listo! Estás perfecta, Rin. ¡Gracias a mi talento con el maquillaje, pasarás la audición! ¡Estoy segura! - aseguró era una chica bastante activa, alegre y popular. Su pelo verde aguamarina sujeta en sus dos coletas hacían que todos giraran en dirección a ella, contemplando su belleza. Si había una palabra que la describiera esa sería: perfecta.
    Rin abría los ojos y se observaba en el espejo mientras su amiga presumía sobre su obra maestra. Tenía el pelo suelto pero en la parte derecha tenía recogidos varios mechones de pelo como una coleta, llevaba un vestido blanco como la nieve, con bordes amarillos anaranjados y un lazo del mismo color en su pecho, unos zapatos también blancos que disponían de cordones para que se ataran a sus piernas; tenía un aspecto delicado y frágil pero de modo encantador.
    - ¡Me encanta, Miku! Es hermoso, en serio.
    La aludida observaba desde varios ángulos – derecha, izquierda, arriba, de perfil – el gran trabajo que había realizado con satisfacción. Con una sonrisa en su rostro, Miku cogió la pasada que siempre llevaba Rin, se acercó a ella y se la puso suavemente, dando por finalizado el arreglo.
    - Ahora sí que estás perfecta, Rin. - declaró Miku con una gran sonrisa.
    - No estés tan segura, será perfecto de verdad si paso la audición. - replicó Rin algo nerviosa por esto, no se sentía muy segura.
    - Rin, ¡confía en ti misma! Ten confianza y pasarás.
    Rin no estaba muy convencida pero Miku tenía razón, si no podía confiar ahora en su habilidad, podría perder su única oportunidad; al fin y al cabo, la audición será para cantar en una de las discográficas más famosas de la ciudad. Eran las 10:30, faltaba poco para la hora de la prueba – que era a las 11:30 – y se tenían que ir pronto; la muchacha peliaguamarina agarró a Rin de la muñeca y la arrastró de su casa hasta la calle, una zona tranquila.
    Rin respiraba profundamente en un intento por tranquilizarse, ya que dentro de poco se encontraría en la zona más animada y activa de la ciudad, aunque no funcionaba del todo debido a que su amiga la arrastraba del brazo con paso acelerado, en un intento por llegar a la parada de taxis. La pelirubia estaba a punto de salir huyendo si no fuera porque Miku agarraba de su muñeca y la había metido al primer coche que se había encontrado en la parada.
    - Por favor, llevenos a la discográfica Music Records. - ordenó Miku por lo que el conductor se puso en marcha.
    El conductor desvió un poco la mirada y observó a las dos pasajeras pensando que una de ellas era una artista famosa, pero rápidamente cambió de opinión. La peliaguamarina, se veía normalmente como decía la palabra, una estudiante de secundaria normal, aunque su belleza hacía confundir a cualquier persona que la viera pensando en que sería alguien famosa. Mientras la pelirubia, llevaba un vestido poco actual, que no se pone últimamente aparte de que llamaba la atención con eso puesto; podía parecer una cantante inocente y frágil pero el nerviosismo daba a entender que no lo era.
    - Solo por curiosidad, ¿una de vosotras va a presentarse a alguna audición? - preguntó el hombre algo curioso, intentando tranquilizarlas, sobre todo a Rin – Music es una discográfica bastante prestigiosa y a la vez muy popular por varias jóvenes. Si no me equivoco, es la discográfica donde trabaja esa banda tan famoso últimamente, Double Mirrors.
    -¡Sí, sí! - asentía Miku con alegría – ¡Double Mirrors es uno de las mejores bandas que he escuchado! Su música me deja sin palabras y... ¡oh, perdón! Hablo demasiado. - dijo Miku en modo de disculpa.
    - No te preocupes, me agrada que mis pasajeros hablen, sobre todo si hablan animadamente – declaró el conductor con una sonrisa en su rostro.
    - Me alegra oír eso. - aseguró Miku – Nosotras vamos a probar suerte allí. Bueno, yo no, quiero decir, mi amiga hará la audición. Pero... ¡sería genial si encontráramos a uno de los miembros de Double Mirrors! ¿Eso no sería tener suerte? - afirmaba Miku, lo que hizo que el conductor riera descontroladamente, conduciendo el vehículo para llegar a su parada.
    - Espero que tengáis suerte.
    - ¿Double Mirrors? ¿Quiénes son? - preguntó Rin susurrando y en voz baja para que el conductor no la escuchara.
    - Rin, Rin, Rin... - suspiró la otra – Sé que no ves mucho o nada la tele pero no puedes convertirte en cantante sin antes saber quienes son los más populares del momento. Double Mirrors es la banda más famosa actualmente. ¡Su música es como si te hipnotizara! El último single que han sacado es "Fire Flower" y se escucha en cualquier parte. Por cierto, ¿ya te he dicho que es una de mis canciones favoritas?
    La pelirubia asintió, no era la primera vez que le decía lo mismo. Incluso recordó escuchar en alguna parte esa canción, cuando Miku vino un día a su casa para que escucharan el CD juntas.
    - Ya hemos llegado, muchachas – dijo la voz del conductor, lo que hizo que Miku abriera su monedero y Rin volviera a la realidad.
    Cuando la peliaguamarina le pagó al conductor, se bajaron y este se fue. Miraban impresionadas y embobadas el gran edificio que se encontraba delante suya. Tanto las puertas como las ventanas y los azulejos eran de un cristal brillante, puro, del que te podías reflejas como un espejo. Encima de la puerta había un cartel gigante de letras brillantes color metálico que ponía "Music Records" y debajo del cartel salían varios cantantes y actores muy famosos, con sus preciosos vestidos y sus cabellos bien elaborados; parecían salir de un cuento de hadas.
    - ¡Vamos, Rin!
    .o.o.o.o.o.o.o.​

    Las dos fueron en dirección al edificio pero, no miraban la ropa llamativa de Rin, ni siquiera giraban por curiosidad; esa ropa parecía normal en comparación con los demás, aunque ella llamara la atención en su vecindario a causa de ese tipo de prendas. Pero Miku no hacía caso, observaba emocionada su alrededor. No tardaron mucho en llegar al vestíbulo, un lugar enorme donde se encontraban varios famosos.
    El interior era más impresionante que el exterior, había más famosos dentro que fuera y el lugar parecía brillar.
    - ¡Hala! Es impresionante. Es tan grande que no sé donde se va a hacer la audición. - Miku miró a su alrededor y le preguntó mientras señalaba el mostrador. - Rin, ¿por qué no preguntamos en ese mostrador?
    Rin asintió con la cabeza aún nerviosa y fueron en dirección al mostrador, donde se encontraba una señora al cargo.
    - Perdone, ¿sabe dónde se encuentra el lugar donde se va a realizar la audición. - preguntó Miku.
    - Sí, diriganse al ascensor de allí, suban a la tercera planta y giren hacia la derecha; hay un cartel que pone "audición para novatos"
    - Muchas gracias – agradecía Rin. Estaban dirigiéndose al ascensor hasta que la señora habló y las detuvo.
    - ¡Esperen un momento! ¿En serio que van a intentarlo?
    - Sí, lo haremos. ¿Por? - preguntó Rin con un poco de molestia, esa pregunta no le gustó para nada. Lo que hizo que ella se riera, al igual que el conductor.
    - ¡Jajaja! Mejor dejadlo e iros a casa, jovencitas, es imposible que lo consigais, y si ese fuera el caso, no duraríais ni tres días en este mundo; es totalmente distinto. - advirtió la señora, lo que hizo que tanto Rin como Miku se sintieran insultadas, ¡si decían que lo iban a hacer, lo iban a hacer!
    - Gracias por la advertencia... – agradeció Miku con sarcasmo - ...pero no vamos a huir. - y se fueron en dirección al ascensor mientras la señora las veía con burla.
    - Al final os arrepentireis...
    .o.o.o.o.o.o.o.​

    Ya en la tercera planta, Rin y Miku estaban andando por el largo pasillo, buscando la sala de la audición. Ellas no podían evitar curiosear por las demás salas, sobre todo Miku, pero se aguantaron y encontraron la sala.
    - ¡Ya hemos llegado! - dijo Miku con alegría y algo de cansancio - Tengo sed, ¿vienes conmigo a por una bebidas?
    - Mejor no, estoy algo cansada.
    - Vale, volveré enseguida. - y se fue corriendo por el pasillo buscando la máquina de bebidas.
    Rin se sentó en un banco que había cerca de la puerta y suspiró algo cansada. ¿Cómo Miku podía ser tan hiperactiva? Ella empezó a cerrar los ojos lentamente hasta que escucho una canción bastante familiar para ella, lo que hizo que abriera los ojos sorprendida. Buscó de donde provenía esa melodía impaciente; la voz que acompañaba esa canción era hermosa. Cada vez se escuchaba más fuerte esa voz que provenía de una de las salas hasta que el sonido era bastante sonoro y abrió un poco la puerta, procurando que no se percataran de ella.
    - ¿De quién es esa voz tan hermosa? - se preguntaba Rin interiormente pero la respuesta a esa pregunta se formuló de forma fugaz cuando observó a la persona portadora de esa voz con sorpresa: él era idéntico a ella.
    Sus ojos, su piel, y su pelo eran del mismo color a los suyos pero lo único distinto era que su pelo estaba más revuelto y estaba recogido con una coleta; lo demás parecía como si se mirara a un espejo. La canción vagamente le resultaba familiar, hasta que recordó cual era el título de la canción: "Fire Flower".
    - ¡Bien! - dijo un hombre que parecía ser el que dirigía con satisfacción - Cantala una vez más y ya daremos por finalizado el ensayo.
    Todos obedecieron y empezaron a tocar la música, empezó a tocar el batería y el teclado, seguido de los guitarristas y empezó a cantar ese chico idéntico a ella:
    "Me alegro haberte amado desde el principio"
    Voy a decirle esas palabras al cielo
    Ha ho...yiei yiei yiei~
    Ha ho...yiei yiei yiei~
    Ha ho...yiei yiei yiei~
    Ha ho...yiei yiei yiei~
    Él cantaba con el micrófono a mano alrededor del lugar con elegancia y hermosura, pero sobre todo parecía disfrutarlo.
    Un lugar en el que puedo consultar mis sueños
    He dejado esta ciudad en busca de aquel lugar
    Apagó el poder, cuando me sentía vibrar
    No es detener una mecha encendida
    Si el mundo acabara ahora mismo
    Daria todo solo para estar contigo para el resto de la eternidad
    Como una flor de fuego
    No debe desaparecer
    La dispersión de chispas esta en todas partes, mi sueño esta muy lejos
    "Hubiera sido mejor si yo nunca te hubiera amado desde el principio''
    - Haa... Todo el mundo disfruta de su canción. Él es impresionante. - pensaba Rin con admiración. Quería escuchar más cerca esa voz angelical y abrió un poco más la puerta.
    le digo una mentira
    A este paisaje no estoy acostumbrado a una sonrisa forzada
    Este festival es un poco diferente a lo visto
    Las palabras que repite mi contestador "Haz tu mejor esfuerzo" Otra vez!
    Este fusible casi se ha puesto en las lágrimas
    El comienzo del universo era de ese beso
    En el cielo estrellado se encuentran todos nuestros milagros
    Como una flor de fuego
    El chico no paraba de cantar mientras andaba por el lugar pero notó que la puerta estaba algo abierta e iba lentamente a cerrarla.
    Hará un sonido atronador
    De modo en que tu puedas escucharlo fácilmente
    "Hubiera sido mejor si yo nunca te hubiera amado desde el principio"
    Supongo que mi mentira se ha descubierto
    Rin seguía observando fijamente al chico hasta que se dio cuenta de que se acercaba a ella.
    Haber nacido y ser criado
    Nos separaban
    Aspecto y la forma Diferencia entre nosotros
    El hombre y la mujer
    Como la noche y dia, estamos
    Y, sin embargo, si solo nuestros corazones fueran uno
    Si la vida fuera una chispa
    Incluso si fuera solo un momento, seria muy bueno si se prendiera en nosotros dos
    Como una flor de fuego
    Ya en la puerta, iba a cerrarla pero vio que se encontraba una chica idéntica a él, por lo que se sorprendió
    Un día, el cielo de la noche se llenara de flores
    Hasta el día en que florecerán, espérame
    "Me alegro haberte amado desde el principio"
    Voy a decirle esas palabras al cielo
    Ha ho...yiei yiei yiei~
    Ha ho...yiei yiei yiei~
    Rin se encontraba enfrente de ese chico que la había impresionado con su voz; su nerviosismo aumentaba por momentos. Él se sorprendió por ver que tenían gran parecido pero actuó rápido y pidió un descanso, llevándose a Rin de allí.
    - ¿Qué haces aquí? Si te pillan husmeando por aquí tendrás serios problemas. - regañaba el chico.
    - Yo... lo siento pero... - se disculpaba Rin - En realidad vine por la audición hasta que... bueno, te escuché cantar y me entró curiosidad.
    - Ehhh~ - decía con ironía - Pues espero que tengas suerte, chibi-san. - de repente parecía que su forma de hablar se convirtió molesta, como si se burlara de ella pero sin dejar de sonreir aunque parecía que se reía por dentro.
    - ¿¡Enana yo! - replicaba Rin muy molesta - Para empezar, tu también eres bajito - él le ganaba a Rin por pocos centímetros pero seguía siendo de baja estatura.
    - Pero soy más alto que tú - dijo él con superioridad - Me tengo que ir, seguramente me estarán esperando - él se estaba a punto de ir pero de repente se giró y preguntó - Ah, se me olvidó preguntarte quien eres.
    - Utane Rin, primer año de la academia Orfeo - contestó Rin impaciente por irse y volver al lugar de la audición. - ¿Y tú quién eres?
    - ¿Yo? - preguntó mientras se señalaba a sí mismo a la vez que se giraba para marcharse - Me llamo Kagamine Len, líder de los Double Mirrors.
    Len se iba del lugar siendo observada por una sorprendida Rin. ¿Había hablado con el Len, el líder del grupo más conocido y popular actualmente? Rin se sentía que el mundo se le echaba encima, si él contaba que le había hablado así a otras personas, no solo se despediría de la audición, sino también de tener otra oportunidad para entrar en la discográfica. Estaba en un gran aprieto.

    .o.o.o.o.o.o.o.​

    Len se dirigía a la sala donde recientemente estaba ensayando con su grupo hasta que se encontró con uno del grupo; un chico de su misma edad pero más alto que él, de pelo, ojos y bufanda color azul marino.
    - ¡Len, estabas tardando mucho! ¿Ha pasado algo? - preguntó el chico.
    - Nada importante, Kaito. - respondió Len sin interés.
    - ¿Seguro? Porque antes en la sala te vi en la puerta con cierta chica pelirubia. ¿Quién es, tu novia? - interrogaba Kaito con malicia.
    - ¡N-no es mi novia! - aclaró él con un ligero sonrojo del que no se dio cuenta - Parece que ella entró por curiosidad.
    - Ya veo... Con que una fan... Hay muchas por aquí. - añadió Kaito.
    - No lo es. - aclaró de nuevo Len - Dijo que se iba a presentar a la audición. Aunque... - de repente, su sonrisa se tornó maliciosa; estaba planeando algo.
    - ¿En serio? ¿Y quién es esa chica? - preguntó Kaito curioso.
    - Dijo que se llamaba Rin. Utane Rin.
    - Así que se llama Rin, ¿eh? Bueno, yo iba a por algo de beber. ¿Quieres algo? - preguntó el de la bufanda.
    - Algo frío - pidió Len.
    Entonces Kaito se fue en dirección a la máquina de refrescos.

    .o.o.o.o.o.o.o.​

    - ¿Dónde demonios se encuentra la dichosa máquina de refrescos? - decía Miku molesta. Ya llevaba bastante rato andando por el largo pasillo y ni rastro de la máquina. - Creo... que me he perdido... - dijo ella preocupada, aunque era evidente.
    Miku seguía andando y andando en busca de la máquina hasta que se hartó y empezó a correr para encontrarlo rápidamente, pero cuando iba a girar en un cruce, se choca con alguien y cae al suelo.
    - Yo... ¡lo siento! No me fijaba por donde iba... - Miku se disculpaba pero cuando alzó la mirada para ver con quien se había chocado sus ojos verdosos se cruzaron con unos ojos azules como zafiros.
    - ¿Te encuentras bien? No te habré hecho daño, ¿no? - preguntaba el chico mientras extendía su mano para que se levantara. Miku aceptó el acto, cogió su mano y le ayudó a levantarse.
    - No... Estoy bien... - asentía Miku vergonzosa.
    - ¿Por que ibas con tanta prisa? - preguntó de nuevo el chico.
    - Bu-bueno... yo... - tartamudeaba ella bastante nerviosa – Iba a por unas bebidas pero... parece que me he perdido – aclaraba Miku con una sonrisa nerviosa. Nunca pensó en estar en una situación tan vergonzosa, perderse solo por buscar una dichosa máquina de bebidas.
    - Ya veo... Si quieres te acompaño. - propuso él.
    - Pe-pero yo no quiero causarte problemas – replicaba ella mientras rechazaba la propuesta y negaba con los brazos.
    - No te preocupes por eso, de todos modos yo también iba a comprar unas bebidas. - aclaró él con simpatía, por lo que Miku no tuvo más remedio que aceptar la ayuda.
    Miku y el chico estaban andando por el pasillo en busca de la máquina. Ninguno de los dos hablaban pensando que el otro debía de empezar la conversación pero empezó a ser un poco incómodo y él comenzó.
    - Por cierto, ¿qué haces en este lugar? ¿Vas a asistir a la audición que se presenta aquí para futuros cantantes? - preguntó el chico.
    - ¿Eh? Ah... Yo no voy a participar en la audición, ¡pero mi amiga va a entrar en la audición y pasará! - declaraba muy animada sin darse cuenta, lo que hizo que se avergonzara por su comportamiento – Lo siento, te debe de aburrir lo que estoy diciendo. - se disculpó apenada.
    - No, en absoluto. - aclaraba él – Me alegra que hables así de animada, esto...
    - Miku, Hatsune Miku. Encantada de conocerte. - se presentaba mientras extendía su mano.
    - Lo mismo digo. - dijo él mientras se daban un apretón de manos.
    - Para que hables así de esa chica debe de ser increíble cantando. - aseguraba el chico.
    - ¡Sí! Rin es genial cantando! - asintió Miku, lo que hizo que el chico de la bufanda azul se sorprendiera de sobremanera.
    - Espera... ¿Por casualidad esa chica de la que hablas se llama Utane Rin? - preguntó él.
    - Sí, es ella... ¿Pero cómo sabes quién es? - preguntó Miku.
    - Bueno, un amigo se cruzó hace poco con él y me dijo su nombre.
    Estuvieron comentando durante un rato; sobre si Rin, que iba a presentarse a la audición, podría superar a Double Mirrors, el grupo del momento, si llegaba a superar la audición. Miku decía todo el tiempo que Rin lo lograría algún día, que sería la mejor cantante, lo que hacía que el chico se riera. Llegaron a la máquina de refrescos, cada uno compró lo que querían y se estaban a punto de despedir.
    - Ha sido divertido hablar contigo, Miku – decía el chico con una sonrisa.
    - Lo mismo te digo – asintió Miku feliz – Espero que nos volvamos a ver.
    - Bueno, eso creo que será un poco difícil...
    Pero en ese momento apareció Len, cantante de los Double Mirrors, como si estuviera buscando a alguien hasta que divisó a Miku y al chico y se acercó a ellos mientras les saludaba.
    - ¡Por fin te encuentro! Estabas tardando mucho en comprar las bebidas – dijo Len.
    - Lo siento, me encontré con alguien por el camino. - dijo el chico de la bufanda mientras miraba a Miku – Ella se llama Hatsune Miku y la acabo de conocer mientras iba por las bebidas.
    - No puede ser... ¿Tú eres Kagamine Len? Yo... ¡soy una gran fan tuya y me encanta tu nuevo single! - declaraba Miku muy contenta, nunca pensó que vería a Len en persona.
    - Me alegra conocer a una fan nuestra. - asintió Len con una sonrisa. - Si nos disculpas, nos tenemos que ir a ensayar. Vamos Kaito.
    - ¿Qué? ¿¡Ha dicho Kaito! Él es un miembro de Double Mirrors... ¿¡Cómo no me había dado cuenta antes! - pensaba Miku bastante sorprendida.
    - Veo que te has sorprendido al escuchar mi nombre. - decía mientras señalaba el pasillo – Si vas por ese camino, llegarás al lugar de la audición. Dale ánimos a tu amiga de mi parte y... espero que lo que has dicho sea verdad, sobre que ella algún día superará a Double Mirrors.
    Kaito se fue seguido de Len dejando a una sorprendida Miku. Mientras se alejaban, Len le preguntó algo.
    - ¿A qué venía eso de que su amiga nos superará? - preguntó Len curioso por lo que acababa de decir hace un rato.
    - Ah, eso. Estuvimos charlando un rato y dijo algo bastante interesante.
    - ¿Ah sí? ¿Qué dijo?
    - Dijo que algún día Utane Rin, la chica que conociste hoy, superaría a Double Mirrors. - a Len le pareció bastante gracioso ese comentario que no pudo evitar reírse.
    - ¿Qué va a superar a Double Mirrors dice? Me parto de risa solo con pensarlo, que esa chica llegue a superarme algún día. A LEN KAGAMINE.
    - Sí, al principio parecía irónico pero, parecía decirlo completamente en serio. - aclaraba Kaito – Esto se ha vuelto muy interesante – pensó él.

    .o.o.o.o.o.o.o.​

    - ¡Riiiin! - llamaba Miku mientras corría por el pasillo al encontrarse con ella.
    - ¡Miku! ¡Por fin llegaste! Me tenías muy preocupada, creía que te habías perdido.
    - Es que SÍ me había perdido – pensó Miku, creía que era mejor no contarle que alguien le había ayudado a encontrar la máquina, sobre todo si esa persona se trataba de Kaito. - Lo siento. Tardé un poco más de lo que esperaba.
    - Miku, estoy en un GRAN problema.
    Miku escuchaba al detalle a Rin sobre su encuentro con Len mientras estaban sentadas en los blanditos asientos de la sala. Le contó todo, incluido los detalles por petición de su amiga, sobre todo la parte en la que le llamó "bajito" a Len.
    - ¿¡En serio le dijiste eso! - preguntó Miku muy alterada – Ay, ay, ay... No has hecho todavía la audición y ya tienes serios problemas. Ya veo dónde quieres acabar tu carrera... ¡En la ruina!
    Rin se sentía cada vez peor por las bromas de su amiga, se hundió en su asiento mientras miraba a las demás participantes; que estaban charlando o mandándose miradas asesinas entre sí. No podía evitar preocuparse por la audición, desde que se despidió de él, tenía un mal presentimiento.
    - Número 20 – llamó una voz.
    Rin se levantó con una chapa redonda que colgaba de su pecho, de color blanco con números negros del que se podían leer los números dos y cero.
    - Soy yo – declaró Rin.
    Ella se iba en dirección a la puerta mientras su amiga la animaba desde su sitio. Rin entro a la sala de audiciones, encontrándose con los jueces, aburridos e inexpresivos; lo que hizo que Rin se pusiera más nerviosa.
    - Bueno, número 20, ¿nos puedes decir tu nombre y tu edad? - preguntó el hombre del centro de la mesa.
    - U...Utane Rin, de trece años. Estudio primero de secundaria en la academia Orfeo. - se presentó ella bastante nerviosa, creía que se iba a desmayar en cualquier momento.
    El jurado asintió suavemente con la cabeza.
    - Y dinos, ¿cuál es tu banda o cantante favorito, por ejemplo?
    Rin no sabía que contestar ya que nunca lo había pensado hasta que recordó la banda que escuchó cantar aquella vez.
    - Double Mirrors – contestó Rin – Me encanta su última canción, Fire Flower.
    Los jueces empezaron a reírse, como si ya supieran que diría esa respuesta. El hombre del centro escribió en su cuaderno y volvió a hablar.
    - Si te encanta esa canción, ¿por qué no nos cantas su estribillo?
    Rin se quedó de piedra. No había preparado esa canción. Solo había escuchado esa canción un par de veces, incluída la de hace una hora. Pero ...debía de intentarlo.
    Ella cerró lentamente sus ojos y empezó a cantar. No estaba muy convencida de que dijera bien la letra pero estaba segura de que el tono era correcto.
    Los jueces permanecían en silencio. No hablaban ni la estaban echando de la sala, solo escuchaban. Todo estaba saliendo bien.
    Pero de repente una voz se unió a la suya. Era la voz que escuchó antes, único, especial, potente y con un "algo" que no es capaz de describir. Reconocería esa voz en cualquier parte.
    Abrió los ojos y se giró, buscando el dueño de esa voz. El joven, que se encontraba detrás suya, se puso a su lado y devolvió la mirada de forma burlesca con sus ojos azules.
    - Oh, no... Maldición. - pensó la pelirubia.
    - ¡Vaya! - exclamó el jurado - ¡Pero si es Len! ¿Qué tal va la grabación?
    - Va estupendamente aunque la han retrasado por ahora. - contestó él en un tono cansado. - Sin batería no hay grabación y me estoy aburriendo.
    - Ayúdanos con la audición, entonces. - bromeó el jurado – Me han dicho que eres muy bueno para juzgar estas cosas.
    De repente en la cara aburrida de Len se dibujó una sonrisa encantadora que nadie notó pero que para ella le parecía la sonrisa de un demonio.
    - Oh, claro. Vine expresamente por eso. A decir verdad, ya vi a esta chica antes – anunció con tono alegre mientras se acercaba a la mesa del jurado - ¿Sabéis qué? Ella es mona, pero su voz no es muy especial que digamos. Yo de vosotros, seguía buscando.
    Cuando Len acabó de hablar, se fue no sin antes susurrarle a Rin en su oído "Esta es mi venganza por lo de antes". ¿Cómo podía ser tan rencoroso? Se preguntaba Rin interiormente pero sin darse cuenta, ya había salido de la sala, echada por los jueces mientras llamaban a otro participante. Ella se sentía tan frustrada y triste que tan pronto le localizó a su amiga empezó a llorar descontroladamente. No podía expresar todo lo que sentía, le daba tanto coraje que ese chico la echara de la audición tan fácilmente y sin esfuerzo solo por un pequeño insulto que cualquiera olvidaría; pero él no era cualquiera, él era LEN KAGAMINE.

    .o.o.o.o.o.o.o.​

    Pasaron tres meses desde su fracaso en la audición por parte de alguien que Rin no quería recordar, le odiaba con toda su alma. No podía parar de llorar por la rabia que le causaba y eso hacía que sus amigas se preocuparan, pero después de dos semanas, lo comprendió e intentó olvidarlo, como si nunca hubiera pasado. Hoy era el primer día para Rin como estudiante de segundo año; le había tocado en la misma clase que sus amigas Miku, Gumi y Kaiko. Pero, al entrar en su clase, escuchó fuertes gritos fuera del salón de clases.
    - ¿De dónde vienen esos gritos? - preguntó Miku curiosa.
    - No sé... Seguramente del pasillo – contestó Rin.
    - ¡Vamos a ver que pasa!
    Rin asintió y se fueron al pasillo para averiguar a que venía ese escándalo. Vieron que los gritos eran cada vez más fuertes y sonoros, sobre todo por parte de las chicas. Todos se encontraban en el pasillo con caras de sorprendidos, ¿por qué? Rin no entendía nada pero su pregunta se realizó automáticamente cuando se encontro una cabellera rubia y desordenada recogida con su típica cola; el muchacho de piel blanca y ojos azules que compartía gran parecido con ella y que arruinó su oportunidad para ser cantante. Sí, era ese chico, Kagamine Len.
    Continuará...
     
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    Hatori Mikki

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    Holaaa me gusta mucho tu historia tiene buena trama, no puedo esperar a leer el proximo capitulo ¡que ansias!. bien es hora de corregir unos aspectos de tu historia; primero, el uso del guión largo para los diálogos de los personajes eso es muy importante. Segundo, el orden en tu historia, otra cosa más importante, deberías separar los párrafos de narración, de el diálogo, ya que se ve todo muy junto y desordenado. Tercero, la ortografía de esta no note casi ningún error uno que otro dedazo y ya.

    En fin, esos fueron mis sugerencias (Espero no las tomes a mal). avisame del proximo capitulo porfaa!
    Un besote, Saludos^^
     
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    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
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    Capítulo II – Los nuevos estudiantes
    - ¿Qué hace ÉL aquí? - pensó Rin con molestia. Al fin y al cabo, no podría olvidar su cara tan fácilmente; él fue el que arruinó su audición por simple venganza.
    Él estaba ahí, con toda la gente rodeándole pidiéndole un autógrafo o gritando como locos alrededor suya; eso la enfurecía. Len se fijó que estaba cierta pelirubia que echó de la audición hace meses atrás; no parecía haberla olvidado, – ya que su parecido con ella era extremadamente alto – así que se acercó a ella hasta quedar al lado suya y sonrió irónicamente delante de ella sin que los demás se dieran cuenta, excepto Rin.
    Eso hizo que Rin se molestara más de lo que estaba y se fuera del lugar dejando a sus amigas allí. Miku y Gumi se fijaron en la actitud de la pelirubia y la siguieron a la clase.
    - ¡Espera Rin! - llamaba Gumi - ¿Pero que te pasa? ¡Len está aquí, en nuestra academia! - dijo la peliverde muy emocionada como las demás.
    - ¡Es por eso que no quiero verlo! - gritó Rin con un tono bastante alto que todos lo llegaron a escuchar y empezaron a hacer comentarios.
    - No me digas que sigues enfadada con él por lo de la audición. - Rin estaba a punto de quejarse por lo que dijo Miku; abrió la boca en señal de que iba a decir algo pero esas palabras nunca salieron y miraba apenada a la vez de frustrada el suelo.
    - Venga Rin, que eso ya es agua pasada... - consolaba Gumi a la pelirubia – Pasa de él y él pasará de ti. No te amargues y olvida lo de la audición, es mas, incluso os llevaríais mejor – decía la peliverde de forma positiva sobre todo el asunto, lo que hizo que Rin sonriera.
    - Gracias Gumi. Y a ti también Miku. - agradecía Rin con una sonrisa. - ¡Es cierto! No puedo seguir molesta para siempre, ¡intentaré llevarme bien con él! - afirmó ella feliz, era cierto. ¡No podía estar así el resto de su vida! Lo mejor para los dos era empezar de nuevo e intentar llevarse mejor, borrón y cuenta nueva. ¡Era fácil! Miku y Gumi abrazaron a Rin contentas de que hayan arreglado las cosas sobre Len y Miku propuso una cosa.
    - ¡Ah, ya sé! ¿Por qué no lo celebramos hoy yendo de compras? - propuso Miku con alegría.
    - ¡Sí, es una buena idea! - afirmó Gumi.
    - Lo siento chicas, pero hoy tengo que trabajar. - se disculpaba Rin.
    - Ah, que pena. ¿Y podemos ir este domingo? - preguntó Miku.
    - Sí, ese día lo tengo libre.
    - ¡Genial! ¿Por que no invitamos a Kaiko que venga? - propuso Gumi.
    - A mi me parece buena idea, ¿y a ti, Miku?
    - No me molesta en absoluto.
    - ¡Pues vamos a buscarla! - las dos asintieron.
    Estaban a punto de buscarla por el pasillo pero de repente la campana sonó, entró el profesor pidiendo a los alumnos del pasillo que se sentaran y mandó a callar a la clase.
    - Como todo el mundo sabe, acaban de llegar dos estudiantes nuevos a nuestra clase, que seguramente conoceréis – dijo nuestro profesor sin mucho interés – Bueno, podéis pa... - pero fue interrumpido por el golpe de la puerta abrirse, viendo a Len y a Kaito en la puerta.
    Todo el mundo, sobre todo las chicas, gritaban emocionados por la llegada de estos. El profesor intentó que se comportaran sin tantos gritos pero fue en vano. No tuvo más remedio que presentarlos a la clase aunque no era del todo necesario, todo el mundo los conocía.
    Pero todas las chicas se echaban fulminantes y escalofriantes miradas entre sí para acaparar toda la atención de los nuevos, como si estuvieran en una competición deportiva. El profesor se desesperaba por momentos, sentía que estaba en una jaula llena de leones hasta que uno de los nuevos estudiantes lo puso en tierra.
    - Esto, profesor, siento interrumpirle pero... ¿No sería mejor si nos asignara nuestros asientos? - el profesor se aclaró la garganta y le hizo caso al peliazul.
    El profesor empezó a buscar un asiento para cada uno mientras las alumnas gritaban desesperadas pidiendo que los colocaran al lado suya.
    Rin suspiró cansada por el alboroto que se estaba formando, ¿tanta ilusión tenían? Aunque no podía decir mucho más, ser famoso tiene sus consecuencias. La joven pelirubia volvió a suspirar pero el profesor se fijó que era una de las pocas que no se hipnotizaban por los nuevos.
    - Len, ponte al lado de Utane-san. - Rin se levantó alterada de su asiento siendo observada por las demás con miradas amenazantes, quería desaparecer en ese momento.
    - Como usted diga profesor – Len se dirigía a su asiento con una sonrisa en su rostro.
    Él se estaba divirtiendo con todo esto, al fin y al cabo disfrutaba molestar a cierta pelirubia, sobre todo si ponía esa cara de sorprendida. Se sentó en el lugar donde le correspondía no sin antes esbozar una gran sonrisa que hizo que las demás miraran a Rin celosas. Rin sentía como si las miradas mataran pero para no parecer maleducada le devolvió la sonrisa con dificultad, sabiendo que los demás no sabían que se conocían desde hace tiempo.
    - Nos volvemos a ver, Chibi-san. - susurró Len de forma burlesca. Rin estaba a punto de explotar, ¡odiaba que él le llamara así! Pero recordó las palabras de Gumi, tenía que llevarse bien con él, por lo que se limitó a ignorar el comentario, aunque estallaba de rabia y estuviera a punto de montar un follón.
    - ¿Por qué me pasa esto a mí? - pensó Rin lamentandose más el fallo de ir a la audición hace meses atrás.
    - ¿Es que no me vas a hablar en todo el día? - bromeó Len.
    - No si me sigues llamando Chibi-san. - contestó Rin no muy animada.
    - Venga ya, Chibi-san – insistió el pelirubio. - Vale, no te llamaré nunca más Chibi-san. - prometió Len.
    - ¿Enserio? - preguntó irónica Rin, eso no se lo creía. No pensó que sería tan fácil.
    - Sí, pero con una condición – Oh, era tan perfecto para ser verdad. Rin suspiró con pesadez y le preguntó cual era esa condición – Enséñame el instituto, es que no conozco el lugar.
    La verdad, eso no se lo esperaba. Hace tres meses la echó de la audición que tanto ansiaba por cantar y ahora la misma persona se comportaba amable y simpático con ella. A Rin no le molestó la condición, pensó que tal vez había cambiado un poco y aceptó acompañarle.
    - Bueno, a ver dónde te puedo colocar Kaito. - el profesor examinaba de nuevo el aula pero esta vez en busca de un asiento para el peliazul hasta que lo encontró. - Ah, hay un sitio libre al lado de Hatsune-san. - Kaito se dirigió a su asiento y el profesor por fin pudo retomar la clase.
    La primera clase era aburrida para todo el mundo, ya que era una clase de historia. La mayoría fingía estar atento detrás de su libro de historia pero en realidad estaban durmiendo, Miku aburrida había decidido enviarle un papelito a Kaiko preguntándole si podía ir este domingo de compras con ellas. Cuando terminó de escribirlo, dobló el papel y le pidió a los demás que se lo pasaran sin que se diera cuenta el profesor.
    - ¿A quién le mandas ese papel? - preguntó el compañero de Miku, que estaba al lado suya en voz baja para que no le escuchara; estaba observando como ella escribía el papelito, por lo que le entró curiosidad.
    - A Kaiko, la chica del tercer asiento de la primera fila empezando por la ventana. - contestó Miku distraída y con desgana, no prestaba mucha atención a quién le estaba hablando debido al aburrimiento.
    - ¿A mi hermana, para qué? - preguntó de nuevo el peliazul.
    - ¿No es evidente? Le pregunto si este domingo puede venir a comprar. - mencionó la ojiaguamarina, sin dejar de mirar desesperada el reloj para que acabara la clase - ¿Pero por qué lo pregun...? - entonces se da cuenta de lo que dijo hace poco, ¿Kaiko, su hermana? - Espera...¿¡cómo que KAIKO es TÚ hermana! - gritó Miku a pleno pulmón y sorprendida mientras se levantaba de su asiento, pero cuando se dio cuenta, toda la clase la había escuchado, incluidos los de las otras clases. Parece que hoy no es su día.
    Miku tuvo que salir al pasillo por causar alboroto en clase pero los demás seguían comentando por lo que había dicho. Cuando acabó la primera clase Miku, Gumi y Rin se fueron corriendo hasta llegar donde se encontraba Kaiko en busca de respuestas.

    .o.o.o.o.o.o.o.​

    - Kaiko, ¿es cierto lo que ha dicho Miku? ¿Kaito es tu hermano? - preguntó Gumi y la interrogada asintió.
    - ¿Por qué no nos lo había dicho? ¡Es sorprendente! - alagó Miku.
    - Bueno... No me acostubro a hablar de mi familia y ya sabeis cuantos hermanos tengo. - eso era cierto, la última vez que nombró a sus hermanos, eran tantos que habría sido normal que se hubieran olvidado de alguno, al fin y al cabo la lista parecía infinita. - ¿Qué tal tú, Rin? Me pareció raro que no hicieras un escándalo... ¿No lo odiabas?
    - Bueno... sí, pero...
    - "¿Pero?" - repetían las tres mientras Rin juntaba sus dedos índices nerviosa.
    - Bueno... es que... no lo sé, pero se siente distinto a la última vez que lo vi.
    - No me digas que... ¿te gusta? - preguntaron las tres al unísono con una sonrisa pícara, lo que hizo que Rin negara bruscamente con la cabeza y sonrojada.
    - ¡No! ¡No es eso!
    - ¿Entonces qué? - suspiró Kaiko un poco cansada de esperar a que Rin se aclarara y lo digera de una vez.
    - Es extraño lo sé, pero lo veo más... amable. Dijo que no se burlaría de mí como lo hizo antes y... se ha portado simpático conmigo... - Rin todavía no se lo creía del todo, había gato encerrado.
    - Bueno, ¿no es mejor? Incluso podríais ser buenos amigos. - argumentó Miku.
    - Pero no sé... se comportaba algo raro...
    - ¿No será por el rumor que se comenta últimamente? - Rin preguntó cual era ese rumor pero la campana volvió a sonar por tercera vez y retomaron las clases.
    El descanso llegó para la aliviada clase, menos para algunos. Len estaba buscando a Rin para que le enseñara el instituto aunque no le costó mucho encontrarla.
    - Oye Chibi-san – le llamó Len – Enseñame el instituto. Me lo habías prometido.
    - Oh, es cierto. ¡Y no me llames Chibi-san! - Rin se levantó y acompañó a Len para enseñarle el instituto.
    - Esos dos hacen buena pareja, ¿no? - preguntó Kaiko, a lo que las demás asintieron.

    .o.o.o.o.o.o.o.​

    Salieron de la clase y recorrieron todo el instituto: la biblioteca, el gimnasio, la sala de profesores, la enfermería, el inmenso patio... hasta llegar a la azotea.
    - Y esta es la azotea – la azotea era bastante espaciosa: había varias flores plantadas alrededor del lugar y había varias sillas y mesas para sentarse; ideal para descansar y tomar el almuerzo.
    - Aquí se respira un aire bastante puro, me encanta las vistas. - Rin asintió por las palabras de Len, ese era uno de sus lugares favoritos.
    - ¿Sabes? Este es uno de mis lugares favoritos. Desde aquí se puede ver todo el instituto. - añadió Rin mientras esbozaba una gran sonrisa, pero Len solo desvió la mirada. - ¿Te pasa algo?
    - N-No nada – asintió nervioso.
    - ¿Será por el rumor? Las demás no me lo han dicho todavía – pensó Rin. De repente Len habló con ella y dejó de estar en las nubes.
    - Oye, todavía no me has enseñado la sala de música. - insistió Len, desde hace un buen rato él quería visitar esa sala pero decidieron que iban a dejar esa sala para el final por petición de Rin.
    - Oh, es verdad, casi se me había olvidado – asentía Rin nerviosa con una mano en la cabeza – No quiero ir... - pensó.
    - Rin estaba distraída, hace tiempo que no visitaba la sala de música excepto para las clases, no le gustaba mucho ir. Pero de repente mientras bajaba las escaleras, se resbaló y estaba a punto de caerse. Ella cerró fuertemente los ojos esperando el impacto, pero nunca llegó. Abrió los ojos lentamente para saber que había pasado; Len la había protegido del impacto.
    - ¿Estas bien? - preguntó el pelirubio.
    En ese momento el se veía muy preocupado y respiraba agitadamente. Algunas veces él tenía ese lado encantador.
    - S-sí, me encuentro perfec... - pero ella no pudo acabar la frase debido a que Len empezó a pellizcarle las mejillas.
    - ¡No vuelvas a andar distraída nunca más! ¡Podrías haberte roto un hueso! - le regañó a Rin. Él realmente estaba preocupado por ella, por lo que Rin se sentía feliz por dentro.
    - ¡Lo siento! Pero deja de pellizcarme. - Len la soltó mientras ella se frotaba las mejillas con un poco de dolor. Pero ella se fijó en que tenía un moratón en la mano, seguramente era por la caída – Len, ¿¡te encuentras bien! Tu mano... - exclamó ella con preocupación; en ese momento se sentía culpable.
    - Ah, ¿esto? - señalándose la mano – No es nada grave, en se...
    No pudo acabar la frase porque Rin sacó un pañuelo y le hizo una benda con éste. Len se oponía diciendo que estaba bien pero ella no le hacía caso, eso era lo único que podía hacer por ahora. Mientras Rin le bendaba la mano, él desviaba la mirada algo avergonzado, no le parecía tan grave, pero al verla tan preocupada, no pudo negarse.
    - ¡Listo! - dijo Rin orgullosa por su buen trabajo.
    - No era necesario – se quejó Len.
    - Lo sé, pero es lo único que podía hacer para ayudarte. - Rin inflaba sus mofletes como una niña pequeña, a lo que Len no pudo evitar reírse.
    - Jejeje, que rara eres, Rin – Len esbozaba una sonrisa bastante sincera, parecía un ángel.
    Rin no pudo evitar sorprenderse, era la primera vez que lo veía sonreir de esa manera, aunque solo se hayan visto una vez hace tres meses, ella sentía como si le conociera desde siempre. Se sentía feliz, era la primera que le llamaba por su nombre.
    - Es... la primera vez que me llamas por mi nombre.
    Len apartó otra vez la mirada y se levantó, dándole la espalda a Rin, con la mano en su boca intentando disimular su sonrojo.
    - ¿Por qué te sonrojas, Len? Idiota. - pensaba Len para si mismo. - Bueno, ¿nos vamos a ir ya a la sala de música? - insistió él impaciente.
    - Sí, sí – asintió Rin – Algunas veces él puede verse lindo – pensó ella mientras Len se alejaba.
    - ¡Rápido! ¡Si no vienes te dejo, Chibi-san! - exclamó el desde lejos con una sonrisa.
    - ¡Ah, me habías prometido qué no me llamarías así! - gritaba Rin enfadada mientras le perseguía.
    - Sobre eso... ¡mejor lo retiro! ¡Me gusta verte así de molesta! ¡Ven rápido! - Rin estaba molesta y enfadada, pero solo pudo suspirar.
    - ¡Espera! ¿Acaso sabes dónde está la sala de música?
    - Uy, es cierto... - decía Len mientras se detenía, haciendo que Rin le alcanzara y le diera un golpe en la cabeza no muy fuerte, enfadada por llamarla así.
    - No sé si me podré llevar bien con este chico – pensó ella. Pero lo que no sabía es que ese chico daría un giro inesperado a su tranquila vida.
    Continuará...
     
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    Kirino Sora

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    Romance/Amor
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    Capítulo III – El trabajo de Rin
    - ¿Rin? ¡Rin! ¿Me estás escuchando? ¡Rin!
    La última clase había finalizado y Rin estaba recogiendo sus cosas bastante molesta, sin hacer caso omiso a Miku, que intentaba desesperadamente que su amiga le hiciera caso de una vez.
    - ¡No has hablado desde la hora del almuerzo! ¿Qué te pasa? ¿Ha pasado algo?
    - ¡Nada! Estoy perfectamente. - contestó ella cortantemente y molesta.¿Por qué se sentía tan molesta?
    Entonces en su mente apareció la imagen de cierto chico pelirrubio, ella estaba enfadada por su culpa.
    - ¿Por qué me lo tuvo que recordar? ¡Lo odio! - pensó ella mientras recordaba lo que pasó hace horas atrás.
    Flashback
    Los dos se dirigían a la sala de música por petición de Len, que desde hace un buen rato insistía en ir. Muchas de sus admiradoras miraban a Rin celosas por estar cerca de él, al fin y al cabo él era bastante famoso.
    Pero no le quedaba más remedio ya que le había prometido que le enseñaría la academia.
    - ¿Por qué me miran así? Es demasiado incómodo, quiero llegar ya... - pensaba Rin bajo las atentas y amenazadoras miradas de las fans.
    Pero esa incomodidad no duró mucho porque ya habían llegado a la sala de música.
    Rin abrió la puerta y entró seguido de Len; la sala era impresionante. Era inmensa, de paredes bastante gruesas para no molestar a las demás clases, con su brillante suelo de mármol, el piano de cola y los instrumentos guardados en la habitación continua.
    Aunque para ella era normal, al fin y al cabo esa era una de las mejores academias relacionadas con la música.
    - Bueno, ya hemos llegado. ¿Qué te parece? Impresionante, ¿verdad?
    - Más que eso, ¡es magnífico! Sabía que era buena idea venir a esta academia.
    Len seguía contemplando la sala como si fuera un niño pequeño al que le acababan de comprar un juguete nuevo, por lo que Rin no pudo evitar soltar una pequeña risita.
    - ¿Qué es tan gracioso?
    - No, nada. Antes te veías lindo.
    De repente un incómodo silencio inundó la sala y ni uno de los dos hablaba. Rin se acababa de dar cuenta de lo que había dicho por lo que se sonrojó un poco y se volteó de espaldas a él. ¿Por qué había dicho eso?
    Ella lo odiaba pero, por algún motivo ese odio parecía haber desaparecido. ¿Era porque se parecían mucho? ¿O porque se había portado bien con ella? No lo sabía. Entonces, ¿qué era ese extraño sentimiento?
    Se volvió a girar para verlo, creía que estaba molesto con ella pero en cambio su cara tenía un ligero color rojizo. ¿Estaba sonrojado?
    - ¿Acaso él... está avergonzado por lo que he dicho?¿Por qué?
    Rin se dirigía lentamente en dirección al piano. Len seguía desviando la mirada pero cuando ella posó sus dedos en las teclas, le preguntó:
    - ¿Tocas el piano, Rin?
    - ¡Sí! Desde los cinco años. - contestó ella animada – Mis padres...
    Pero nunca acabó la frase, acababa de recordar esos momentos dolorosos que no quería recordar nunca más. Su alegre mirada se convirtió en una mirada que emitía tristeza y dolor. ¿Por qué se tuvo que acordar?
    - ¿Qué decías de tus padres? - él dejó de desviar la mirada pero al verla tan triste, no pudo evitar preocuparse – Rin, ¿te pasa algo?
    - No... No es nada, no te preocupes. - mintió ella fingiendo sonreir.
    - No mientas, te pasa algo. Tan pronto como acabas de nombrar a tus padres...
    Pero él fue interrumpido por el sonido de la puerta al abrirse. En la puerta se encontraba Utaune Nami, una senpai del club de música.
    - ¡Hola Rin! Ya me parecía haber escuchado tu voz. Hace tiempo que no te pasas por el club. ¿Quién es ese chico que te acompaña?
    - Hola, me llamo Kagamine Len. Y tú eres...
    - Nami. Utaune Nami, ¡encantada de conocerte!
    Era el fin. Cada vez que Nami hablaba con alguien siempre se salía de la lengua y decía algo que no debía haber dicho. Rin rezaba para que ella no dijera algo innecesario, sobre todo si se trataba de sus padres pero parece que fue en vano.
    - Len, ¿conoces el musical "Story of evil"? ¡A mi me encanta! Mi canción favorita es la hija del mal.
    - Se acabó. Es el fin. Va a decir lo único que no quería que supiera.
    - ¿"Story of evil"? Pues claro que lo conozco, es mi musical favorito. No paraba de escuchar mi canción preferida, el sirviente del mal.
    - ¿En serio? ¡Qué suerte encontrar otro fan! Por desgracia las personas que interpretaban a la hija y el sirviente del mal murieron. Que pena, ellos crearon el mejor musical que he escuchado. ¿Sabes una cosa, Len? ¡A Rin también le encanta ese musical! De hecho, Rin es...
    Pero ella no pudo acabar su frase debido a que se escuchó un estruendo perteneciente al piano. Len y Nami se giraron para ver quién o qué lo había causado, había sido Rin.
    - Ah, lo siento, tropecé y para no caerme me apoyé en el piano pero mis manos cayeron encima de las teclas. Bueno Nami-senpai, querría charlar con usted un rato más pero tenemos que volver, si nos disculpas.
    Rin cogió a Len por la muñeca y se fueron rápidamente de la sala e iban en dirección al tejado. Len se quejaba por el comportamiento de la pelirrubia pero cuando llegaron se soltó bastante molesto.
    - ¿¡Pero que te pasa! ¡No pareces tú!
    - ¿¡Y tú qué sabes sobre mí! ¡Nada!
    - ¡Solo pretendo ayudarte!
    - ¡Pues no necesito tu ayuda! ¡Déjame en paz!
    Los gritos por parte de los dos se hacían más fuertes a medida que la conversación seguía. Nadie parecía escuchar los gritos de los dos por lo que la discusión duró y duró hasta casi perder la voz pero seguían enfadados, intentándose gritar entre sí.
    - ¡No lo entiendo! ¿¡Por qué estás enfadada conmigo! ¡No he hecho nada!
    Rin intentaba refutar esa pregunta pero él tenía razón. ¿Por qué estaba enfadada? No lo entendía. No parecía ser ella. Había una atmósfera muy incómoda en ese lugar, nadie era capaz de hablar y el silencio se apoderaba del lugar.
    Pero de repente Rin notó que algo caía por sus mejillas. ¿Eran lágrimas? Ella intentaba secarse las lágrimas desesperadamente pero seguían desbordandose de sus ojos. El enfado de Len rápidamente cambió y no pudo evitar sentir un poco de pena y culpa, se había pasado un poco con ella. Len estaba a punto de consolarla hasta que Rin se dirigía a la puerta lo más rápido que podía pero él la detuvo cogiéndola por la muñeca.
    - ¿Por qué estoy llorando? No quiero que me vea así... no... - ella intentaba soltarse del agarre del pelirrubio pero no funcionaba - ¡Suéltame! ¡No quiero seguir hablando contigo! Por favor... suéltame...
    - Rin...
    - Yo... ¡te odio! - de repente Len la soltó pero se veía dolido, le había herido. Ella se estaba a punto de disculpar pero él se adelantó.
    - Ya veo... Entonces no me voy a entrometer más... Lo siento...
    Esas palabras le dolieron bastante. Len se fue en silencio sin decir nada dejando a Rin sola, llorando. Se sentía tan culpable, "¿por qué lo he tratado así?" se preguntaba. Recordar era más doloroso de lo que parecía. Al volver a clase ninguno de los dos se dirigían la palabra, ni siquiera se miraban hasta que terminaron las clases.
    Fin del flashback
    - ¡Rin! ¿Qué te pasa? - volvió a preguntar Miku bastante preocupada.
    - Nada, no te preocupes – contestó Rin esta vez más tranquila, pero parecía que eso hizo que Miku se preocupara más.
    - No te obligaré a que me lo cuentes... Pero recuerda que quedamos el domingo a las diez, enfrente de mi casa.
    - Vale. Me tengo que ir a trabajar, hasta luego. - Rin se fue de la clase en dirección al lugar donde trabajaba dejando a una Miku preocupada.
    - Espero que estés bien, Rin...

    .o.o.o.o.o.o.o.​

    - Ya he llegado, siento el retraso.
    - Oh, creía que no ibas a llegar, Rin-chan. - dijo Haku, la dueña del acogedor bar en donde ella trabajaba. - Rápido, ve a ponerte el uniforme.
    Rin se va a los vestidores a cambiarse para trabajar; el uniforme se componía de un vestido negro que llegaba por encima de las rodillas con un lazo de color blanco en el pecho, de mangas que llegan hasta los codos y un pequeño delantal blanco por encima del vestido. Cuando terminó de cambiarse, se encontró con Miki.
    - ¡Hola Rin! ¿Qué tal estás?
    - Bien... - mintió ella. Todavía se sentía un poco culpable de tratarlo así solo porque la quería ayudar.
    - Utane Rin, no me mientas. ¿Qué ha pasado? ¿Tiene que ver con un chico? - Rin solo la miró sorprendida sin decir nada. ¿Cómo ha podido acertar a la primera sin que dijera nada? Ya sé que siempre ha tenido un don para adivinar los problemas de los demás de casualidad pero eso era demasiado sorprendente.
    - Tú... ¿Cómo lo has sabido? - preguntó la sorprendida mirándola de reojo.
    - ¿En serio? ¿He dado en el blanco?
    Rin no tuvo más remedio que contarle lo que le había pasado, sin decirle que la persona con la que se había peleado era ni más ni menos que Len. Si se lo contaba, tal vez se desmayaría de la sorpresa, por no decir que era una gran fan de Double Mirrors y no la dejaría en paz hasta que consiguiera un autógrafo.
    - Ya veo...
    - Yo... no sé que hacer. Me siento algo arrepentida. - las dos estaban sentadas cerca de la barandilla esperando a que abrieran, ya que tenían que esperar hasta que Piko regresara de las compras que le habían mandado.
    Rin solo miraba fijamente el suelo con pena. Pero de repente, Miki le dio una fuerte palmada en la espalda.
    - ¡Oye! ¿A qué venía eso?
    - Sin duda eres estúpida.
    - ¿Qué? - Rin se extrañaba por el comportamiento de la pelirroja, de repente ella tenía una cara bastante seria pero por un segundo sus ojos parecían mostrar tristeza.
    - Eres estúpida, Rin. Si te has peleado con alguien, y te sientes realmente culpable de herirlo, pídele perdón.
    - Eso ya lo sabía aunque no me lo dijeras. Pero, no me atrevo a mirarle a la cara.
    - Pero ten en cuenta que, cuanto más tiempo pase sin que hagáis las paces, habrá un punto en el que ni siquiera os habléis.
    Miki tenía razón. Solo tenía que disculparse de verdad y le perdonaría, había sido una tonta. Esas palabras hicieron que Rin se animara. Minutos después Piko llegó con las compras y por fin pudieron abrir. Todo iba normal como un día cualquiera pero...
    - ¡Bienvenido al... - pero no pudo acabar la frase por lo impresionada que estaba.
    Enfrente de la puerta se encontraba cierto chico de cabellos rubios con el que se había peleado hace horas atrás. ¿¡Qué hace Len aquí!? Pensó ella como si el mundo se le viniera encima. Los dos no decían nada, no sabían que hacer, pero Rin recordó que tenía que trabajar, tenía que actuar naturalmente como un día cualquiera.
    - Po-Por favor, déjeme acompañarle hasta su mesa – Len solo asintió y siguieron su camino. ¿Cómo haría para disculparse con él?
    Cuando llegaron a una mesa libre, él se sentó, Rin anotó su pedido y se fue a la barandilla, donde se encontraba Haku.
    - ¿Qué te pasa Rin? Hoy estás extraña, no trabajas como siempre.
    Lo siento, pero no me pasa nada. Intentaré trabajar como es debido. - mintió ella.
    Bueno, mejor ve a tomarte un pequeño descanso, ya casi es la hora. - Rin asintió y se fue a descansar en los vestidores. Mientras con Len...
    - ¿Por qué estoy actuando así? ¿¡Y qué hace ella aquí!
    Len seguía pensando el porqué Rin trabajaba pero esos pensamientos fueron interrumpidos por la voz de un anciano que estaba al lado de su mesa.
    - Oye jovencito, nunca te he visto por aquí, ¿es la primera vez que vienes?
    - Sí. Un amigo mío me habló de este sitio.
    - Ya veo, ya veo... Espero que te quedes un ratito más, pronto comenzará lo mejor. - el anciano le sonrió amistosamente como si estuviera hablando con su nieto.
    - ¿Lo mejor? - repitió Len.
    - Sí. Dentro de poco una jovencita, creo que de tu misma edad, va a tocar el piano que está ahí. – explicó el anciano señalando un piano que se encontraba cerca de la ventana, en una esquina – Todos los que venimos aquí venimos para escuchar canciones de nuestro musical favorito: "Story of evil".
    - "Story of evil"... ¡Ya tengo ganas de que empiece!
    - Sí, y la persona que lo toca no es ni más ni menos que... ¡Uy, ya es hora de que empiece! - el anciano volvía a su asiento mientras Len le insistía en que acabara lo que iba a decir.
    - ¿Qué? ¡Por favor, anciano, acaba la frase! ¿Quién es la persona que toca el...? - pero nunca acabo la frase ya que todo el mundo empezó a aplaudir y silbar emocionados.
    - ¡Ya empieza! - anunciaba un hombre de una de las mesas. Len curioso, no pudo evitar escuchar lo que cuchicheaban esos hombres.
    - La canción de hoy es "Servant of evil", ¿no? - preguntó un hombre que estaba al lado del tercero.
    - ¡Sí, sí! Tenía ganas de escuchar esa canción. - añadió un tercer hombre bastante contento.
    Todo el mundo estaba aplaudiendo mientras alguien empezaba a salir de la puerta, alcanzando a ver a cierta pelirrubia de ojos azules; era Rin.
    Len aún estaba en shock, ¿Rin era la pianista del local? Rin se sentó en una silla que estaba enfrente del piano, sacó las partituras, respiró hondo y empezó a tocar. Tan pronto como ella comenzó a tocar, un sentimiento de nostalgia le invadió y, sin razón alguna, se levantó, se acercó a Rin y empezó a cantar.
    Tú eres la princesa,
    yo soy el sirviente
    Destino dividido
    Gemelos lamentables.
    Para poder protegerte y verte reír
    me llegué a convertir yo en el malvado
    Como se esperaba, nosotros nacimos
    con la bendición de las campanas de la iglesia.
    Sólo por el egoísmo de los adultos
    Nuestro futuro fue dividido en dos.
    El mundo tiene guardadas sorpresas
    Y se convirtió en nuestro enemigo.
    Yo quiero protegerte
    para que vuelva esa sonrisa que me hace tan feliz.
    Tú eres la princesa, yo soy tu sirviente
    Destino dividido
    Gemelos lamentables.
    Para poder protegerte de todo el mundo
    me llegué a convertir yo en el malvado.
    Cuando me encamine hasta el país vecino
    vi a esa chica de verde que pasaba por allí.
    Su voz y su sonrisa me asían tan feliz
    que me enamoré a primera vista de ella.
    Pero la princesa quería que esa chica
    desapareciera de este mundo.
    Yo lo cumpliré y así descansara, pero...
    ¿¡Por qué esto me hace tan infeliz!
    Tú eres la princesa, yo soy tu sirviente
    destino dividido
    guiados por el dolor.
    Para hoy tenemos flan de merienda
    oh, tu sonrisa, una caricia inocente.
    Pronto este país será derrumbado
    por mano de los ciudadanos enfadados.
    Si esto es lo que merecemos los dos
    No debes preocupar culpa tuya no será.
    Voy a prestarte ahora mi ropa
    Póntela, ya escapa de aquí.
    Estará bien, nosotros somos gemelos
    no se van a dar cuenta, solo escapa.
    Yo soy la princesa, tú eres la fugitiva
    destino dividió
    gemelos tan tristes.
    Si tú eres malvada no importara
    yo tengo tu sangre corriéndome por mis venas.
    Hace muchos, años atrás
    muy lejos de acá
    existió un reino de la mala humanidad.
    Y allí reinaba, la sonrisa de
    Mi muy querida y preciosa hermana.
    En esa parte de la canción, necesitaba a alguien para que cantara la parte de la Hija del Mal, que era breve. Cuando Len empezó a cantar de nuevo, una voz la estaba acompañando; era la voz de Rin.
    Incluso si todo el mundo
    [Rin:Al fin y al cabo la hora de muerte llego]
    se convierte en nuestro enemigo
    [Rin:Las campanas anuncian aquel su acabo]
    Quiero protegerte Para que vuelva
    [Rin:y sin dirigir la mirada al publico]
    sonrisa esa sonrisa que me hace tan feliz
    [Rin:Tu hablas mi línea sin temor]
    Tú eres la princesa, yo soy tu sirviente
    Destino dividido
    Gemelos lamentables.
    Para poder protegerte de todo mal
    me llegué a convertir yo en el malvado.
    Si alguna vez vuelvo yo a nacer
    quiero que juegues conmigo otra vez.
    Rin seguía tocando lo que quedaba de la canción hasta que llegó a su fin y todo el mundo empezó a aplaudir. La actuación de Len en la canción la había tomado desprevenida. Era el momento para disculparse.
    - Esto... Len, yo...
    - Rin, pérdoname por lo de esta tarde.
    - ¿Qué?
    - No debí de meterme en lo que no debía, debía de ser algo bastante personal, lo siento.
    - No... yo... también lo siento. No debí de haberte tratado así.
    - ¿Disculpas aceptadas?
    - Disculpas aceptadas.
    Ellos siguieron charlando durante un rato pero después Rin tuvo que seguir trabajando. Cuando era hora de cerrar, Len se ofreció a llevarla a su casa.
    - Una pregunta Rin.
    - ¿Sí? Soy todo oídos.
    - Me preguntaba si realmente decías en serio lo de que tú me odiabas.
    - Bueno... sobre eso... creo que fue mas bien un impulso. Lo siento.
    - Disculpas aceptadas. Pero... eso me dolió mucho, necesito una recompensa por eso. - ironizaba él con una sonrisa.
    - ¿Una recom... - pero de repente Len la había jalado por el hombro y la abrazó por la espalda. Ella tenía la cara bastante roja como un semáforo. Estaba a punto de reprocharle algo hasta que la soltó, se sentía un poco desilusionada. - ¿A qué venía eso?
    - Ya te lo dije, ya he ido por mi recompensa. - comentó Len aún esbozando una sonrisa. Le encantaba verla así de molesta.
    - Tú... Len, te has metido en un buen lío.
    Ellos seguían corriendo disfrutando del cielo nocturno hasta que llegaron a casa de Rin.
    - Bueno, hasta mañana, Rin.
    - Sí, hasta maña... - pero ella al abrir la puerta, se chocó con alguien que conocía bastante bien.- Auch, eso duele.
    - ¿¡Qué horas son estas para llegar a casa! - gritó una chica más mayor que Rin, parecida a ella pero con el pelo más largo.
    - ¿¡Lily!?
    Continuará...
     
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    Hatori Mikki

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    Awww que lindo Len la abrazo y claro luego ella se molestó jajajaja. Me dejás con la intriga que pasará quiero ver a Len y a Rin más tiempo juntos!! XD

    Gracias por avisarme esta vez y ahora tienes que volverme a avisar de la proxima :p. Muy buena.
    Un besote, Saludos^^
     
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    Kirino Sora

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    Romance/Amor
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    Capítulo IV—Encuentros
    —¡¿Lily?! ¿Qué haces aquí? ¿No estabas estudiando en Francia?—preguntó Rin sorprendida por su inesperada llegada.
    Se suponía que Lily, la hermana mayor de Rin, había ido el año pasado para estudiar y convertirse en una famosa diseñadora de moda. Pero parece que ha acabado sus estudios más pronto de lo que esperaba, ya que eran tres años de aprendizaje.
    Rin seguía mirándola asombrada, como si ella acabara de salir de un accidente sin ningún rasguño. En cambio, su hermana la miraba enojada, con la misma mirada de una madre a punto de regañar a su hija.
    —¿Por qué has tardado tanto Rin? ¡No sabes lo preocupada que estaba!—sermoneó la mayor con enfado.—Además, podrías haberme dicho que estabas con tu novio.
    Esas palabras hicieron que tanto Rin como Len se ruborizaran y se miraran mutuamente. Pero rápidamente voltearon sus miradas y volvieron a mirar a Lily bastante exaltados. Cuando Rin estaba a punto de refutar lo que había mencionado su hermana pero Len se adelantó.
    —Siento decepcionarla, pero Rin y yo no somos novios. Solo somos amigos; además, hoy acabo de llegar al instituto, sería demasiado pronto que me echara novia.—declaró Len tajantemente. Esas palabras había lastimado a Rin, ¿pero por qué? Casi no se habían conocido, apenas eran amigos y mucho menos eran ni serían novios; pero entonces, ¿qué era ese dolor que sentía en el pecho?—Yo simplemente me encontré con ella y me ofrecí para acompañarla a su casa.—intentó aclarar él, ya que Lily no parecía muy segura de lo que le estaba contando.
    —Mmm... Ya veo, siento el malentendido... esto... ¿Cómo te llamas?—preguntó la mayor de las Utane.
    —Me llamo Kagamine Len. Encantado de conocerla.
    —Yo me llamo Lily. Utane Lily. Soy la hermana mayor de Rin.—la sonrisa que ella mostró hace unos segundos se borró rápidamente, sustituyéndolo con una mirada amenazante y llena de enfado hacia su hermana.—Y tú, Rin, podrías haber llegado más temprano, me tenías preocupada.
    —Si me hubieras mandado un mensaje habría hablado con Haku-san y habría llegado antes.—replicó ella con un deje de fastidio; ni que fuera su culpa que no la avisara de que regresaba hoy.—Bueno Len, gracias por acompañarme hasta mi casa.
    Su hermana ya había entrado en casa y Rin estaba a punto de hacer lo mismo pero repentinamente, Len la había cogido de la muñeca. El silencio que se produjo fue bastante profundo, él seguía agarrándola firmemente por la muñeca sin soltarla con un pequeño rubor en sus mejillas no muy visible para Rin, que estaba extrañada por el comportamiento del pelirrubio.
    —¿Len? ¿Pasa algo?—titubeó Rin dudosa, notando que sus mejillas adquirían poco a poco un color carmesí similar al de Len.
    —Estaba pensando si...el domingo tú podrías...—las palabras seguían sin salir y la frase estaba inacabada, ¿qué quería decir?
    —¿El domingo?—preguntó ella sin entender lo que le quería decir.
    —N-no es nada... Da igual, solo era una tontería. Bueno, hasta mañana.—Rin estaba a punto de preguntarle otra vez que quería decirle pero él se despidió velozmente y se fue corriendo, dejándola sola enfrente de su casa.
    Ella observaba como el chico se alejaba cada vez más y como se hacía más pequeño debido a la lejanía. Cuando casi no se podía apreciar entre la oscura noche, entró en su casa, cenó mientras su hermana Lily y ella se preguntaban entre si como lo habían pasado sin estar la una con la otra y subió a su habitación bastante cansada, ese día había sido agotador.
    Rin se tumbó en su cama boca arriba, observando el techo y recapitulando lo que le había pasado hasta hoy. En primer lugar lo había conocido en una audición hace tres meses, al escucharle cantar. Ella aún no entendía el porqué la echó de la audición, sin motivo alguno, lo que hizo que sintiera un inmenso sentimiento de odio hacia el pelirrubio.
    Hoy, tres meses después de la audición, vuelven a encontrarse, está en la misma clase que ella y además él está sentado al lado suya. Al principio creyó que era demasiada casualidad en un día, todavía no se había olvidado lo que había hecho, pero cuando le pidió que le enseñara los alrededores, todo cambió.
    Cuando ella estaba a punto de caerse por las escaleras, él corrió rápidamente hacia ella y la protegió del impacto. Eso hizo que el odio que sentía por él, bueno, la mayoría, cambiara a un sentimiento de aprecio por parte de Rin. Antes le odiaba tanto que ni lo quería ver y ahora eran casi como amigos de toda la vida. Pero eso no duró mucho.
    Todo se volvió a complicar cuando llegó su senpai, Utaune Nami, y empezó a contar cosas que no quería que Len supiera. Por fortuna, pudo impedir que ella dijera más de la cuenta pero eso causó otra pelea por parte de los dos. Otra vez Rin sentía un nudo en el estómago por lo insensible que había sido con él el día de hoy. Horas más tarde se volvieron a encontrar, pudiendo hacer las paces y enterarse que a Len también amaba su musical favorito,"Story of evil".
    En el momento que los dos empezaron a cantar juntos, parecía un momento mágico y a la vez eterno para los dos. Su corazón sentía calidez y nostalgia al volver a cantar, aunque solo fue un poco. No volvió a cantar en esos tres largos meses, sin embargo su interior pedía a gritos cantar de nuevo pero su mente se negaba a querer cantar nunca más. ¿Por qué será?
    Pero lo que más le dolió en ese día, por alguna extraña razón, fue cuando Len confesó a su hermana que solo eran amigos. Sabía que dijo eso para aclarar ese pequeño malentendido pero, ¿por qué sentía ese inmenso dolor en el pecho? Al fin y al cabo solo dijo la verdad. Solo eran amigos.
    Amigos, esa palabra volvió a resonar en su interior y volvió a sentir ese enorme e inexplicable dolor. Le dolía por algún motivo. Y en todo el tiempo que estuvo hoy con él, sintió un sentimiento de nostalgia, tenía la sensación de que hace mucho, mucho tiempo, también sintió esa calidez que solo Len podía emitir. Pero eso no podía ser posible, ¿o sí?

    Los días pasaron sin dificultad hasta que llegó el domingo. Hoy había quedado con Miku y las demás enfrente de su casa a las diez para ir de compras. Eran las ocho de la mañana y Rin se estaba despertando con dificultad debido al sueño que tenía; pero tenía que preparar el desayuno, así que se levantó y después de cepillarse los dientes se dirigió en dirección a la cocina.
    Pero se asombró al ver a Lily ya despierta, preparando el desayuno. Normalmente cuando ellas todavía estaban juntas, era Rin la que se despertaba primero y le preparaba el desayuno a su hermana, ya que su hermana estudiaba hasta tarde y no quería despertarla. Quería hacer algo por ella, aunque fuera un poco, y empezó a preparar el desayuno todas las mañanas. Pero parece que eso ha cambiado.
    Rin contemplaba somnolienta a su hermana, sin que ella se percatara de su presencia; no obstante, cuando Lily iba a poner los platos en la mesa, se fijó en que su hermana pequeña se había despertado.
    —¡Oh Rin! ¿Ya te has despertado, dormilona?—se reía la mayor a la vez que esbozaba una sonrisa en sus labios y miraba afectuosamente a su hermanita.
    —¿Lily? ¿Qué haces preparando el desayuno? Pensé que seguías durmiendo.—afirmó Rin sin despegar la vista en lo que estaba cocinando; tenía buena pinta y las tripas le rugieron.
    —¡Jajaja! Veo que tienes hambre, ¡pues no esperemos más!—su hermana reía cada vez más fuerte, tanto que creía que se iba a quedar sin voz.
    Por un momento se avergonzó por el ruido que acababa de hacer su estómago, pero ese rubor cambió prontamente en una sonrisa. Las dos se sentaron en la mesa y desayunaron animadamente. Hacía tiempo que ella no probaba la comida de su hermana mayor que casi lloraba de lo bueno que estaba. Seguramente Lily habría aprendido a cocinar algo en el tiempo que ella estaba en Francia. Ya había pasado dos años desde la última vez que comió con alguien.
    —Y dime Rin, ¿por qué te has levantado tan pronto?—preguntó Lily con curiosidad.
    —¿Que para qué, dices? Pues para preparar el desayuno pero parece que alguien me ha adelantado hoy.—respondió la pelirrubia más pequeña con tono burlón y se volvieron a reir—Vale, en realidad me quería despertar temprano porque hoy había quedado con alguien.—admitió ella antes de empezar a beberse el chocolate caliente.
    —¿Eh~? Entonces hoy has quedado con el chico del otro día, ¿no?—expresó su hermana con una sonrisa burlesca, lo que hizo que se atragantara y derramara un poco de chocolate en la mesa.
    —¡Ay quema!—mientras Rin protestaba por lo caliente que estaba el chocolate, Lily no pudo evitar soltar una pequeña risita, se sentía un poco arrepentida—¿¡P-pero que dices, Lily! ¡He quedado hoy con Miku y las demás para ir de compras! ¡Además, no saldría con él ni aunque fuera el fin del mundo!—mintió ella. Otra vez sentía esa punzada en el pecho.
    —Que pena... Me cae bien el chico aunque, no sé por qué, recuerdo haberlo visto en alguna parte.—confesó Lily. ¿A ella también le pasa? "¿A Lily también? Entonces no es solo mi imaginación..." pensó Rin.
    —¿Y tú qué Lily? ¿Qué hacías despierta tan temprano?—preguntó esta vez la menor de las Utane.
    —Para buscar trabajo como diseñadora de moda. Hoy voy a ir a la entrevista. ¿No te lo conté ayer por la noche mientras cenábamos?
    La verdad es que no se acordaba, tenía la mente tan confusa y distraída que casi no se enteraba. Rin miró el reloj que estaba colgado enfrente de ella; eran las nueve y media. ¿¡Tan tarde era! Ella se acabó el desayuno lo más rápido que pudo y subió las escaleras velozmente para entrar en su habitación y cambiarse.
    Llevaba una blusa blanca de mangas cortas que tenía un lazo de color amarillo en el pecho, una falda de color marrón que le llegaba entre cinco y ocho centímetros por encima de las rodillas, un medallón de color dorado que tenía sus iniciales y su fecha de cumpleaños grabadas en él regalado por sus padres cuando cumplió tan solo un año, medias blancas, zapatos negros y había sustituido su característico lazo blanco que siempre llevaba por un gran lazo del mismo color que el de su falda.
    Volvió a mirar su reloj, ¡eran las nueve menos cuarto! Rin se despidió rápidamente de su hermana y se fue. Su casa no estaba tan lejos pero se tardan unos quince minutos en llegar. Después de salir de su casa estuvo andando tranquilamente hasta llegar a la casa de Miku.

    Da igual cuantas veces hubiera visitado su casa, siempre le parecía inmensa. Era una casa de tres pisos, de paredes blancas y suelo de mármol, detrás de la casa había un jardín lleno de hermosas flores y en el sótano había una gran sala para practicar música.
    Rin estaba a punto de tocar al timbre hasta que de repente la puerta se abrió, dejando ver a la madre de Miku. Ella tenía un gran parecido con su hija: tenía el cabello suelto y largo de color verde aguamarina, los ojos del mismo color que su pelo, piel muy blanca y suave y una sonrisa brillante como la de su hija.
    —Ya me parecía a mí, buenos días Rin-chan.—saludó ella trazando una sonrisa en sus labios.
    —Buenos días, Midori-san—saludó Rin también devolviéndole la sonrisa.
    —Entra mientras que yo llamo a Miku, ¿vale?—sugirió Midori mientras subía las escaleras en busca de su hija, que se encontraba seguramente en su habitación del tercer piso, pero no fue necesario ya que ella estaba bajando las escaleras velozmente de dos en dos.
    —¡Bienvenida Rin!—Miku se dirigía en dirección a la pelirrubia a la velocidad de la luz y la abrazó tan fuerte que casi no podía respirar.
    —Mi-Miku...
    —¿Qué pasa Rin?—preguntó ella alegremente.
    —No... No puedo respirar...—objetó Rin intentando soltarse del fuerte apretón si no quería quedarse sin aire.
    —Ah, lo siento... Estaba demasiado animada...—se disculpaba al mismo tiempo que la soltaba.
    Miku llevaba puesto una polera verde aguamarina de mangas cortas, debajo de la polera se puso una camiseta de color negra sin manga y con tirantes, unos pantalones vaqueros cortos que le llegaban por medio muslo, unas medias a rayas del mismo color que sus camisetas, unas botas blancas y su pelo tenía las mismas coletas de siempre.
    —Esperemos en mi habitación mientras llegan Gumi y Kaiko.—sugirió Miku con otra sonrisa idéntica a la de su asintió y las dos se encaminaron hacia su habitación.
    Las paredes eran del mismo color de su cabello y de sus ojos con detalles de notas musicales de color blanco dibujadas en ellas, la mayoría de sus muebles eran de color blanco como la cama, el armario, los estantes y el pupitre; cerca del escritorio había varias fotografías colgadas en la pared, en las que salían Miku, sus padres, Gumi, Kaiko, ella y el hermano mayor de Miku, Mikuo, que pertenecía a Double Mirrors como batería; delante de la ventana se encontraba el piano eléctrico que tocaban las dos desde que eran pequeñas y en el centro de la habitación había una alfombra cuadrada del mismo color que las paredes y los muebles con los mismos detalles musicales. Diez minutos después sonó el timbre.
    —¡Seguro que son Gumi y Kaiko!—afirmó Rin.
    —¡Pues bajemos!—sugirió Miku mientras abría la puerta para ir a saludarlas.
    Las dos bajaban rápidamente para ir a saludar a sus amigas. Cuando bajaron, vieron que Midori estaba abriendo la puerta, viendo que si eran Gumi y Kaiko.
    Gumi llevaba una sudadera naranja de mangas largas con capucha en la que debajo llevaba una polera verde de tirantes, unos vaqueros cortos negros, unas deportivas blancas y sus singulares gafas rojas.
    En cambio Kaiko llevaba un vestido azul cielo sin mangas con un lazo azul en el pecho, una chaqueta sin mangas de color índigo, tenía varias pulseras colgando por sus muñecas, botas marrones que le llegaban hasta las rodillas y había cambiado su típica bufanda azul por un fular del mismo color.
    —Bueno, ¿nos vamos ya?—sugirió Gumi, a lo que todas asintieron y se fueron en dirección a la estación de autobuses.

    Cuando ya habían llegado, todo estaba abarrotado de gente. Había millones de tiendas por los alrededores y no dudaron en visitar todas y cada una de ellas. Cuando ya habían acabado de visitar la última tienda, fueron a descansar en el mismo local de siempre. Solo eran las doce les mediodía, todavía era temprano para volver. Cuando todas estaban pensando que podían hacer Miku propuso una cosa.
    —Oye, ¿por qué no vamos al parque?—sugirió la peliaguamarina.
    —¿Al parque?—preguntó Gumi dudosa mientras se bebía su batido.
    —Sí, el jueves Mikuo me dio cuatro entradas y me dijo que hoy iban a hacer un concierto en el parque, para promocionar su nueva canción. Dijo que podíamos ir de paso para ver el ensayo si nos sobraba tiempo y quedarnos a ver el concierto.—explicó Miku entusiasmada por ir.
    —A decir verdad creo que mis hermanos Kaito y Akaito lo mencionaron en casa. Sobre que el domingo Double Mirrors tendría un concierto o algo así—confirmó Kaiko a la vez que tomaba su helado.
    —¡Y también mi hermano Gumo!—añadió Gumi refiriéndose al pianista del grupo.
    —¿Un concierto en el parque? Entonces eso era lo que me quería decir Len...—comentó Rin en voz alta sin darse cuenta y se tapó rápidamente la boca, como si no hubiera sido ella la que había dicho eso pero fue en vano.
    —¿Qué acabas de decir?—preguntó Miku curiosa pero ella negaba con la cabeza todavía con la mano en la boca.
    —¡Cuenta, cuenta!—rogaba la peliverde. Las dos se acercaban más y más con intenciones de hacer que lo cuente todo ya que eran muy, no, demasiado curiosas.
    —¿Y ahora que hago? ¡Por favor Kaiko, ayúdame!—le suplicaba la pelirrubia pero ella negó con la cabeza.
    —Lo siento Rin, pero yo también tengo curiosidad—confesó la peliazul.
    Ahora no eran dos curiosas, sino tres. Al ver que las tres se acercaban a ella no tuvo más remedio que contarles lo que pasó si no quería caerse de la silla. Cuando terminó de relatar la historia, se pusieron de acuerdo e irían a ver el concierto.
    De repente el corazón de Rin empezó a latir descontroladamente durante el trayecto al parque, no sabía el porqué. Sabía que el grupo estaba compuesto por los hermanos de sus tres amigas y Len pero, cada vez que mencionaba al pelirrubio o pensaba en él, se sentía avergonzada. "¿Pero que demonios me pasa últimamente?" pensaba Rin. ¿Cómo Len podía alterarla tanto?

    Cuando llegaron observaron el reloj que había en el parque; eran las doce y media. Todavía faltaba media hora más para el concierto. Las cuatro se fueron en dirección al escenario, donde seguramente estarían los cinco chicos. No tardaron mucho en divisar el escenario, había varias personas que estaban preparándolo todo para el concierto. Tan pronto como habían llegado, Mikuo, Gumo y Kaito se acercaron con sus uniformes de Double Mirrors ya puestos (para aclarar, son los de Vocaloid).
    —¡Gumi! ¿Qué haces aquí? ¿Acaso hoy no te habías ido de compras?—preguntaba Gumo a su hermana impresionado por encontrarla creyendo que estaba en alguna tienda disfrutando con sus amigas.
    —¡Qué malo eres, hermano! ¿Es que acaso tú hermana no puede ver el concierto de tu banda?—bufó la peliverde molesta por lo borde que era.
    —Pero de todos modos, ¿cómo es que estáis aquí? Pensé que ya se habían agotado las entradas.—comentó Kaito extrañado.
    —Bueno, sobre eso... el jueves yo le dí a mi hermana Miku cuatro entradas para que viniera ella y sus amigas a ver el concierto si tenían tiempo—intentó explicar Mikuo lo mejor posible.
    —Ya veo...—dijo el cuarto integrante, Akaito, que acababa de llegar para ver por qué tardaban tanto, lo que hizo que varios se asustaran de tan repentina llegada.
    —¡Akaito, qué susto nos has dado!—admitió Kaiko a la vez que los demás asentían—¿Cuándo habías llegado?—preguntó la peliazul.
    —Hace poco pero eso da igual. Ya que nuestras hermanas han venido hoy a vernos, ¡vamos a hacer esto un éxito!—garantizó Akaito.
    —Tú mismo lo has dicho.—afirmó una quinta voz y todos se giraron para ver quién era el poseedor de aquella voz, aunque Rin la conocía perfectamente, era Len.
    De repente Rin sintió que no podía respirar. El verlo ahí delante hacía que su corazón se alterara y le doliera al mismo tiempo sin motivo alguno. ¿Cómo lo hacía? Entonces por una fracción de segundo notó que sus ojos azules se habían posado en los de ella y en un abrir y cerrar de ojos le dedicó una sonrisa fugaz. La pelirrubia se ruborizó un poco, pero sin que los demás se dieran cuenta y al volverlo a mirar de nuevo, ya había desviado la mirada.
    —¡Hola Len! Parece que tu y tu banda sois bastante populares.—comentó Miku felizmente.
    —Pues sí. Bueno, es hora de prepararse; ya falta poco para empezar, es mejor que os pongáis en vuestros asientos.—sugirió Len.
    Los demás miembros del grupo se iban a preparar entretanto las chicas iban a buscar sus asientos pero cuando Rin se estaba a punto de ir, una mano la agarró y se giró para ver quién había sido; era la mano de Len.
    —Así que has venido. Quién iba a pensar que te encontraría en uno de mis conciertos.—confesó el pelirrubio irónicamente, se parecía mucho a cuando lo conoció que Rin sintió un pequeño temblor en su espalda.
    —Pero de todos modos me ibas a invitar, ¿no? Con esto te referías al domingo, querías que viniera a ver el concierto.—afirmaba ella descifrando la frase inacabada del otro día.
    —Bueno, sí, es verdad.—admitió él al fin—Pero cuando me veas cantar haré que te enamores de mí.—confesó Len mientras miraba desafiante a Rin.
    Ella se sonrojaba cada vez más y más por las palabras que acababa de decir el pelirrubio. ¿A qué venía eso? Otra vez volvió a sentir ese extraño sentimiento, como si hubiera varias mariposas volando por su estómago.
    —¡Jajaja! Es broma. ¿De verdad pensaste que diría eso?—¿Por qué se sentía tan decepcionada? De repente ese aleteo en el estómago se convirtió rápidamente en un sentimiento de enfado y vergüenza.
    —¡Len, juro que esta no te la perdono!—gritaba ella enfurecida y con la cara roja de la vergüenza mientras perseguía a Len.—¡Te voy a...—pero Len inesperadamente se detuvo y sin poder frenar se chocó contra su espalda. Estaba a punto de reprochar al chico pero se volvió a sonrojar cuando observó que había trazado una bella sonrisa en sus labios mientras la miraba con una tierna mirada que no había visto nunca.
    —¡Uf, ahora me siento mejor!—anunció él sin entenderlo—A decir verdad estaba nervioso, pero cuando te has enfadado y me has perseguido, me siento más relajado.—confesó él con la mejor sonrisa que había visto, lo que hizo que Rin se animara también.
    —Espero que te haya ayudado, Len. Suerte en el concierto.—Len se sentía realmente aliviado después de conversar un poco con ella. Con Rin podía hablar con más libertad que con otras chicas, ¿a qué se debía?
    —No lo dudes.—afirmó él dándole una última sonrisa, pero cuando se estaba a punto de ir se volvió a girar y dijo—Puede que con esto no te vayas a enamorar de mí pero... por lo menos haré que cambies tu opinión sobre mí.—declaró Len y se fue después de regalarle una gran sonrisa, dejando a una avergonzada, ruborizada y confusa Rin.

    Ya iba a empezar el concierto y Rin se fue directamente a su sitio pensando en las palabras de Len. "...Por lo menos haré que cambies tu opinión sobre mí." Esas palabras resonaron fuertemente en el interior de ella.
    —"Que va a cambiar mi opinión sobre él dice... Pero si ya lo ha hecho..."—pensó ella avergonzada mientras divisaba a sus amigas en una de las primeras filas.
    —¡Rin, por fin has llegado! ¿Por qué has tardado tanto?—preguntó Miku por su amiga.
    —Por nada... Me distraje por el camino.—mintió ella. Pensó que sería mejor contárselo después del concierto.
    —¡Ya está a punto de empezar!—anunció Kaiko.
    Y era verdad, repentinamente salía humo por el escenario y se divisaban cinco siluetas entre la humareda. La niebla se estaba disipando dejando ver a Kaito y Akaito, los guitarristas; a Gumo, el pianista; a Mikuo, el batería; y por último a Len, el vocalista. Todas sus fans estaban chillando escandalosamente, cada una animando a su miembro favorito de la banda. Len se aproximaba más al borde del escenario y saludó a todas sus fans al mismo tiempo que cogía el micrófono.
    —¡Hola a todos!—saludó él con una brillante sonrisa, lo que hizo que todas sus fans gritaran y animaran emocionadas.—Espero que os guste nuestra nueva canción. ¡"Ike Len ka"!—todas empezaron a gritar eufóricas cuando empezó a sonar la música y comenzó a cantar.
    Cantar como veras es mi vocación​
    Por eso al ensayar doy lo mejor de mi​
    Otros cantantes se creen mejor yo​
    Pero veras como a todos superare​
    Por eso, mírame solo a mi por favor​
    Te prometo que seré mejor así...​
    Que mírame...​
    Yo soy len-len-len y te vas a enterar​
    Con mi grandiosa voz yo te voy a hechizar​
    Todos los días me escuchas cantar​
    Y quizás así yo pueda mejorar​
    Eso creo yo...​
    Realmente yo no suelo ser muy cordial​
    Pero eso no quiere decir que tenga que odiar​
    Aun que veras yo no conozco el amor​
    Yo solo sé que puedo ir un paso mas allá​
    Entonces muéstrame lo que es el amor​
    Si nosotros solo somos dos...​
    Por mi está bien​
    El afecto existe en mi corazón​
    Yo no sé lo que es, pero supongo está bien​
    "El amor no es más una ilusión"​
    Alguien lo menciono, ¿crees que tenga razón?​
    ¿Estaré mal?​
    Mi corazón esta palpitando​
    Esas palabras me ponen nervioso​
    Estoy empezando a actuar como idiota​
    Yo creo que me falta confianza​
    Aun así lo superare​
    Esto solo es un nuevo camino​
    Que me da una nueva esperanza​
    Veras lo genial que soy​
    Mira comienzo a sentirme mejor​
    Mi meta aun se encuentra distante​
    Apenas y curso la secundaria​
    Siento que soy un chico especial​
    No me importan las habladurías​
    Sobre toda mi gran habilidad​
    ¡Yo creo en el poder de los chicos!​
    Así que, por favor sigue amándome​
    Si tu te quedas a mi lado​
    Seré el mejor​
    Sube mis canciones para descargar​
    Quiero que todo el mundo me escuche cantar​
    Pondrás mis canciones en repetición​
    Quizá me puedas dar una buena opinión​
    Quiero ser el blanco de tu corazón​
    Creo que me amas mucho, di si tengo razón​
    Así que tu y yo vamos a comenzar​
    Sé que soy egoísta y lo has de pensar​
    Perdóname...​
    Cuando Len había acabado de cantar, todo el público chillaba emocionado por su canción. Rin no podía creerlo. Esa voz que había escuchado meses atrás no había cambiado; esa voz que tanto la hipnotizaba sonaba tan especial... Parecía cómo si la poseyera y la llevara a un mundo nunca antes explorado. El concierto siguió sin ningún contratiempo y siguió cantando una canción después de otra; fue todo un éxito. Las chicas fueron a verlos y a felicitarlos por el exitoso concierto que han dado.
    —¡El concierto ha estado genial!—felicitaba Rin al pelirrubio sin olvidar ese momento de pura magia.
    —Me alegro de que te haya gustado, Rin. Y a las demás también.
    Todos hablaban animadamente del concierto hasta que cerca del parque, aparcó un lujoso coche de color negro, en el que salía un hombre de entre 30 y 35 años, de cabellos rubios y ojos azules similares a los de Len.
    —Es el presidente de nuestra compañía y el padre de Len, Kagamine Takara. ¿Para que habrá venido?—preguntó Kaito.
    Rin se sorprendió con lo que acababa de decir. ¿Era el padre de Len? La verdad es que ese hombre tenía cierto parecido con él pero se le veía un poco más serio que su hijo.
    —Padre, es una sorpresa verte por aquí. ¿A qué se debe esta visita?—preguntó Len dudoso por la llegada de su padre.
    —Jejeje, vine personalmente para felicitaros por el exitoso concierto de hoy y por la salida de tu nueva can...—pero no acabó la frase al posar su mirada en Rin—Rin... Tú eres Utane Rin, ¿cierto?—preguntó Takara, dejando a una Rin sorprendida. ¿Cómo sabía su nombre?
    —Sí... Me llamo Utane Rin. Pero, ¿cómo sabe usted...?—preguntó ella todavía sin salir de su asombro.
    —¡Lo sabía! Eres la viva imagen de tu madre cuando era joven, ¿sabes? Aunque no has cambiado nada en estos seis años, sigues siendo la adorable Rin.
    —Esto... padre, ¿cómo es que la conoces?—esta vez preguntó Len, sin comprender lo que estaba diciendo.
    —¿Que cómo la conozco, me preguntas? ¡Pero si tú también la conoces! Ella es la hija de Utane Akira y Utane Chiharu, ¡los compositores de "Story of evil"!
    Continuará...
     
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    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    4 Octubre 2011
    Mensajes:
    189
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    ¡Odio la música!
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    16
     
    Palabras:
    4747
    Capítulo V — Amigos
    —"¿C-Cómo es que el padre de Len conoce a mis padres?"—todo el mundo se quedó perplejo por la primicia que acababa de contar el señor Takara. Nadie sabía que él había conocido a sus padres, ni ella lo sabía, hasta ahora.
    Nadie se atrevía a hablar, pero el señor Takara, Len y Rin no perdían contacto visual entre ellos; como si los dos esperaran que el mayor les aclarase de una vez esa confusión, como si todo hubiera sido una gran broma pesada.
    Pero parecía ser verdad... El señor Takara tenía una mirada seria en su rostro y parecía esperar una respuesta de la pelirrubia, pero ella solo permanecía en silencio. Esa situación le incomodaba.
    No solo no se acordaba de él, sino que tampoco sabía ni dónde, ni cuando ni cómo él conoció a sus padres. Espera un momento... El señor Takara dijo que Len y Rin se conocían, pero, si eso fuera verdad, ¿por qué ni uno de los de acordaba? ¿Cómo no se habían reconocido la primera vez que se conocieron, o se volvieron a ver? ¡Qué complicado se está volviendo la situación!
    —Rin...—musitó el padre de Len con ¿nostalgia?—No has cambiado nada... ¿Cómo está Lily? Seguro que lo habéis pasado bastante mal desde su...
    —¡Qué va, en absoluto!—gritó Rin interrumpiéndole—¡Nunca me he sentido sola! Yo...—pero sintió que cada vez alzaba más la voz, captando no solo las miradas de sus compañeros sino también de las personas que pasaban curiosos, por lo que intentó disminuir el tono de voz—Lo siento... por ser tan descortés... ¡Pero...!—de repente una melodía sonó, provenía del móvil del señor Takara pero, lo más sorprendente fue que esa canción era "Re-birthday", de "Story of Evil".
    —¿Sí?... Ya veo... Voy enseguida... Hasta luego...—él colgó y volvió a mirarla, pero esta vez sus ojos no mostraban seriedad ni nostalgia, sino una de satisfacción y entusiasmo—Bueno Rin,me gustaría hablar contigo un poco más, pero tengo varios asuntos pendientes, espero que nos volvamos a ver pronto.—el padre de Len se dirigía al coche en el que acababa de salir hace unos minutos y movía la mano con una sonrisa en sus labios mientras entraba en el auto, despidiéndose de Rin y compañía.
    Un incómodo y desagradable silencio se apoderó de la zona, especialmente de los dos pelirrubios, mirándose patidifusos por lo que acababan de averiguar. Pero antes de que Len la interrogara por esa confusión, ella ya estaba arrodillada en el suelo al mismo tiempo que se abrazaba a sí misma, temblorosa y con la cabeza baja; había empezado a llorar. No sabía cuanto tiempo ni desde cuando empezó a derramar lágrimas mas no podía detenerlas ni tampoco lo comprendía. ¿Por qué estaba llorando?
    En ese momento en su mente aparecieron los rostros de su madre y de su padre, dedicándole una gran sonrisa y, un poco más alejado que ellos, le sonreía alguien importante para ella, un rostro al que nunca podría olvidar, una persona que siempre estuvo a su lado cuando más lo necesitaba...
    El cielo parecía que también tenía ganas de llorar, las nubes negras y grises cubrieron el cielo azul como por arte de magia, como si fuera un aviso de que iba a llover. Ese cielo gris era igual que ese día, el día que lo perdió todo... a los seres que más quería, los que más amaba, desaparecieron junto esas grises y frías nubes que cubrían el firmamento.
    —¿Rin? ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?—preguntó su amiga Miku, preocupada por la pelirrubia debido a su singular comportamiento, siempre que se abrazaba de esa manera le dolía, le dolía verla tan asustada. Tanto que de un momento a otro podría empezar a llorar ella también, pero tenía que ser fuerte e intentar dedicarle una sonrisa para tranquilizarla, pero ahora no se sentía capaz, no ahora.
    Rin volvió en sí y se levantó rápidamente, secándose las lágrimas lo más pronto posible, haciendo como si eso no hubiera pasado, o lo intentaba mejor dicho, y disimulando una diminuta sonrisa en sus labios.
    —No es nada, Miku... Estoy bien.—mintió ella con esa falsa sonrisa. Pero Len, al verla actuar de ese modo, golpeó el árbol que estaba cerca suya. Enojado y con el ceño fruncido, miró a Rin con ojos encolerizados y se acercó a ella con paso decidido.
    —¿Qué no es nada dices? ¡Déjate de bromas! ¡Estabas llorando!—Len estaba realmente cabreado con ella, no le gustaba nada las mentiras, y mucho menos que las personas fingan que no pasaba nada, que estaban bien.
    —Ya es muy tarde...—mencionaba Rin, ignorando al pelirrubio y aún con esa vacía sonrisa, mirando fijamente el suelo—Debo de volver a casa, mi hermana me está esperando...—pero cuando se estaba a punto de marchar, Len la cogió de la muñeca fuertemente, lo que causó que ella hiciera un gemido de dolor.
    —¡Tú no te vas de aquí! ¡No hasta que me expliques que te pasa!—exigió el muchacho enfadado, sin aflojar el agarre y sujetándola cada vez más fuerte.
    —Suéltame...—pidió ella más calmada.
    —No.—contestó tajantemente el pelirrubio.
    —Por favor Len, suéltame... Me duele...—rogaba la pelirrubia perdiendo la paciencia, no quería permanecer ni un segundo más allí, y mucho menos con él. No se sentía capaz de contarle la verdad, el motivo por el que se habían desbordado sus lágrimas de repente.
    —No hasta que me cuentes.—repitió él por segunda vez.
    Rin intentaba razonar con el pelirrubio, que seguía sin ceder, en vano. No solo no la soltaba, sino que cada vez era más fuerte el agarre de su mano. Los dos estaban al límite de su paciencia pero ni uno cedía, no hasta que el otro se rindiera. Por fortuna, nadie se encontraba ya en el parque, aparte de ellos.
    —Len, enserio, suéltame... Mi hermana se va a preocupar.—justificaba la pelirrubia pero él seguía tan firme como al principio.
    —Todavía queda mucho tiempo, sólo son las tres.—afirmó él con la mirada fija en ella. Rin estaba a punto de explotar por la insistencia del chico, ¿es que va a estar así todo el día? En ese momento maldecía al tiempo, es cómo si se hubiera detenido.
    Se sentía cada vez más nerviosa y con ganas de salir de ahí, parecía como si Miku y los demás no se hallaran aquí en estos momentos, apartados de los dos pelirrubios e ignorados por ellos, contemplando preocupantes la escena.
    —Suéltame, Len Kagamine.—insistió Rin con tono autoritario por enésima vez el día de hoy.
    —Si digo que no es que no.—respondió Len, ya harto de la obstinación de la pelirrubia.
    Rin no lo soportaba más, la paciencia tenía un límite. Ella intentó soltarse a la fuerza pero el muchacho se lo impedía, ¿por qué estaba yendo tan lejos? ¿No sabe lo que es "tener privacidad" o qué? No pudo aguantar y le gritó preguntando:
    —¿¡Por qué no me dejas en paz! No tiene relación contigo, ¿verdad?
    —¡Sí que tiene relación conmigo! Lo dijo mi padre, ¿te acuerdas? Dijo que ya nos habíamos conocido, ¿o acaso lo has olvidado?—eso fue un duro golpe para ella, al fin y al cabo lo que decía era verdad, su padre lo había mencionado.
    —¡Pero yo no me acuerdo, ni tú tampoco!—esas palabras le dolieron tanto a él como a ella en el fondo de su corazón, pero Rin no dudó y prosiguió, observando que Len se estaba mordiendo el labio inferior—¿Entonces por qué insistes en que...?—pero sus gritos y preguntas fueron interrumpidos por los gritos del pelirrubio, cansado de sus excusas.
    —¡Insisto porque estoy preocupado por ti! ¡Y todos los demás también! ¿Crees que por decir que estás bien todo se solucionará? ¡Te equivocas!—cada frase, cada palabra que Len decía, hacía que una gruesa lágrima cayera desbordantemente de sus mejillas sin control. De repente la voz del chico se suavizó.—Rin, por favor, confía en nosotros... Cuando quieras llorar, hazlo, cuando tengas problemas, cuéntanoslo, porque siempre estaremos a tu lado... Porque somos amigos...
    Su voz parecía debilitarse poco a poco pero, aunque parecía que él estaba a punto de llorar, mostraba una brillante sonrisa, que expresaba cariño y ternura. "Porque somos amigos..." Esas cálidas palabras fueron la clave; tan pronto como Len le soltó la mano, las lágrimas no podían detenerse, estaba algo confusa.
    Ella no se sentía aún capaz de contarle el motivo de su tristeza pero, tampoco quería que él se preocupara. Todavía era demasiado doloroso, aún no era el momento para afrontarlo, todavía no.
    Miró durante un segundo a sus amigos, que seguían observando como público, asintiendo con la cabeza y esbozando unas grandes sonrisas en sus labios; ya lo tenía claro. Aunque ahora mismo no se sintiera segura, algún día seguro que sería capaz de contarle a él y a los demás, la verdad escondida en sus lágrimas. Por lo que dio al fin su respuesta:
    —Yo... ahora no soy capaz de contaros pero... os juro que algún día lo contaré. Es una promesa.
    —Por supuesto, te seguiremos esperando, hasta que tengas el coraje para contárnoslo. ¿Verdad?—todos volvían a asentir felices a lo que Rin no pudo evitar seguir llorando. Al fin las dudas se habían esfumado.
    Ya Miku no estaba preocupada por su amiga, siempre que él esté a su lado, todo irá bien. Aunque ella ya sabía el motivo, no quiso decir nada, esperaría como todos los demás, como si no lo supiera. Ella volvió a sonreir mientras observaba el cielo; por fin las nubes se habían ido.

    Len se dirigía de regreso a su casa, el día de hoy había sido agotador. Por su mente rondaba varias preguntas sin respuesta, ¿por qué Rin estaba llorando? Parecía que tenía miedo de algo, no sabía el qué. Pero le prometió a la pelirrubia que la esperaría todo el tiempo que haga falta, así que no podía ser impaciente.
    Pero la pregunta más importante era: ¿Cuándo la conoció? Al fin y al cabo su padre lo mencionó, que ellos ya se conocían de antes pero, ¿por qué no lo podía recordar? ¿Por qué no la reconoció al verla en la discográfica? "Tendré que preguntarle a mi padre" pensó él, aunque no sabía exactamente cuando volvería; debido a su trabajo la mayoría de las veces no estaba en casa.
    Len suspiró apenado, la situación era un poco complicada. El lado bueno de todo es que ya sabía el motivo por el que podía hablar con ella normalmente, no como con las demás, que siempre fingía una sonrisa y las trataba amablemente. No sucedía lo mismo con ella, con Rin...
    Sin darse cuenta, ya había llegado a su casa; una mansión enorme de majestuosas paredes blancas y un gran jardín. Entró en casa, donde le recibieron unas tres personas: Gakupo Kamui, un hombre de cabello violeta y con atuendo japonés, él era como un consejero para Len, siempre le daba buenos consejos; Lui Hibiki, un huérfano de doce años que empezó a vivir como mayordomo después de que él se lo encontrara el invierno pasado en un día que nevaba mucho y hacía demasiado frío.
    Y por último Koto Fuuga, una chica de cabellos anaranjados y fanática de los animales, especialmente de las aves. Los tres le dedicaron una sonrisa mientras decían "Bienvenido a casa".
    —Debe de estar agotado por lo del concierto, Len-sama, ¿le apetece algo?—preguntó el más pequeño, Lui, de forma caballerosa.
    —No gracias, no me apetece.—contestó el pelirrubio educadamente—Por cierto, tengo que decirte una cosa.
    —¿De qué se trata, Len-sama?—volvió a preguntar Lui con curiosidad.
    —Deja de ser tan cortés, somos amigos así que no me llames Len-sama, ¿de acuerdo?
    —Len-sama, no puedo hacer eso, si su padre se enterara...—pero él fue interrumpido por Gakupo.
    —No te preocupes, yo siempre le he llamado por su nombre y el señor Takara nunca se ha molestado conmigo, ¿verdad Len?—explicó el pelivioleta.
    —Sí, es cierto—afirmó el chico—Lui, a partir de hoy puedes tratarme como "tú", tutéame.
    —Pe-pero...—sin embargo fue nuevamente interrumpido, pero esta vez por Koto y su potente voz.
    —Nada de peros Lui, es una orden.
    —S-sí, lo comprendo Len-sa... quiero decir, Len. Intentaré tutearle de ahora en adelante.—prometió Lui vencido. Sin duda iba a ser difícil hacer que el menor dejara de ser tan educado.
    —Me alegro que lo hayas entendido.—agregó Len al mismo tiempo que soltaba un bostezo—Estoy algo cansado, me voy a echar una pequeña siesta; si me buscáis estoy en mi habitación.
    Él se dirigía a su habitación, que se encontraba en el segundo piso; subió las escaleras y torció a la izquierda, ya que el camino se separaba en dos, una a la derecha y otra a la izquierda. Abrió la puerta de su habitación y se encontró la habitación tal y como la había dejado antes de irse.
    Era una habitación no muy grande pero lo suficientemente espaciosa para guardarlo todo. Las paredes no eran del mismo color que en el exterior de la casa, eran de un color azul cielo; los muebles eran de blanco puro y tanto en las estanterías como en el escritorio estaban repletas de partituras y letras de canciones que él componía.
    Len se tumbó exhausto en su cama boca arriba, con los brazos en la cabeza y observando el techo. En su mente intentaba ordenar lo que había sucedido hoy pero, debido al cansancio, sin darse cuenta se durmió en un profundo sueño, en el que recordaría un montón de cosas que había olvidado.

    La playa de Ishigaki estaba llena de gente, muchas familias habían decidido ir de vacaciones a la playa, ya que últimamente el tiempo era muy caluroso y nadie lo soportaba; no había ninguna excepción. El sol, el mar, los niños jugando en la arena...
    Pero un poco más alejado de la multitud se encontraba un niño de ocho años, pelirrubio y de ojos azules como el mar que observaba en el horizonte, sonriendo y corriendo alegremente por la playa mientras la perseguía una niña un año menor que él; tenía los cabellos rubios, cortos y dorados como el sol y unos ojos verde esmeralda.
    —¡El mar! ¡Es el mar! —gritaba emocionada la niña, con una enorme sonrisa en su rostro.
    —¡Quiero nadar!—afirmaba el chico con la misma sonrisa que ella.
    —¡Yo también voy, esperadme!—exigía una chica mayor que ellos, de catorce años, idéntica a la niña si no fuera que sus ojos son azules y su cabello más largo que el de ella, llegándole hasta la cintura.
    —¡Es que eres muy lenta, Lily!—gritaba la niña a la vez que huía de su perseguidora.
    —¡Mamá, mamá, mira! ¡Es el mar, el mar!—decía él mientras su madre se acercaba a ellos. Era una mujer con el pelo de color blanco, similar a la nieve pero un poco más azulado que llegaba hasta por debajo de su cintura y sus ojos eran de un bello color cobalto.
    —¡No os alejéis mucho vosotros dos!—avisaba la mujer a la vez que observaba contenta como se divertían.
    —Deja que se diviertan, Aoi.—dijo una mujer que se parecía mucho a su hija, si no fuera que sus ojos son de un color verde esmeralda.
    —No pasará nada si nos quedamos un rato, ¿no?—propuso un hombre de cabellos rubios, recogidos en una coleta, dejando los pelos de su frente revolotear por su cara y ojos azules como los de su hija Lily—Además, piensa en lo emocionados que están.—Aoi observó durante un segundo a los niños divertirse haciendo castillos de arena, lo que hizo que esbozara otra sonrisa en sus labios.
    —Creo que tienes razón Akira, ¿y tú que opinas, querido?—preguntó ella a un hombre que se parecía mucho a Akira pelirrubio y de ojos azules.
    —Por mi me parece bien, pero antes deberíamos ir a almorzar, ¿no? El viaje ha sido un poco largo.
    —Nunca cambiarás, Takara.—rió la mujer pelirrubia.
    —¿Y tú qué, Chiharu? Tú eres la que menos has cambiado de todos, sigues siendo tan bajita como siempre.—comentó el señor Takara, ya que Chiharu apenas le llegaba a la altura de la barbilla.
    —¡No soy bajita!—gritó ella enojada—¡La culpa la tienes tú por ser muy alto!—justificó Chiharu con razón; él medía aproximadamente entre 1,70 y 1,80 metros.
    —¡Oye, oye! ¿Ahora la culpa la tengo yo?—Esa pregunta hizo que Chiharu, Akira, Aoi e incluso él empezaran a reírse .
    —Bueno, bueno, vamos a llamar a los niños y almorzamos.—todos asintieron y se fueron en busca de los niños, que seguían jugando en la arena.
    —¡Len, Rin, Lily! ¡Venid, vamos a almorzar!—llamó la señora Aoi y los tres se dirigían corriendo a ellos.
    —¡Sí! ¡Ya vamos!—asintieron los tres al mismo tiempo y corriendo a toda velocidad.

    Cuando acabaron de almorzar, se fueron en dirección al hotel que se encontraba cerca de la playa. En el momento en el que llegaron, Rin y Len observaban asombrados el lujoso lugar. El hotel era gigantesco, de paredes color perla; encima de la puerta se encontraba el nombre del hotel con letras doradas y decoradas elegantemente junto con cinco estrellas alrededor suya y una larga alfombra granate decorando los escalones; en el centro de la zona había una gran fuente, en el que arriba había una escultura de dos delfines que se cruzaban y lanzaban agua por la boca. Muchos turistas y familias entraban y salían con camisetas llamativas, que combinaban con el aire veraniego.
    —Bueno, entremos.—dijo el padre de Rin mientras se dirigía a la puerta principal subiendo por los escalones, compuesta por unos vidrios transparentes y luminosos.
    Todos los demás hicieron lo mismo y entraron; el interior era aún más impresionante. Las paredes eran del mismo color que en el exterior, el lugar estaba iluminado por elegantes candelabros hechos de oro y el suelo era de mármol, tan brillante que parecía un espejo; a la derecha se encontraba el mostrador, que era de color caoba y detrás de ella se encontraba el encargado de asignar las habitaciones a los huéspedes; a la izquierda había unas ventanas que llegaban desde el suelo hasta el techo en el que se podía apreciar el paisaje del exterior, seguido de varios sofás, mesas y sillones de color escarlata, carmesí, grisáceo y negruzco; y al final de la alfombra granate, se encontraban tres ascensores dorados que conducían a los demás pisos, en donde se encontraban las habitaciones.
    Había muchas personas allí: varios hombres con trajes que se alojaban en el hotel se encontraban sentados en la mayoría de los asientos, la mayoría admirando el paisaje desde dentro, seguramente porque en el interior disponen del aire acondicionado y no del caluroso sol que hay fuera y varios padres se encontraban charlando tranquilamente, rellenando seguramente las solicitudes para hospedarse mientras que sus hijos corrían alegremente por el vestíbulo.
    Los dos niños, Rin y Len, observaban atónitos los alrededores, corriendo al igual que los otros niños. Entretanto, sus padres, arrastrando las maletas, se dirigían al mostrador de la derecha para registrarse, esperando a que alguien los atendiera. Al poco tiempo, llegó un hombre que sin duda no pasaba de los treinta, ni siquiera de los veinticinco, de ojos ambarinos y cabellos negros y ondulados, bien vestido, con su costoso traje negro.
    —¿En qué puedo serviros, señores?—preguntó el hombre amablemente, mirándoles fijamente y sin dejar de sonreir.
    —Tenemos dos reservaciones, una a nombre de Akira Utane y otro a mi nombre, Takara Kagamine.—indicó el padre de Len.
    —Déjeme comprobarlo, esperad un segundo, por favor.—pidió el hombre mientras revisaba sus nombres en una larga lista, ordenada por orden alfabético.—Encontré sus nombres, la habitación que le corresponde al señor Utane es la habitación 202, y la del señor Kagamine a la habitación 203, que se encuentra justamente al lado suya. Tomad vuestras tarjetas, no las perdáis.—dijo el hombre entregándoles las tarjetas de sus respectivas habitaciones.
    —Muchas gracias, esto... Gilbert-san—agradeció la madre de Rin después de ver su nombre grabado en un papel que colgaba en su pecho.
    —Ahora, permítanme que les lleve a sus habita...—pero no acabó la frase al sentir que alguien le tiraba suavemente de la chaqueta, viendo a una curiosa Rin mirándole fijamente a los ojos inocentemente.
    —¿Usted es amigo de papá?—interrogó la pequeña todavía con sus ojos fijos en él, entretanto Len se dirigía en donde estaba la pelirrubia, corriendo y observándolo fijamente al igual que Rin.
    —Hola, pero que niños más adorables sois.—Gilbert cogió a los dos y los puso en sus brazos—Me llamo Gilbert Kurokawa, pero todos me llaman Gill. ¿Y vosotros os llamáis?
    —¡Yo me llamo Len!—contestó él enérgicamente.
    —¡Y yo me llamo Rin, Gill-nii-chan!—prosiguió la pelirrubia del mismo modo que Len.
    —Jeje, es la primera vez que me llaman así, me hace muy feliz.
    —Bueno Rin, Len,—reanudó la madre de Len mientras ella cogía a su hijo y la madre de Rin a la suya—no molestéis más a Gill-san y vayamos a la habitación. Gill-san, si no te importa.
    Él aceptó gustosamente y les conducía hacia sus habitaciones seguido de otro empleado, que llevaba los equipajes. Cuando llegaron al segundo piso, no tardaron nada en llegar a las alcobas; Lily, que era la que llevaba ahora la tarjeta de la habitación 202, pasó la tarjeta por el detector y se abrió automáticamente; el padre de Len hizo lo mismo con la otra la 203.
    Las habitaciones estaban compuestas por tres habitaciones, una terraza y un cuarto de baño cada una. La primera habitación era la sala principal: en el centro disponía de un gran sofá negro con una mesita de cristal enfrente de esta, una televisión de cara al sofá y más delante, se encontraba la terraza, que era bastante espaciosa y tenía una gran vista del océano; a la derecha se encontraban una habitación con una cama matrimonial para los padres y en la izquierda había dos camas individuales acompañados de algún que otro escritorio.
    —Bueno niños, vamos a dar una vuelta por allí, ¿vale?—propuso la madre de Rin, lo que hizo que los dos niños se pusieran en desacuerdo.
    —No queremos ir.—afirmó el chico.
    —Preferimos ir a la playa, ¿cierto?—preguntó la chica al pelirrubio que tenía al lado, que asintió igual que ella.
    —Pero... eso sería un gran problema, ¿quién cuidaría de...?—pero el señor Takara fue interrumpido por la muchacha de catorce años.
    —No os preocupéis, yo me quedaré con ellos. Además, no me apetece ir ahora, prefiero tomar el sol.—admitió la pelirrubia.
    —Entonces quédate la tarjeta por si tardamos más de la cuenta. Espero que os lo paséis bien en la playa.
    Seguido de las palabras de su padre, ellos se fueron a hacer turismo por la isla Ishigaki. Mientras, los tres preparaban las cosas para su visita a la playa.

    Ya tenían todo lo esencial para ir: toallas, una sombrilla, varios sándwiches por si todavía tenía más hambre, protector solar y algunas otras cosas más.
    Len llevaba un bañador amarillo, con rayas naranjas al final; Rin tenía un bañador de dos piezas de color blanco, su pelo estaba sujeto en dos coletas y alrededor tenía un flotador transparente, lo que la hacía un poco más adorable; y por último, Lily llevaba también un bikini pero este era de color negro y su pelo estaba sujeto en una larga coleta.
    —¡No os alejéis mucho de la costa!—avisó la mayor, si se alejaban mucho, quien sabe que pasaría.
    —¡Vale!—contestaron los dos al unísono.
    Rin y Len se divertían nadando y haciendo castillos de arena mientras que Lily tomaba el sol pero sin perderles de vista. Len estaba enseñando a la pelirrubia a nadar, ya que no se le daba demasiado bien, sin embargo, ella aprendió rápidamente; así no tendría que usar el flotador nunca más.
    Estuvieron casi todo el día en la playa, ya casi eran las seis y media de la tarde; habían estado en la playa durante tres horas. Pero diez minutos antes de que Lily les llamara para volver, Len había cogido un trozo de papel y un lápiz de la bolsa, la metió en una botella vacía que había por ahí y la arrojó al mar.
    —¿Qué es lo que has tirado? ¿Qué has escrito en ese papel?—preguntó Rin, ya que no vio el contenido de lo que parecía ser una carta.
    —No es nada importante.—ella seguía sin comprender el motivo del porqué había tirado esa botella junto a ese trozo de papel, ni tampoco el mensaje que contenía—Ya los sabrás algún día.—contestó al fin el pelirrubio, lo que hizo que Rin tuviera más curiosidad.
    —¡Venga, cuéntamelo! ¿Qué has escrito?—insistía Rin, pero él se negaba y corría para que no la pillara.
    Al final, Rin no pudo saber lo que había hecho él con esa botella y pasaron los días. Todos los días, a la misma hora, cuando el sol se estaba escondiendo, él se dirigía a la playa con una botella, un trozo de papel y un lápiz, escribía algo y lanzaba la botella junto con el papel. ¿Por qué lo hacía? Ella estaba harta de que no le dijera nada, hasta que un día por fin le preguntó:
    —¿Qué es lo que haces con esa botella y ese papel?—preguntó la chica al fin.
    —Pido un deseo.—afirmó el chico mientras tiraba la botella al mar, como todos los días.—Mi madre me contó que si escribes tu deseo, lo colocas dentro de una pequeña botella de cristal y lo arrojas al mar, tal vez se haga realidad.
    —Pero podría no cumplirse; tú lo has dicho, tal vez se cumpla.—replicó ella por su creencia de algo que quizás no funcionaría nunca.
    —Es por eso que mando una botella con mi deseo cada día.—confesó Len mirando el horizonte.
    —No hay forma de que algo como esto pueda hacer tu sueño realidad.—Len deja de observar el mar y la mira alegremente.
    —¿Te gustaría intentarlo, Rin?
    —No necesito intentar algo que no puede ser verdad.—declaró ella con los brazos cruzados—Pero... por curiosidad, ¿qué es eso que tú deseas tanto?
    —¿Que qué es lo que deseo?—repitió él dubitativo—Siempre he deseado que Rin sea feliz.
    —Si eso es lo que deseas... entonces quédate a mi lado para siempre. Porque solo cuando Len está cerca de mi es cuando realmente soy feliz.—confesó ella abiertamente, causando un pequeño rubor al pelirrubio.
    —Ya veo... Eso me hace muy feliz.
    Los dos observaban como el sol se ocultaba por el horizonte y como la botella se alejaba cada vez más y más de la orilla, hasta que casi no podían divisarlo.
    Len volvió a mirar a Rin con una sonrisa pero de repente, en ese rostro infantil que ella tenía, se mostró el rostro de la Rin actual, llorando del mismo modo que lo hizo hoy. Todo se volvió oscuro, hacía bastante frío y ella se alejaba corriendo, con las lágrimas desbordadas de sus ojos.
    Él con todo su esfuerzo intentaba alcanzarla, pero el cuerpo le pesaba como si fuera de plomo y notaba bastante cansancio; no podía moverse.
    Inesperadamente, Rin había desaparecido entre la oscuridad y se divisó otra silueta distinta a la suya; era mucho más alta que ella y su cabello era rosado y largo. No se le podía ver su rostro pero, tan pronto como Len examinó esa cabellera rosa, supo rápidamente quien era.
    No la quería recordar, justo cuando ya la había olvidado, estuvo sufriendo durante un año entero solo por su felicidad pero ella simplemente le abandonó; quería huir de ahí, pero el cuerpo no le respondía.
    —Eres patético. Simplemente patético.—dijo la muchacha de forma fría y cortante. Un escalofrío recorrió su espalda y todavía no podía comprenderlo, ¿por qué le había dejado?
    —¿Por qué... por qué me engañaste? ¿Por qué? ¡Contéstame!—insistía el pelirrubio, buscando una respuesta pero era inútil; ella simplemente permanecía ahí, repitiendo lo mismo una y otra vez.
    Pero esa pesadilla había acabado. Repentinamente, un gran estruendo había sonado por la habitación, despertando al muchacho, sudando y con la respiración agitada; había sido un rayo. Len se levantó, aún agitado por su extraño sueño, y se dirigió a la ventana, las gotas de la lluvia golpeaban fuertemente la ventana.
    "Ese recuerdo... pasó de verdad, estoy seguro." afirmaba él en su interior.
    Continuará...
     
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    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
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    ¡Odio la música!
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
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    Capítulo VI — El pasado de Gakupo Kamui
    (Recordando el pasado parte I)
    Durante el tiempo que Len estaba soñando,por decirlo de alguna manera, Rin volvía a casa junto con sus amigas, aliviadas de que la pelea se haya solucionado y no llegara a escalas mayores. Todas se dirigían a sus casas, acompañadas de sus hermanos, satisfechos por el final feliz, bueno, casi.
    Cuando Rin se despidió de Miku y Mikuo —ya que sus casas estaban en la misma dirección—, ella se dirigía rápidamente a su casa; el cielo volvía a tener ese aspecto gris de antes, anunciando que tarde o temprano llovería.
    Al llegar a casa, la saludó su hermana, tarareando felizmente y contenta en dirección al salón. ¿Qué le habrá ocurrido para que esté tan feliz?
    —¿Qué ha pasado para que estés tan alegre, Lily? —preguntó Rin, ya extrañada por tanta felicidad en el aire por parte de la mayor.
    —¡Lo he conseguido Rin, lo he conseguido! —chillaba eufórica, cogió las manos de su hermana y empezó a dar vueltas y más vueltas por todo el lugar.
    —¿Qué...has...conseguido? —Volvió a preguntar esta con dificultad, tantas vueltas le mareaban; pero inesperadamente su hermana la soltó y se cayó, por suerte cayó encima del sofá.
    —¡Qué mala eres! Te dije que hoy iba a una entrevista de trabajo. —Bufó ella molesta mientras hacía un puchero.
    —Ah... —Se acordó ella—. Lo siento, me había olvidado. —Se disculpó ella, aún mareada.
    —Últimamente te veo más distraída, ¿ha pasado algo que no me hayas contado? —preguntó su hermana mientras la miraba sospechosamente, lo que hizo que sintiera un pequeño escalofrío recorrer su espalda.
    —No ha pasado nada —mintió ella con una sonrisa para disimular—. Por cierto, ¿en qué empresa vas a trabajar a partir de hoy?
    —Trabajaré en Idol Style, una compañía que diseña ropa para la gente joven, aunque está especializada en hacer diseños para la gente que trabaja en el mundo del espectáculo —aclaró Lily bastante emocionada.
    —¡¿Qué? ¡Pero si esa es la empresa de ropa más famosa de Tokio! ¿Cómo lo has conseguido? —preguntó ella bastante sorprendida, ya que muchas personas volvían a sus casas fracasando en la entrevista; eran bastante estrictos.
    —Creía que no lo iba a lograr pero, cuando los jueces me dijeron que al señor Takara, que también era juez, le encantó mis diseños, me aceptaron. ¿A que es impresionante? —De repente la cara de Rin se tornó blanca como si fuera un fantasma. Si se refería al padre de Len tal vez debería de contarle lo que le había ocurrido, pero no estaba segura de ello y las palabras que quería decir no salían de sus labios. Solo pudo preguntar una cosa:
    —¿Lo viste hoy en persona?
    —En realidad no —afirmó Lily—, pero tenía ganas de verle; ya han pasado seis años desde que nos despedimos de ellos.
    Vale, eso ya era extraño, ¿cómo Lily conocía también a Takara-san? ¿Desde cuándo? Y la pregunta más importante, ¿cómo ella no recordaba nada de los padres de Len ni de él hace seis años? Eso si de verdad los llegó a conocer...
    —¿Lo...lo conociste antes? —Rin se sentía más inquieta a medida que seguía preguntando, incluso pareció que su hermana la miró sorprendida durante un segundo.
    Su voz casi no funcionaba correctamente, no sabía en qué momento empezó a mostrarse tan indecisa, ¿por qué estaba tan nerviosa? Lily la miró durante otra fracción de segundo y como si fuera lo más normal del mundo dijo:
    —¿Eh, no te acuerdas? Si tú también lo conoces —¿Acaso era la única que no recordaba nada? Bueno, aparte de Len todos los demás decían que se conocían pero, ¿por qué?—. Aunque no creo que lo puedas recordar del todo; en ese momento tenías siete años. Ven, te enseñaré algo.
    Lily se dirigía a las escaleras seguida de Rin, las subieron y entraron en la habitación de la mayor. Todo estaba completamente ordenado, bueno, casi; en las paredes estaban colgados varios dibujos, eran diseños creados por ellas, una mejor que la anterior.
    —¿Para que hemos venido a tu...? —Pero fue interrumpida por su hermana.
    —Ya lo verás.
    La mayor iba en dirección al armario y de ella sacó una caja bastante vieja; parecía que se iba a romper tarde o temprano. La abrió fácilmente y dentro se encontraban varios libros, todos y cada uno de ellos tenía la palabra "álbum" grabada en la portada con letras doradas.
    —¿Por qué tú tienes los álbumes? Pensé que habían desaparecido. —Era cierto, con todo lo que le había pasado en estos años, siempre se preguntaba dónde se encontraban en esos momentos, su modo de recordar los momentos más felices que había vivido.
    —Los guardaba por si recordabas a nuestros padres. —confesó ella con frialdad, su calidez había desaparecido en un segundo, sustituyéndola por una mirada de nostalgia y angustia. ¿Por qué tenía que ser tan sobre protectora? Siempre evitaba ese tema cada vez que salía, ¿por qué ahora?—. Cógelos, seguro que te acordarás si los miras. —Como por arte de magia, su sonrisa volvía a ser la misma de siempre, bueno, casi; Rin todavía sentía que le ocultaba algo más pero era mejor no seguir insistiendo, no parecía ser el momento apropiado.
    Rin cogió la caja con los libros dentro y se las llevó saliendo de la habitación en silencio, siendo observada por su hermana mayor. Pero cuando se estaba a punto de ir dijo:
    —Lo hice por tu bien, espero que me perdones algún día. —¿Por qué se estaba disculpando? No estaba enojada con ella ni tampoco la culpaba de nada, ¿por qué actúa tan rara? Pero no pudo evitar sentirse afligida por su comportamiento, aunque no sabía exactamente el porqué. Al final se fue del cuarto sin darle la cara y se marchó a su cuarto, dejando a una preocupada Lily—. Parece que falta poco para que lo sepas, Rin... —pensó ella.

    Al llegar a su habitación, colocó la caja encima de la cama y la abrió. Cogió el primer álbum y observó que aparte de la palabra "álbum" estaba grabada en la portada, debajo de esas letras venía de qué año pertenecía; ese año era en el que había nacido ella.
    Al abrirlo, no pudo evitar soltar una sonrisa de felicidad. La primera foto era del día en que nació, salía su padre, su hermana y su madre abrazando con cariño a dos bebés; uno de ellos era ella.
    Sus padres salían en todas las fotos junto a ella; la primera vez que lloró, cuando empezó a gatear, al decir su primera palabra, cuando comenzó a caminar... Todas esas fotos la hacían muy feliz, no podía acordarse al ser tan pequeña pero, esas fotos plasmaban lo que había vivido desde muy pequeña, solo le bastaba eso para comprobar que sus padres la querían mucho.
    Siguió mirando los álbumes uno a uno, observando las fotos con detenimiento. Se sentía feliz de haber vivido esos momentos junto con ellos pero, a la vez no podía evitar sentir nostalgia y melancolía; quería volver a sentir esa calidez, esos brazos que siempre la rodeaban, esas cálidas sonrisas... Pero ya no podían volver nunca más, y eso lo hacía volver a la realidad, a la dura realidad.
    Continuó observando las fotografías al detalle, recordando los buenos momentos pero, cuando llegó al de sus siete años, de repente sintió una punzada en el pecho bastante dolorosa. Se estaba acercando más y más al recuerdo de ese día, le dolía tanto que incluso podría dejar de respirar. Aunque, por alguna razón, eso no era lo único que la angustiaba; había algo más en ese álbum, pero no lo podía recordar, ¿sería ese el motivo por el que los había escondido? ¿Porque volvería a sentir esa agonía en su pecho?
    Lily se equivocaba, ya no era tan débil como antes. Rin respiró profundamente y abrió el álbum; sin embargo, y para su sorpresa, tan pronto como lo abrió, apareció una foto de dos chicos rubios, uno de unos profundos ojos azules y otro de brillantes ojos verdes junto a una niña que poseía los mismos rasgos que el segundo.
    —¿Ese... es Len? —La verdad es que tenía un gran parecido con el rubio, aunque no podía ser posible, ¿no?
    Pero su mirada se centró en el otro chico de ojos verdes, que la estaba abrazando en esa foto; no pudo evitar soltar una pequeña lágrima de sus actuales ojos azules, que la secó rápidamente con la mano. Él había estado con ella en todo momento, protegiéndola y cuidándola. Sí, era su hermano gemelo, Rinto.
    Le extrañaba tanto, ojalá volviera a su lado pero, eso no sería posible. Cogió el medallón dorado que colgaba en su cuello, con sus iniciales puestas en él y lo abrió; dentro había una foto de Rinto, esbozando una de sus mejores sonrisas.
    Sonrió afligida por la simple razón de que él ya no estuviera para ella y volvió a ver la primera fotografía. Todavía no podía asimilar ese chico de ojos azules con el Len actual, es decir, ¿por qué no es capaz de acordarse, aunque sea un poco? Y mucho menos si él se parecía tanto a su hermano, si no fuera porque el color de sus ojos son diferentes; los de Len eran de un intenso color índigo mientras que los de Rinto eran de un radiante color esmeralda.
    De repente, le empezaba a doler la cabeza; ese dolor punzante no se detenía, como si la cabeza le fuera a explotar. Rin solo pudo agarrarse la cabeza dolorosamente y retorcerse por su cama deseando que acabara pronto, llegando a tirar algunos libros y varias fotografías. Esa tortura parecía no tener fin, no obstante, un montón de imágenes pasaban por su mente; eran recuerdos, y en todos aparecía Len a su lado.
    Repentinamente, esa angustia cesó tan rápido como había llegado. Soltó su agarre y empezó a sudar, respirando de forma dificultosa, dejando a Rin impactada por lo que acababa de pasar; ahora lo recordaba. Esas memorias de los que no podía acordarse estaban ahí, en su mente, como si siempre los hubiera tenido. ¿Qué estaba pasando?
    El shock había sido tan fuerte que inconscientemente, empezó a acordarse de un recuerdo en particular; el día que conoció a Len.

    —¡Mamá, mamá! ¿A dónde vamos? ¡Quiero saberlo! —protestaba la pequeña de 7 años.
    Ella junto a sus padres estaban andando por las tranquilas calles de Tokio bajo los árboles de primavera, aunque la niña no paraba de quejarse y preguntar ansiosa por saber el destino al que se dirigían.
    —Hoy vamos a visitar a un amigo nuestro —respondió su padre alegremente a la vez que cogía su mano izquierda.
    —Él también tiene un hijo, así que puedes jugar con él para que no te aburras —añadió su madre cogiéndole la mano derecha.
    —¿Y Rinto? ¿Y Lily? ¿Dónde están ellos? —preguntó la niña extrañada de que ellos no estuvieran.
    —Lily tiene que estudiar para unos exámenes así que no puede venir; y Rinto... él dijo que no quería venir, por lo que se quedó en casa con tu hermana. —aclaró su padre mientras la balanceaban.
    —¿Ehhh? Sin Rinto me voy a aburrir. —confesó ella inflando sus mofletes.
    —Seguro que no, sin duda te lo vas a pasar bien —insistió su madre viendo como la pequeña hacía un puchero.
    —Aunque lo que tiene que hacer Lily es muy pero que muy aburrido, ¿no?
    —¡Jajaja! —reía su padre—. Cuando crezcas y tengas la misma edad que ella te aseguro que también lo harás.
    —¿Ehhh? ¡No quiero! ¡No me gusta estudiar! —se quejaba la rubia, lo que hizo que sus padres se rieran a carcajadas seguido de ella.
    Cuando llegaron la casa era majestuosamente grande e inmaculado, parecía tener luz propia. En la entrada había unas rejas negras separando ese recinto de la calle, seguido de unas piedras de distintos tamaños, formas y colores decorar el camino junto a unas flores que componían un inmenso jardín; después se hallaban unos tres escalones antes de llegar a la puerta de detalles dorados por las esquinas.
    —¡Es enorme! —Rin estaba deslumbrada por esa vivienda o mansión, aunque para ella le parecía un castillo.
    —Sabía que te gustaría —dijo su padre—, bueno, entremos.
    Su padre posó su dedo por encima del timbre —que se encontraba a la derecha de la entrada— y lo tocó. De repente de ella sonó una voz de hombre, que Rin supuso que no superaba los veinte.
    —¿Sí, qué desea? —preguntó el poseedor de esa voz.
    —Soy yo, Akira. He venido con...
    —¡Ah! —dijo él, interrumpiéndole— ¡Hace tiempo que no viene! ¡Pasa, pasa!
    De forma automática, las verjas se abrieron, asombrando más y más a la rubia más pequeña. Caminaron por el camino de piedras hasta llegar a la puerta que se abrió inmediatamente; el interior era aún más sorprendente. El suelo tenía una gran alfombra rojiza que llegaba desde la entrada hasta más allá de las escaleras que se separaban en dos, conduciendo cada una a un pasillo diferente; un gran candelabro iluminaba el vestíbulo creando un ambiente cálido y acogedor, seguido de varios cuadros y plantas esparcidas elegantemente por el lugar.
    —¡Qué bonito! —Asentía la pequeña admirando algunos cuadros cerca de la puerta.
    —¿A que es hermoso? —preguntó la misma misteriosa voz que escuchó en la entrada. Entonces ella se dio la vuelta, divisando un joven hombre de cabellos violetas y ojos del mismo color.
    —¿Quién es usted? —preguntó esta vez la rubia de forma educada.
    —¿Yo? Me llamo Gakupo Kamui, encantada de conocerte señorita.
    —¡Yo no soy señorita! ¡Mi nombre es Rin, Rin Utane! No te olvides.
    —Es verdad, fallo mío, ¿me perdonas?
    —¡Pues claro! —Rin extendió la mano en señal de un apretón de manos, a lo que el muchacho aceptó.
    —Parece que ya os lleváis bien, me alegro. Rin —llamó su padre a la pequeña—, mamá y yo tenemos asuntos que atender con un amigo nuestro, ¿puedes esperar con Gakupo hasta que volvamos?
    —¿Eh? No quiero —contestó ella en forma de protesta—, quiero estar con vosotros, ¿no puedo ir?
    Pero de repente una mano se posó en su hombro; era la mano de Gakupo. La rubia le miraba como si le estuviera diciendo con los ojos que estaba en desacuerdo, sin embargo él con una sonrisa dijo:
    —Vamos Rin, voy a estar contigo todo el rato así que no te preocupes. Además, tu papá debe de hablar con un viejo amigo, ¿no te aburrirás un poco? —argumentó el de cabellos violetas, y la verdad es que tenía algo de razón.
    —Mmm... ¡Me has convencido!
    —Buena chica —elogió el chico a la pequeña; sin previo aviso le empezó a acariciar la cabeza—, bueno, si nos permite nos retiramos. Vamos Rin —Él extendió su mano y ella la aceptó gustosamente, retirándose del lugar.
    —¿A dónde quieres ir, Rin? —consultó Gakupo a la rubia a la vez que se dirigían a la puerta principal.
    —Déjame que lo piense, a ver... —Rin pensaba indecisa hacía dónde podían irse en primer lugar hasta que recordó las hermosas flores que había en el jardín—. ¡Ah, ya sé! ¿Por qué no vamos al jardín que hay detrás? ¡Seguro que es hermoso! —afirmaba ella ansiosa por visitar el lugar.
    —Si es lo que quieres, vamos.
    —¡Sí!
    Los dos salieron por la puerta principal y rodearon la casa, llegando a la parte trasera de esta. Las flores de la entrada eran hermosas pero las que había allí no se podían ni comparar; había muchas flores que ella no conocía, algunos árboles frutales, un columpio atado a un árbol que se encontraba a la esquina izquierda del jardín, casi al lado de la pared; y en el centro del jardín, parecía ser una especie de cúpula, con una mesa y varias sillas colocadas tal vez para tomar el té tranquilamente.
    —¡Qué bonito! —decía ella bastante entusiasmada y observando las flores con las mejillas sonrosadas de la felicidad que sentía—. ¡Gakupo, Gakupo! —llamaba la pequeña—. ¿Cómo se llama esta flor? —preguntó ella señalando una flor blanca.
    —¿Esa flor? Es un crisantemo, significa sinceridad.
    —¡Es hermosa!
    —Sí, lo es. Esa que tienes ahí es un geranio —añadió él mientras señalaba la flor que se encontraba a la derecha de la rubia—, esa otra es un gladiolo, la otra es una hortensia, esa flor blanca se llama iris, y esa otra...
    —¡Sabes mucho, Gakupo! —alabó la rubia sorprendida.
    —Todo me lo enseñó el señor y el señorito, les debo mucho.
    En el rostro de Gakupo mostraba un poco de melancolía y una sonrisa entre tristeza y felicidad; Rin dudosa por preguntarle al fin dijo:
    —Gakupo, ¿por qué trabajas como sirviente?
    —Es una historia bastante larga, te aburrirás.
    —No me importa —declaró ella con su típica sonrisa, por lo que él no se podía negar.
    —Bueno, todo empezó hace tres años, cuando yo tenía doce años. Yo seguía mis estudios mientras que mis padres se gastaban el dinero en los casinos, para ver si conseguían algo con un poco de suerte, pero fue en vano. Ya era imposible vivir con ellos. Un día, cuando volví a casa, vi en la mesa una nota de mis padres diciendo que se iban muy lejos; no ponía adónde iban ni tampoco cuando volverían, me habían repente, escuché unos golpes que provenían de fuera, eran unos hombres vestidos de negro; al parecer mis padres les debían una gran suma de único que se me ocurrió fue huir de allí lo más rápido que podía, sin mirar atrás; yo corría al mismo tiempo que lloraba, me sentía traicionado hasta que encontré al señor Takara. Yo había girado en una esquina y sin querer me choqué con él; los hombres me alcanzaron pero el señor se interpuso entre ellos y yo y solucionó el problema, les pagó la deuda que tenían mis padres y se fueron.
    —¿Te encuentras bien? —me preguntó el hombre, por lo que asentí aún asustado por lo que acababa de pasar—. Me alegro mucho —dijo él con una sonrisa.
    —¿Por... Por qué me ha ayudado? —pregunté tembloroso sin dejar de soltar las lágrimas—. Soy un completo desconocido, entonces, ¿por...? —Pero fui interrumpido por él.
    —¿Habría sido mejor que te hubiera dejado a la suerte junto a esos hombres? No, ¿verdad? Sentí que te debía de ayudar, nada más.
    —Pero yo... yo no le puedo devolver el dinero... —confesé yo, las piernas seguían sin responderme.
    —No te preocupes, no necesitas devolvérmelo.
    —Pero, si no le devuelvo el favor no me quedaré tranquilo —afirmé mirándole a los ojos por fin.
    —Entonces, si quieres devolverme el favor, ¿por qué no te vienes a vivir a mi casa como mayordomo? —propuso él, en su rostro mostraba una sonrisa sincera, por lo que no pude negarme.
    Después nos dirigimos a su casa, estaba tan sorprendido como tú cuando llegaste. Me dieron una habitación en donde dormir y un uniforme, compuesto solamente por una camiseta blanca y unos pantalones negros. No sabía como agradecerles por ello.
    —No te preocupes, yo pagaré los gastos de tu escuela —añadió el señor Takara sonriente, no entendía el porqué era tan amable conmigo por lo que le pregunté:
    —¿Por qué es tan amable conmigo, señor?
    —No te podía dejar allí, no lo malinterpretes, no es compasión; solo que, ¿no quieres empezar de nuevo?
    No entendía el significado a esa pregunta, ¿empezar de nuevo? ¿A qué se refería exactamente? Yo me cambié de ropa y fui a explorar los alrededores hasta llegar al jardín, donde un chico rubio jugaba entre las flores, ese era el señorito cuando tenía cinco años.
    —¡Hola! ¿Cómo te llamas? — preguntó el chico con una sonrisa de oreja a oreja.
    —Yo...yo me llamo Gakupo —contesté nervioso.
    —Pareces deprimido, ¿qué te pasa? —La verdad es que tenía ganas de llorar, tantas cosas había pasado en un día que me sentía solo, no tenía un propósito con el que vivir, sentía que me quería morir en esos momentos. Entonces sin darme cuenta las lágrimas empezaron a fluir por mis ojos violetas, mis piernas perdían fuerzas y caí de rodillas, sin saber que hacer de ahora en adelante. —. ¡O...Oye! ¿Por qué lloras? ¿He hecho algo malo? —preguntó el pequeño preocupado, sin embargo, le pude negar con la cabeza, diciendo que no era su culpa.
    —No... No es nada, es... es solo que... no sé que hacer... —decía yo entrecortadamente debido a las lágrimas—. ¿Qué empiece de nuevo, dice? ¡No lo entiendo! —En ese momento sentí una mano acariciarme el pelo y levanté la vista, era el niño.
    —Mi padre cuando dice "Empieza de nuevo" se refiere que no te preocupes, si lo dejas ahora seguirás estando triste, pero si empiezas de nuevo puede que consigas ser feliz. Es lo que me dice cada vez que estoy triste y estoy a punto de rendirme, ¿a que son unas buenas palabras? —Abrí los ojos sorprendido por las palabras del rubio mientras que él sonreía alegremente, diciendo que no me preocupara más.
    Entonces comprendí el mensaje que le intentaba transmitir antes, que empezara mi vida de nuevo, que no estuviera triste por algo que no lo merecía, que fuera feliz... En ese momento encontré un propósito por el que vivir, proteger a ese niño que me dio un motivo por el que vivir.
    —Y esa es la historia —finalizó Gakupo, dejando a una Rin bastante asombrada y arrepentida por preguntarle.
    —Yo... lo siento. No debí de hacerte recordar algo tan doloroso, lo siento mucho.
    —No te preocupes Rin, no es algo por lo que me arrepienta. Estoy agradecido con ellos, y me hace feliz servirles como mayordomo que soy; serviré a los Kagamine y protegeré al señorito con mi vida. Porque son gente muy importante para mí.
    —No sabía que sentías eso por nosotros, muchas gracias Gakupo —agradeció una tercera voz, por lo que los dos se giraron y observaron a un niño de más o menos la edad de Rin, de cabellos dorados recogidos en una coleta y ojos azules y profundos, vestido con una camiseta blanca de mangas largas, un chaleco sin mangas negro, unos pantalones a cuadros de color verde que le llegaban hasta por encima de las rodillas y unas botas marrones, con un libro en sus manos.
    —¡Señorito Len! —gritó el mayordomo de cabellos violetas avergonzado por lo que acababa de confesar delante de sus narices.
    —¿Len?
    Continuará...
     
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    TheMilyNyan

    TheMilyNyan Iniciado

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    Diosss... Amooo tu fanfics *-* apurate en el siguiente capitulo no puedo esperar mas >_<
    me gusto mucho la historia de gakupo*-* y rin de pequeña es muy kawaii *-* Sigue con la historia por favor no la abandones :D
     
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  10.  
    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
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    Capítulo VII — Jugando al escondite
    (Recordando el pasado parte II)

    Los dos se encontraban en el inmenso jardín de los Kagamine. Rin y Gakupo estaban sentados cerca de un árbol, el mayor contaba su historia de cómo se había llegado a servir a la familia de los Kagamine mientras que la rubia la escuchaba sin perder detalle alguno.
    —Y esa es la historia —finalizó Gakupo, dejando a una Rin bastante asombrada y arrepentida por preguntarle.
    —Yo... lo siento. No debí de hacerte recordar algo tan doloroso, lo siento mucho.
    —No te preocupes Rin, no es algo por lo que me arrepienta. Estoy agradecido con ellos, y me hace feliz servirles como mayordomo que soy; serviré a los Kagamine y protegeré al señorito con mi vida. Porque son gente muy importante para mí.
    —No sabía que sentías eso por nosotros, muchas gracias Gakupo —agradeció una tercera voz, por lo que los dos se giraron y observaron a un niño de más o menos la edad de Rin, de cabellos dorados recogidos en una coleta y ojos azules y profundos, vestido con una camiseta blanca de mangas largas, un chaleco sin mangas negro, unos pantalones a cuadros de color verde que le llegaban hasta por encima de las rodillas y unas botas marrones, con un libro en sus manos.
    —¡Señorito Len! —gritó el mayordomo de cabellos violetas avergonzado por lo que acababa de confesar delante de sus narices.
    —¿Len? —pensó ella, seguramente era su nombre.
    —¿Así que eso es lo que piensas de nosotros? —preguntó el chico de cabellos rubios con una enorme sonrisa y bastante contento con el mayor, causando que su vergüenza aumentara por momentos; ya su cara estaba tan colorada como la rosa más roja que había en el jardín.
    —¿Por favor... puede hacer como si nunca lo hubiera escuchado? Me da un poco de corte que haya sido usted el que lo haya escuchado... —pidió Gakupo a punto de morirse de la vergüenza.
    —No quiero —contestó él tajantemente—. ¿Por qué debería hacerlo?
    —Es que... que diga cosas tan cursis... es embarazoso. Parezco estúpido, ¿no? —argumentaba el mayor sin saber que pensar, su mirada mostraba decepción y en sus labios aparecía una sonrisa falsa; sin embargo, tanto Rin como Len no se reían lo más mínimo.
    —No pareces estúpido —afirmaba Rin con una severidad que no era natural en ella pero dejando todavía una amabilidad e inocencia tanto en su voz como en el brillo de sus ojos—. Tendrías que estar incluso orgulloso de ello, tu sinceridad es lo que te hace buena persona, ¿no? —Sus ojos se centraron en los del rubio, asintiendo los dos al mismo tiempo y dedicándole una sonrisa tan brillante como si fueran el mismo sol.
    —Vale... —admitió Gakupo al fin—. Pero no se lo digas a las demás sirvientas, nunca me dejan en paz.
    —Creo que no porque, ¡me gusta ver como ellas te persiguen por toda la casa! ¡Es divertido!
    —¡No, por favor, a todos menos a ellas! —rogaba el mayor de rodillas, “Qué pena me da Gakupo”, pensaba Rin en su interior.
    —Lo sé, lo sé; era una broma, una broma —aclaró Len con tono juguetón, lo que hizo que Gakupo suspirara aliviado, haciendo que saliera una pequeña risita por parte de la rubia.
    Len recién se acababa de dar cuenta de la facilidad que tenían ellos de comunicarse, por lo que se acercó a ella y la miró detenidamente.
    —¿Por qué me esta mirando fijamente? —pensaba Rin algo incomoda por su mirada.
    —¿Quién es esta chica? —preguntó el chico a Gakupo, causando un pequeño enojo por parte de Rin, que empezó a inflar sus mofletes, dándole así un aire infantil.
    —Ella es... —Pero fue interrumpido por Rin.
    —Me llamo Rin Utane —Su voz sonaba de forma extraña, parecía más brusca que nunca. Sin embargo, él seguía sonriendo; parece que no se daba cuenta de nada—. Encantada de conocerte.
    Ella extendió su brazo en señal de un apretón de manos, por lo que el rubio sonrió mucho más que antes. Aceptó el apretón con las dos manos y empezó a moverla de arriba a abajo enérgicamente, sorprendiéndola por la actitud del chico y haciendo desaparecer su enfado, sustituyéndolo por perplejidad.
    —¿Qué pasa? Nadie agita las manos con tanto entusiasmo, ¿estará contento por lo que he dicho? —pensó Rin, intentando deducir lo que pensaba el chico con solo observar su rostro, pero era imposible.
    Cuando terminó de agitar las manos, se presentó con la misma firmeza y felicidad que antes, con las mejillas un poco sonrosadas y con una sonrisa tan brillante como las estrellas, no, como el mismo sol.
    —¡Me llamo Len Kagamine! ¡Espero que no llevemos bien! —Su entusiasmo la había cautivado tanto que sin darse cuenta había caído en esa suave atmósfera.
    —¡Sí! —Asintió Rin, contenta por conseguir un nuevo amigo.
    Entretanto, Gakupo los miraba con una sonrisa sin que se dieran cuenta; parecía como si él no estuviera en ese momento. Él apreciaba a Len como su hermano pequeño y verlo feliz le alegraba.
    —Gakupo, ¿me oyes? —preguntó la rubia, pero él seguía sin contestar; estaba en su propio mundo.
    —¡Despierta, Gakupo! —gritó Len, pero nada, él seguía fantaseando y mirando el cielo; esto era preocupante.
    —Len, Gakupo no responde.
    —No te preocupes, cada vez que piensa en algo, a los treinta segundos vuelve en sí. Solo espera; tres, dos, uno... —Entonces el rubio chasqueó los dedos y el de cabellos violetas bajó de las nubes, volviendo a la realidad.
    —¿Eh, qué...? —Él les miraba sin saber lo que acababa de pasar, pero rápidamente lo comprendió—. Ah, lo siento. Cada vez que pienso intensamente en algo, no me percato de mi alrededor...
    —¡Increíble Len! Cuando has chasqueado los dedos él ha vuelto en sí, ¡parecía magia! —Alababa Rin con los ojos brillantes y llenos de estrellitas—. Dime, ¿cómo lo has hecho?
    —Con experiencia, con experiencia; solo debes de saber cuando ocurre y cuanto dura, nada más —Pero ella en lugar de emocionarse más de repente se decepcionó un poco.
    —¿Sólo eso? Pensé que estabas haciendo magia de verdad.
    —La magia no existe, es una inútil creencia que inventaron las personas —replicaba el rubio a la muchacha.
    —¡Sí existe! —rebatía la otra mientras inflaba sus mejillas junto con sus ojos llenos de decisión; por suerte, había intervenido Gakupo a tiempo.
    —Bueno, no nos peleemos, ¿vale? —Gakupo intentaba calmar el ambiente pero sus ojos se miraban fijamente; sus ojos saltaban chispas. Sin embargo, al de cabellos violeta se le ocurrió una gran idea—. ¡Oye! ¿Qué os parece si jugamos a algo? Algo como el escondite —sugería él, pensando que tal vez así dejarían de pelearse, cosa que funcionó.
    —¿Al escondite? ¡Sí, sí, quiero jugar! —Rin estaba saltando de alegría, olvidándose por completo de su enfado.
    —Al escondite, ¿eh? Buena idea, Gakupo —elogió Len—. Y bien, ¿quién se la queda?
    Pero de repente, una atmósfera desagradable inundó de nuevo el jardín, como si se fuera a desatar de nuevo esa tormenta de miradas que se mandaban Rin y Len, cosa que ocurrió.
    —Te la quedas tú Len —afirmaba la rubia.
    —¿Eh? ¿Por qué yo? —se quejaba el rubio—. ¡Te la quedas tú!
    —¡No! Si digo que eres tú eres tú.
    —¡No quiero!
    —¡Yo no me la puedo quedar! ¡No conozco el lugar! —justificaba Rin, sin embargo, Len hacía todo lo posible por ganar esa discusión.
    —¡Pues si te la quedas tendrás oportunidad de hacerlo! —Len intentaba razonar con ella pero no cedía, “¿cómo puede ser tan testaruda?” pensó él.
    La discusión continuaba sin un ganador y un perdedor, ya que los motivos eran razonables pero no poseían la razón absoluta. Las quejas y los argumentos de los niños hacían que Gakupo se riera por dentro; parecían hermanos que se peleaban.
    —¡Gakupo! ¿Quién crees que se la debería quedar? —preguntaron los dos rubios al mismo tiempo, causando que Gakupo se sintiera indeciso; ¿a quién debería apoyar? ¿A Rin o a Len? Esa decisión era difícil.
    —¡Gakupo! —No podía soportar más los gritos de los dos y explotó.
    —¡Callaos ya, me la voy a quedar yo! ¿Contentos?
    El grito que había dado era tan fuerte que varios pájaros que se encontraban en los árboles se fueron volando; sin embargo, los dos niños ni se inmutaron. Es mas, sus labios dibujaban una gran sonrisa de victoria; había caído en su trampa. ¿Cómo ha podido ser engañado por dos niños de primaria?
    —Bueno, pues como Gakupo se la quiere quedar —prosiguió Len con un tono sarcástico y juguetón—, ¡nosotros nos vamos a esconder!
    Len cogió rápidamente la mano de Rin y empezaron a correr del lugar; Gakupo solo podía observar como lo dejaban ahí, alejándose del lugar. Pero antes de que se fueran del todo, Rin le gritó algo que apenas pudo escuchar pero consiguió captar el mensaje:
    —¡Gakupo, cuenta hasta cien y ve a buscarnos! —Gakupo estaba a punto de girarse para contar pero otro grito de la rubia le distrajo—. ¡Buena suerte!
    Al transmitir el mensaje, no se podía apreciar la silueta de ninguno de los dos, por lo que se giró y, con una sonrisa en su rostro, empezó a contar.
    No era tan malo quedársela después de todo.
    Los dos niños entraron rápidamente en el edificio y subieron por las escaleras torpemente; pero tuvieron que pararse, ya que el camino se dividía en dos.
    —Vamos por la derecha —dijo Len. Empezó a correr por esa dirección pero Rin le detuvo bruscamente tirándole del brazo.
    —¡No! Es mejor por la izquierda.
    —¿Por qué la izquierda? —preguntó molesto el muchacho.
    —Porque, porque... —Rin estaba pensando en un motivo que pudiera convencerle pero no se le ocurría nada. De repente, recordó un detalle que pasó hace poco; por lo menos debería de intentarlo—¡Antes!
    —¿Antes qué?
    —Antes cuando llegué, me fijé que los criados iban por la derecha. ¿No parece un poco raro?
    —Pues no, por la derecha están sus dormitorios —añadió Len.
    —¡Por eso mismo! Él creerá que vamos a ir en un sitio donde no vas a menudo, ¿no crees?
    —La verdad es que no visito la zona este desde hace tiempo... ¡Bien, me has convencido!
    Al terminar esa pequeña discusión y sin pensarlo dos veces subieron corriendo las escaleras de la derecha. Rin pensaba que el lugar iba a estar descuidado y con un aspecto bastante vulgar ya que allí solo se encontraban los empleados pero se equivocó; el lugar tenía la misma calidad que en el vestíbulo e incluso era aún mejor. Los dos se detuvieron.
    Len estaba buscando un lugar en donde so podrían esconder mientras que Rin observaba detenidamente cada detalle que había en la zona. En el suelo se encontraba la larga alfombra roja que provenía de la entrada, es como si nunca tuviera fin.
    Al lado de cada puerta se podía apreciar las plantas, con sus brillantes hojas verdes y siguiendo el mismo patrón que todas las demás. En ese pasillo también había cuadros colgados por todas las paredes del pasillo pero, en lugar de representar paisajes, tras los marcos se encontraban gran variedad de fotos, sin rastro de polvo en el pulido cristal que los protegía.
    Observó la primera fotografía que había en el pasillo, había tres personas bajo los árboles de cerezos: a la derecha se encontraba un hombre rubio con una camiseta blanca y con las mangas remangadas hasta los codos, un jersey sin mangas marrón, una corbata roja, unos pantalones negros y zapatos del mismo color que su jersey; Rin pudo identificar inmediatamente, era el padre de Len, Takara Kagamine.
    Estaba de pie con la mano apoyada en el hombro de una mujer bella de fracciones finas y de cabellos blancos azulados similar a la nieve sentada a su lado, seguramente era su madre. Ella llevaba un refrescante vestido blanco a juego con su cabello que caía elegantemente por sus rodillas y unos zapatos negros como el carbón; por la forma en que estaban vestidos, seguramente la foto fue hecha en verano.
    Pero en lo que más le llamó la atención fue en el niño que llevaba la mujer, era igual de rubio como el señor Takara y sus ojos estaban tan abiertos que se podía apreciar el parecido de sus ojos con los de su madre; era Len.
    Al ver que él estaba sonriendo en esa foto no pudo evitar esbozar una sonrisa de ternura, de pequeño era tan tierno...
    Después se percató de la placa dorada que había bajo el cuadro. Tenía algo grabado en él: “En recuerdo del nacimiento de Len el 12 de abril”.
    —Así que el cumpleaños de Len es el 12 de abril, ¿eh? —Sin darse cuenta lo había dicho en voz alta y se tapó la boca rápidamente como si ella no hubiera dicho nada, pero fue inútil.
    Ella se giró para ver si estaba molesto, haciendo que sus sospechas fueran ciertas. Tan pronto como ella apartó la mirada de la foto él se abalanzó como un rayo y se puso delante de ella bastante molesto, como si con la mirada dijera “No mires más”.
    —¿¡Qué estás mirando!? —gritó Len, tenía la cara roja, tan roja como las rosas que había en el jardín; estaba avergonzado. Ella estaba a punto de reírse ahí mismo por el comportamiento infantil del rubio pero prefirió contenerlo, era mejor no pelearse como lo hicieron antes; además, es algo normal de un niño de 7 años.
    —Oye, ¿por qué hay tantas fotos por todo el pasillo? —preguntó Rin ignorando por completo el enfado que tenía.
    —Son mis padres —contestó Len intentando tranquilizarse—, todos querían decorar el pasillo ya que se veía solitario. Entonces a alguien se le ocurrió colocar fotos de todos por todo el lugar, cosa que mis padres aceptaron, aunque solo han decorado esta parte de la casa —Rin, de tanto aguantar la risa, no pudo evitar soltar una pequeña risita que Len escuchó perfectamente—. ¿De qué te ríes?
    —Bueno, es que pareces un poco tonto comportándote así —admitió Rin sin culparse de lo que decía.
    —¿¡Qué me has dicho!? —Volvió a gritar él pero esta vez aún más fuerte que antes—. ¡Dímelo otra vez si te...! —Pero no pudo acabar su frase ya que fue interrumpido por la rubia.
    —¿Qué tiene de malo que tus padres cuelguen fotos familiares por su casa? A mí me parece normal.
    —Pues para mí no, ¿qué tiene esto de normal? —Cruzó sus brazos y miró de reojo a Rin, esperando que dijera su respuesta.
    —Todos hacemos fotos para recordar los buenos momentos que hemos pasado, entonces, ¿por qué avergonzarse? Esto es una muestra de lo mucho que te quieren, Len; todas y cada una de las fotos que hay aquí.
    Len abrió enormemente sus ojos con sorpresa; la respuesta que había dado, de algún modo u otro, le había alcanzado hasta lo más profundo de su ser. Siempre pensó que todas y cada una de las fotos eran molestas y vergonzosas hasta ahora. ¿Qué motivo tenía para avergonzarse de ello?
    Todo lo contrario, debía de estar feliz de que todos sientan cariño hacia él y él hacia ellos. Pero su orgullo impedía que él mostrara sus sentimientos abiertamente como lo hacía ella, tenía tanta envidia de esa chica que tenía todo lo que él no poseía que se limitó a darle la espalda; tenía la cara más roja que antes y no se atrevía a mirarla a la cara, ojalá pudiera admitir que ella tenía razón pero su arrogancia se lo impedía.
    Al final cerró los ojos fuertemente al mismo tiempo que agachaba la cabeza y dijo:
    —Creo... Creo que tienes un poco de razón... —contestó al fin el rubio dejando a lado su orgullo, sin embargo la arrogancia que tenía volvió de nuevo junto con otra ola de vergüenza—. ¡Pe...Pero solo un poco! No te creas que por decir que tengas un poco de razón voy a ser más simpático contigo.
    Lo arruinó de nuevo, ¿cuándo podría ser sincero y decir lo que piensa? Pensaba que ella se iba a enojar de nuevo, sin embargo ella dibujó una hermosa sonrisa en sus labios que su mente se quedó en blanco, ¿qué le estaba pasando? ¿Cómo podía hacer que se sintiera tan confuso?
    —Vale, vale —Fue lo único que dijo Rin.
    —¿Sabes? A veces dices cosas buenas —afirmó Len.
    —¿Cómo que “a veces”? —dijo ella enfatizando las dos últimas palabras—. Aunque la verdad es que me lo dijo mi madre.
    Repentinamente, Len esbozó una pequeña sonrisa que de pronto se convirtió en una gran risa que contagió también a Rin. Por fin tenía una amiga con la que poder estar, reírse e incluso divertirse; era la primera vez que se sentía tan feliz.
    Nunca pudo conseguir amigos de verdad por culpa de su ego y por el egoísmo de los niños de su clase. Algunos simplemente se apartaban del “niño rico”, ya que sentían que no encajaban si estaban a su lado mientras que los demás se limitaban a gastarle bromas y molestarlo en cada clase, causando que Len perdiera la esperanza de poder conseguir amigos.
    Siempre estaba solo, encerrado en su propio mundo; solo podía sonreír falsamente delante de los demás e incluso de sus padres. Pero ahora todo era distinto, ahora tenía a alguien, su primera amiga. Ahora ya no se sentía solo.
    ¿Cómo hemos llegado a esto? —Pensó él sin dejar de reír. Entonces su cuerpo se volvió tan pesado como el plomo al recordarlo. ¡El juego! ¡Estaban jugando al escondite! Si no se daban prisa no tendrían tiempo para esconderse, bueno, a decir verdad ya han perdido muchísimo tiempo así que poco importaba; pero Len odia perder. Len nunca ha perdido un juego en toda su vida, mucho menos al escondite, y ahora ni nunca lo hará.
    —¿Qué pasa Len? —preguntó Rin preocupada por el drástico cambio que había dado.
    —¡El escondite! ¡Tenemos que escondernos! —gritó el muchacho por tercera vez. De repente, escucharon la voz de Gakupo desde la ventana decir “¿Estáis listos?”. Los rostros de los dos rubios palidecieron; tenían que decidir donde esconderse pero rápido.
    ¿Dónde nos escondemos? —Pensaban los dos al mismo tiempo, buscando desesperadamente un lugar. Entonces Len cogió a Rin y entraron por la primera puerta que vio. Era la cocina.
    —¡Allí! —dijo Len mientras señalaba los cajones que había debajo de las encimeras; tenían el tamaño justo para ellos.
    Sin pensárselo dos veces, abrieron el cajón y se escondieron dentro.
    Mientras, Gakupo preguntó por tercera vez si estaban listos y tampoco recibió respuesta, por lo que ya era momento de ir a buscarlos. Gakupo entró en la mansión y se detuvo durante unos segundos, pensando en un lugar en donde los pequeños se esconderían.
    A ver... Si fuera un niño pequeño, ¿dónde me escondería? —Pensó el mayor dubitativo—. ¿Un lugar oscuro? No lo creo, a Len nunca le ha gustado la oscuridad... ¿En su cuarto? No, sería demasiado fácil. ¿Hay un lugar que Len no haya visitado frecuentemente? —Entonces se acordó que desde hace días no visitaba la zona este debido a las habituales clases extra que tomaba con sus profesores privados después del colegio.
    No es que él sacara malas notas, sino que eran sus padres que pensaban que a su edad debería de aprender más cosas nuevas. Por supuesto él opinaba lo contrario, que a su edad debería de salir más a menudo y jugar con los niños de su edad, pero no le podía reprochar nada al padre del niño; al fin y al cabo él le acogió y apoyó cuando más lo necesitaba.
    Además, el rubio siempre le sonreía felizmente diciendo “Estoy bien, no te preocupes” cada vez que estaba en contra. Él sabía que no lo aceptaba, sin embargo seguía hacía adelante y con una mirada serena en su rostro, cosa que le preocupaba mucho. Tenía que ser más libre.
    Olvidándose del tema, el de cabellos violetas subía las escaleras dirigiéndose al este. Los dos niños escuchaban unos pasos acercarse más y más. No sabían que hacer, si se quedaban allí sería cuestión de tiempo que los encontraran, pero si se movían los encontrarían antes; estaban entre la espada y la pared.
    Ya subidas las escaleras, anduvo y anduvo por el inmenso pasillo, buscando señales de vida de los dos rubios. Sin más opción, abrió la primera puerta —que era el de la cocina— y empezó a buscar. Len sentía que se le iba a parar el corazón mientras que Rin, de lo asustada que estaba, sin querer soltó un pequeño grito casi inaudible para las personas, excepto para el mayor, que lo pudo escuchar perfectamente.
    —¡Idiota! —susurró Len mientras tapaba la boca de la rubia para que no hiciera más ruido; grave error. Tan pronto como él puso su mano, ésta le mordió, causando que Len diera una patada bastante sonora para los oídos de cualquiera.
    Así que estáis ahí, ¿eh? —Pensó el mayordomo.
    Gakupo se acercaba a pasos agigantados al lugar en donde los pequeños se escondían. Cuando ya había llegado, estaba dispuesto a abrir el cajón pero fue interrumpido por el portazo que habían dado detrás suya.
    —¿Quién...?
    El mayor iba a girar la cabeza para ver quién había ocasionado ese alboroto, sin embargo, una chica de cabellos anaranjados de unos once años se abalanzó encima suya haciendo que se cayera.
    —¡Koto! ¿Cuántas veces te he dicho que no te tires encima mía? —Se quejaba el mayor, el golpe había sido tan fuerte que ahora le dolía la cabeza.
    —¡Pero... Pero necesito tu ayuda! —cuestionaba la muchacha con su ruidosa y potente voz; siempre que necesitaba su ayuda es que era un problema, y de los gordos.
    —¿Qué has hecho esta vez? —preguntó Gakupo cansado de solucionarle los problemas a la chica.
    —Verás... Cuando estaba dando de comer a mis animales, sin querer le pisé la cola a Mimi y descontrolada, empezó a pelearse con los demás, ¡no sé que hacer! —contó Koto apresurada.
    —¿Mimi?
    —¡Sí, es la nueva gata que he recogido hoy! —dijo ella bastante animada.
    —Oye, sé que te gustan los animales pero no puedes recoger al primer animal abandonado que te encuentres, ¿cuántos tienes ya? ¿Veinte? —regañaba el mayor, tener tantos animales en la casa no era bueno, y menos si era ella la que los cuida.
    —Veinticinco —Corregía la pequeña.
    —Bueno, voy a ir a ayudarte pero antes... —Gakupo se acercó al cajón en donde se encontraban los niños y lo abrió; dentro se encontraban los dos rubios.
    —¿Ves? Nos ha encontrado por tu culpa —Se quejaba el niño muy enojado, era la primera vez que perdía.
    —¿Por mi culpa? ¡Si fuiste tú el que dio esa patada! —refutaba la niña con la cara roja de lo enfadada que estaba.
    —¿Y quién fue la que me mordió la mano, eh?
    —¡No me dejabas respirar!
    —¿Qué es todo este escándalo? —preguntó una quinta persona. Todos se giraron para ver quien era y no era más ni menos que Miki.
    —¡Miki! —nombró el mayor intentando soltarse de Koto—. Llegas en un buen momento. ¿Puedes cuidar de Rin y Len durante el tiempo que no esté? —pidió desesperado.
    —¡Pues claro! Déjamelo a mí —Asintió Miki.
    —Me alegro —Suspiró Gakupo aliviado, no podía dejar solo a los dos niños; no podía imaginar que es lo que pasaría si los dejaba por ahí.
    —¡Vamos Gakupo! —decía Koto al mismo tiempo que lo arrastraba del lugar.
    —Bueno, ¿por qué no vamos mientras a mi habitación? —sugirió la chica.
    —¡Vale! —asintieron los dos al mismo tiempo.
    El trayecto habría sido tranquilo e incluso relajante si no hubiera sido por las constantes y entretenidas peleas que tenían los dos pequeños, que solamente se peleaban por tonterías; pero a Miki no le molestaba. Es mas, hasta le hacía gracia. Era la primera vez que veía al chico tan enérgico y animado como ahora, ¿será por esa chica?
    Por fin llegaron a su cuarto. Estaba muy ordenado y había hasta un piano en la sala, sin embargo, había un montón de papeles tirados por el suelo. Rin cogió el primer papel que había en el suelo; eran partituras.
    —Ah, parece que me has pillado —confesó Miki—. Justamente estaba trabajando con mis partituras hasta que os escuché.
    —¿No te hemos molestado? —preguntó Len un poco culpable por distraerla.
    —No, para nada —afirmaba la muchacha.
    —Oye, ¿nos podrías tocar una canción? —insistió la rubia, tirando de su camisa y señalando el piano.
    —¡Pues claro!
    Miki se sentó, respiró profundamente y empezó a tocar. Aunque, tan pronto como ella empezó a tocar, los dos reconocieron perfectamente qué canción era; “The daughter of evil”. Rin, sabiendo de qué canción se trataba, no pudo evitarlo y empezó a cantar.
    Hace muchísimo tiempo en algún lugar
    del reino de la traidora inhumanidad
    yacía en aquel castillo para gobernar
    la princesa de 14 años de edad...

    Miki se sorprendió por la repentina participación de la pequeña en la canción, pero no le importó y siguió tocando.
    ...Los lujosos muebles eran su comodidad
    su sirviente al lado de ella era similar
    su caballo adorado era Josephine
    poseerlo todo le hacia sonreír...

    Len observaba maravillado de la voz de Rin, esa voz le hipnotizaba.

    ...Si el dinero escaseaba no era de importar
    bastaba con tirar de una cuerda y ya está
    y en cuanto a la gente que este en contra de mi
    de todos ellos me desharé
    * Ya arrodíllense ahora *...

    De repente, la voz de la rubia sonó arrogante, distante, como si de una princesa se tratara; se había convertido en “la Hija del Mal”.

    ...La princesa en su envidia de pronto llamo
    al ministro que sus ambiciones compartió
    dijo esto con una voz muy pacifica
    *Destruye el país de verde y ve sin preguntar*...

    A medida que la canción seguía avanzando, su voz resonaba por toda la sala, como una princesa arrogante y egoísta.

    ...Hace muchísimo tiempo en algún lugar
    del reino de la traidora inhumanidad
    yacía en aquel castillo para gobernar
    la princesa de 14 años de edad...

    Len no podía creer lo que escuchaba, esa voz tenía algo que los demás no tenían, algo que te hacía insistir en escucharla una y otra vez; su voz era dulce e intimidante, pero sobre todo especial.

    ...La maldita flor se esta despertando
    con hermosos y vivos colores
    la gente de hoy en día se referirá como la única y verdadera hija del mal.

    Miki aún no salía de su asombro, ¿cómo podía cantar tan bien? Solo tenía siete años y ya cantaba incluso mejor que su madre, que era la que interpretaba la “Hija del Mal”.
    Su interpretación y canto han sido sorprendentes... Sin duda... Esta chica tiene un brillante futuro por delante... —Pensaba Miki, entretanto, Len estaba alabando a la rubia por su sorprendente voz.
    ¡Rin, eres sorprendente! Cantas mejor que tu madre.
    No exageres, todavía me queda mucho —la cara de Rin estaba roja de la vergüenza.
    Pero él tiene razón, cantas bastante bien —elogiaba la mayor, de mayor iba a ser una gran persona.
    Rin estaba feliz de que la elogiaran, eran los primeros aparte de sus padres, que querían que siguiera cantando como ellos. Al voltear la vista para ver otra vez el piano, vio que en éste tenía un calendario encima y con el día 12 rodeado con un enorme círculo rojo.
    ¿El 12 de...? —Entonces la niña se acordó; ya estaban en abril—. Miki —llamó Rin a la mayor—, ¿qué día es hoy? —preguntó ella, si no se equivocaba hoy era...
    ¿Hoy? Hoy es el 12 de abril, el cumpleaños de Len —¡Lo sabía! Se había divertido tanto que se olvidó el día de hoy, ¿ahora que haría? No tiene ningún regalo que darle...
    No te preocupes, no hace falta que me regales nada —replicó Len, como si le hubiera leído la mente.
    Ya veo... —Le sentaba mal no regalarle nada, con lo bien que la había tratado...
    Tal vez se peleaban mucho pero ya le trataba como un familiar; en poco tiempo ya lo consideraba su primer y mejor amigo por parte de los chicos, ya que cuando se trataba de ellos era bastante tímida, excepto con Rinto. Puso sus manos en los bolsillos y notó algo redondo... ¡era un caramelo!
    ¡Len! —gritó ella con alegría, no era mucho pero ya tenía un regalo de cumpleaños.
    ¿Qué pasa? —cuestionó el chico demasiado extrañado por el tremendo cambio de actitud que ha tomado la chica.
    ¡Toma! —dijo Rin al mismo tiempo que ponía el caramelo delante suya—. No es mucho pero... ¡feliz cumpleaños!
    Miki veía la escena contenta, se veían tan adorables... Entretanto, Len aceptó gustoso el regalo de la rubia. Pasaron toda la tarde cantando, desde “The Servant to the Evil” hasta “Re-birthday”.
    Mucho después, cuando el sol se ocultaba, Gakupo apareció y les citó para llevarlos a la sala principal. Al llegar, se llevaron una gran sorpresa: la sala estaba decorada de forma que iban a celebrar el cumpleaños de Len. Había de todo: globos, lazos, regalos, pasteles...
    Todo el mundo disfrutaba de la fiesta con entusiasmo, y sobre todo el cumpleañero. Cuando cayó la noche, por las nueve y media, la fiesta acabó. Ahora Len se encontraba frente a la puerta para despedir a Rin, que se tenía que ir.
    Que pena... Quería seguir jugando contigo.
    No pasa nada —dijo Rin intentando animar al rubio, que lucía un poco decaído—. ¡Volveré otro día! —Afirmaba la muchacha.
    ¿Lo prometes? —preguntó Len, colocando el dedo meñique para realizar la promesa.
    Lo prometo —Rin cerró ese pacto juntando su dedo meñique con el de Len.
    Hoy... he recibido muchas cosas... —murmuró Len de modo que nadie lo escuchó, sonriendo por lo feliz que estaba y a punto de soltar lágrimas pero se contuvo—. He recibido regalos, canciones por parte de todos pero... sobre todo... mi primera mejor amiga.
    ¿Eh? ¿Has dicho algo? —Ella creía haber oído algo salir de los labios de Len pero como no estaba atenta no lo pudo escuchar.
    No, nada —contestó él negando con la cabeza y con su mejor sonrisa.
    Len se despidió de la familia Utane y regresó a la mansión, donde lo esperaba su padre.
    ¿Y bien, Len? ¿Te ha gustado la sorpresa? —preguntó su padre ansioso por saber la respuesta de su hijo.
    Muchísimo —respondió Len con un gesto que nunca había visto hasta ahora; comparado con todas las sonrisas que le mostraba siempre, ésta era mucho más cálida—. ¿Sabes papá? Éste ha sido el mejor cumpleaños que he tenido —afirmó él, haciendo que a su padre le saliera una risita.
    Ya veo... Me alegra oír eso —Él se alegraba de oírlo, sobre todo, sabiendo que ese cambio de comportamiento ha sido a causa de la hija de los Utane; parece que esa chica ha influido bastante en la vida de su hijo, dando así un cambio de 180º.
    Al final del día, todos vivieron felices y comieron perdices.

    Continuará...
     
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  11.  
    Rashel Vandald

    Rashel Vandald <3 <3 Felices fiestas. <3 <3

    Capricornio
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    hehe como se esperaba de Rin y Len (Ambos muy desastrosos) aunque me alegro por Len
    no me imagino ser la típica niña rica que no escuentra amigos
    pero lo bueno es que Rin le ha dado el mejor regalo ¡Un caramelo!.... No se crean ^o^
    Me refería a su amistad, aunque me deja intrigada el por qué no recuerdan mucho sobre sus momentos juntos. Esperaré hasta la continuación para saberlo, hasta pronto
     
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  12.  
    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
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    Escritor
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    ¡Odio la música!
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    16
     
    Palabras:
    5968
    ¡Bueno, y aquí tenemos otro capítulo más!
    Ya sé que algunos tienen curiosidad por saber la verdad entre estos dos,
    pero paciencia ya saldrá en su debido momento.
    Me alegro de haberlo terminado a tiempo,
    ya que quería terminarlo antes de Nochebuena para decirles que...
    ¡Feliz Navidad y próspero Año 2012!
    Espero que podáis disfrutar de las fiestas que yo intentaré subir más capítulos,
    ya que tengo que ayudar a mi madre en el trabajo durante estas Navidades.
    ¡Espero que os guste!

    Capítulo VIII – Discusión en el grupo

    Rin se sentía desconcertada por lo que ocurrió ayer. Cuando empezó a ojear los álbumes que le había dado su hermana hace poco, un sentimiento de angustia recorrió su cabeza, haciendo que diera vueltas y se retorciera de dolor; era como si le fuera a estallar la cabeza.
    Al mismo tiempo que gritaba dolorosamente y se agarraba la cabeza desesperada, varias imágenes pasaban por su cabeza como si estuviera viendo una película; parecían ser recuerdos.
    Cuando acabó esa tortura, no podía respirar bien, sentía como tarde o temprano se desmayaría pero todavía seguía consciente. En todas las imágenes que había visto, en todas, aparecía Len; lo demás se veía borroso.
    —“¿Qué fue eso?”, “¿Por qué aparece Len en ellas?”, “¿Por qué... los olvidé?” —Esas preguntas no paraban de salir una por una de la mente de Rin pero no tenían respuesta.
    Entonces la puerta se abrió dejando ver la silueta de una Lily preocupada. La alegre y despreocupada Lily había desaparecido en ese momento sustituyéndola por una Lily inquieta y afligida.
    ¿R...Rin? ¿Estas... Estas bien? Como te... te he oído gritar... —La voz de Lily sonaba temblorosa y frágil en comparación con la que siempre usa, tierno y vivaz.
    Lily... —llamó la nombrada cabizbaja—. ¿Algunas vez viste a Len... antes? —Por algún extraño motivo, su rostro presentaba miedo, ¿sabe algo?
    ¿Len? ¡Ah, el chico de ayer! —dijo la mayor fingiendo que se acordaba, intentaba desviar le tema lo máximo posible; no podía descubrirlo, no todavía...—. Es bastante simpático, cuando lo vi ayer contigo me...
    ¡No intentes evitar el tema! —El chillido de Rin la asombró, era la primera vez le gritaba de esa manera, tan exasperada, como si su vida dependiera de ello. Pero no podía echarse atrás en su decisión.
    No... no lo he visto nunca —afirmó Lily desviando la mirada.
    No me mientas —dijo Rin fríamente, sus ojos parecían estar perdiendo su usual brillo cambiándolos por unos tristes y vacíos—. Estoy siendo totalmente seria...
    Y yo también. Rin, te estoy diciendo la verdad; ayer fue la primera vez que lo vi. ¿O acaso piensas que estoy mintiendo? —Lily usó la voz más intimidante y seca que pudo, evitando tener contacto visual con su hermana. Ese tema se dirigía a un camino bastante peligroso.
    Entonces, si es cierto que me dices la verdad, ¿por qué no me has mirado a los ojos ni una vez?
    ¿Qué podía hacer? No tenía escapatoria. No tenía que recordar, no es necesario que recuerde nada. Pero, quería que Rin fuera feliz, era por su bien. Le daba igual que la odiara, solo quería que fuera feliz.
    Por favor, Lily... —llamó la menor otra vez, pero esta vez con voz lastimera; le dolía no saber nada y que su hermana le ocultara cosas.
    ¿Seguro que quieres saber, Rin? —preguntó Lily con firmeza.
    Sí.
    ¿En serio, incluso si para ello tienes que recordar malos momentos? Cuando tomes esta decisión, no podrás volver atrás... ¿Aún así quieres seguir?
    Sí, seguiré; quiero saber la verdad —los ojos de Rin volvieron a brillar con decisión, ya no podía echarse atrás, no ahora.
    Vale —Asintió Lily rindiéndose ante la obstinación de su hermana—. Si quieres saberlo, ve el viernes al bar de Haku al finalizar las clases —ordenó la mayor.
    Vale —Aprobó la pequeña. Quería preguntar más pero no quería ser una molestia así que lo dejó. Lily se fue de la habitación para irse a la suya.
    Cuando llegó, cerró la puerta con pestillo y apoyó la espalda sobre la puerta, cayendo poco a poco, con las manos en la cabeza y llorando. Cogió el cojín que estaba cerca de ella y lo tiró enojada contra la ventana, no sabía que hacer.
    ¡Maldición! ¿Cómo le voy a contar todo? —Pensó ella atormentada, no le quedaba más remedio que pedirle ayuda a ellos. Mientras en el cuarto de Rin...
    ¿Por qué no me cuenta nada? Siempre tan sobreprotectora... ¿Acaso soy tan débil? —pensaba Rin en su interior.
    Sin poder aguantarlo más, soltó sus lágrimas de pura angustia, se sentía traicionada por sus seres queridos y eso la incomodaba. No quería hablar con nadie, no quería que desconfiaran de ella; solamente quería estar ahí, sola y llorando por toda esa agonía que estaba clavada en su pecho.
    Ojalá tuviera a alguien que la entendiera para poder contarle todo eso.

    Al final, durante toda la noche, las dos Utane estuvieron llorando hasta que les acabaron las lágrimas.
    Desde ayer por la noche no se dirigían la palabra. Era incómodo platicar entre ellas como si no hubiera pasado nada así que desayunaron en silencio, ignorándose la una a la otra. La única vez que hablaron en toda la mañana fue cuando se despedían para irse cada una a su correspondiente lugar: Rin al instituto y Lily a su trabajo.
    Rin no paraba de suspirar una y otra vez sin parar, estaba totalmente decaída por todo lo que le ha estado pasando; sin olvidar también que ahora mismo tenía unas ojeras terribles y los ojos rojos de tanto llorar. Desde que conoció a cierto rubio famoso de su clase, toda su vida ha quedado patas arriba.
    Lo peor de todo es que, ¿qué cara tenía que poner cuando se encontrara con él? Ayer ella junto a sus amigas se dirigieron al concierto que realizarían los chicos y se encontró con él.
    Inesperadamente, cuando acabó el concierto, apareció el padre de Len que decía que ellos se conocían de antes. Y lo peor de todo fue que sus lágrimas salieron delante de todos e intentaba huir pero Len la detuvo.
    Empezaron a pelearse como siempre bajo las nubes grises hasta que al final acabó desahogándose en el hombro de éste y siendo observada por sus amigos. Le daba vergüenza encontrarse con él y con todos los demás.
    Volvió a dar otro suspiro pero éste fue más largo de lo normal. De repente, sintió que alguien le daba una fuerte palmada en su espalda. Adolorida se giró, llegando a ver la alegre cara de Miku y la silueta de su hermano Mikuo a la lejanía.
    ¡Eso duele Miku! —Se quejaba ella mientras Mikuo se acercaba y se ponía al lado de su hermana.
    Lo siento, pero eso te pasa por estar suspirando, ¿qué ha pasado? —preguntó ella. Rin estaba a punto de inventarse una excusa pero recordó lo que Len le había dicho ayer.
    Cuando quieras llorar, hazlo, cuando tengas problemas, cuéntanoslo, porque siempre estaremos a tu lado... Porque somos amigos...”
    Esas palabras la habían hecho feliz, se preocupaban pero ella simplemente lo evadía diciendo “Estoy bien” o “No pasa nada”. Ya era momento de confiar un poco más, por lo que le contó a Miku y a Mikuo todo lo que pasó ayer; sobre sus recuerdos de Len, sobre la disputa que tuvo con su hermana y sobre lo del viernes.
    Ya veo, eso debe ser difícil para ti —dijo Mikuo bastante preocupado, tenía un mal presentimiento.
    ¿Por qué mi hermana no me ha dicho nada? —Cabizbaja, suspiró de nuevo, lo que hizo que Miku le diera otra palmada en la espalda pero ésta fue más suave en comparación con el otro—. ¿A qué viene eso?
    Porque me estoy hartando de tus suspiros y de tus preocupaciones —contestó ella tajantemente, cuando se ponía así de seria llegaba a ser bastante borde al hablar pero aconsejaba muy bien—. ¡Anímate de una vez! Si lo piensas demasiado al final te vas a hacer un lío; olvídate por un momento lo que ha ocurrido y céntrate en lo que tienes delante.
    Ella tenía razón, últimamente no paraba de darle vueltas a todo lo que le pasaba y apenas podía disfrutar de las cosas. Tal vez debería de olvidarse un rato de sus problemas y relajarse.
    Por cierto Rin —La llamó Miku volviendo a su comportamiento habitual y con una sonrisa—, deja de suspirar, ¿vale?
    Lo intentaré.
    No “lo intentarás”, lo harás —afirmó la de cabellos verdes-azulados—. Como dicen algunos: cada suspiro te quita un pedacito de felicidad hasta quedarte sin nada.
    ¿Qué hora...? —Cuando Mikuo miró su reloj de pulsera, éste tenía la cara tan pálida como un fantasma—. ¡Vamos a llegar tarde!
    Rápidamente, cogió la muñeca de Miku y ésta la de Rin, corriendo a toda velocidad si no querían que les cerraran las puertas.
    ¡Anímate Rin! ¡Disfruta de cada minuto que pasa! —Aunque llegaban tarde, ella disfrutaba de esa carrera, disfrutaba de cada momento de su vida; no como ella. A partir de ahora intentaría divertirse más.
    ¡Sí! —Asintió la rubia y sonriendo de par en par.
    Sin duda, tanto Rin como Miku creían en ese dicho.

    ¡Rin, Miku! ¡Aquí! —llamaba Gumi a las muchachas.
    ¿Qué pasa, Gumi? —preguntó la rubia al mismo tiempo que se sentaba en su asiento.
    Mañana va a venir un nuevo profesor a nuestra clase —anunció Kaiko que acababa de llegar junto a su hermano Kaito.
    ¡Lo iba a decir yo! —Se quejaba la de cabellos verdes.
    Entretanto, tanto Miku como Kaito se encontraban en su propio mundo; desde que se conocieron en Music Records notaron que algo raro pasaba entre ellos.
    Buenos días, Miiku —Saludó el chico intentando parecer lo más natural posible pero el sudor que tenía en la cara lo delataba.
    Bu... Buenos días —Saludó también ella con nerviosismo y se dio la vuelta dándole un momento la espalda—. ¡Espera un momento! Voz temblorosa, sonrisa extraña... ¿Qué me pasa? Desde que lo conocí me siento rara, demasiado rara y no paro de tener mariposas en el estómago. Oye, ¿no será esto a lo que llaman amor... no? ¡Para el carro! ¡Si sólo lo he visto tres veces! ¡Es imposible que esté enamorada! A no ser que me haya enamorado a primera vista... Bueno, no me queda más remedio que verle y... verificarlo —Cuando se dio la vuelta, le pareció que había visto varios destellos brillantes rodear su rostro, sentía que se iba a desmayar en cualquier momento.
    ¿Ocurre algo? —preguntó el de cabellos azules un poco preocupado, desde hace un buen rato ella estaba haciendo gestos extraños con sus manos.
    Na...Nada... —contestó Miku con su típica sonrisa.
    Me alegro, no me gusta que estés triste por algo; me encanta verte cuando sonríes —Kaito, al darse cuenta de lo que había dicho se dio la vuelta y se tapó rápidamente la mano bastante sonrojado—. Haz como si no hubiera dicho nada, ¿vale?
    Sí... —En la imaginación de Miku, apareció un pequeño angelito igualito a Kaito detrás de éste y le disparó una flecha en su corazón; le había dado un flechazo—. Sin duda... esto es amor.
    ¿Por qué he dicho eso? —pensaba exaltado el chico a la vez que se despeinaba el pelo.
    Mientras ellos estaban en su propio mundo, Rin, Gumi y Kaiko estaban comentando sobre el nuevo profesor que llegaría mañana.
    ¿Enserio? —preguntó Rin dudosa.
    Sí, lo acabo de escuchar de los profesores; hoy temprano alguien llamó al director para solicitar trabajo y éste aceptó sin pensárselo dos veces —Rin, aún dudosa de lo que le decía Gumi preguntó:
    ¿Por qué?
    Porque faltan profesores, como por ejemplo nuestra tutora Teto —aclaró Kaiko, sin embargo Rin seguía preguntando.
    ¿Le pasa algo?
    Sí, parece que está esperando a un hijo y se fue del colegio.
    ¿Enserio?
    Rin, en verdad no sabes nada de nada; tienes que estar más atenta a los cotilleos —decía Gumi poniéndose sus gafas rojas.
    Ya lo sé; no soy tan cotilla —replicaba la rubia.
    Cuando sonó el primer timbre, Gumi, Miku y Kaiko se fueron en dirección a sus respectivos asientos. Faltaban algunos alumnos por llegar y uno de ellos era cierto rubio que se sentaba al lado suya y se llamaba Len.
    No es que esté preocupada por él ni nada por el estilo, pero... —Ella se intentaba convencer de que esa preocupación no estaba, su mente decía que lo ignorara pero su corazón decía otra cosa. Aún pensativa se preguntó—: ¿Qué debería hacer cuando lo vea cara a cara?
    Rin, cabizbaja, comenzó a sacar los libros lentamente y decaída; él no iba a venir hoy y punto. Después de lo que pasó ayer, seguramente él estaría en su casa inquieto pensando lo mismo que ella aunque también podría ser que tuviera trabajo y no pudiera venir; había tantos motivos...
    Da igual cuánto lo negara, por algún motivo sentía un impulso de irse de ahí, dirigirse a su casa y verlo aunque solo fueran cinco minutos. Sin embargo, ninguno de los motivos que reflexionó fue el correcto.
    Rin acababa de sacar los libros hasta que sintió que alguien la abrazaba por detrás. Ésta alterada se giró, viendo el rostro de la persona que quería ver en ese momento.
    Buenos días, Rin —saludó él normalmente con su brillante sonrisa, ¿estaría mintiendo? Su comportamiento era el mismo que el de todos los días, sin embargo, su resplandeciente sonrisa se veía distinta; ésta era más vacía que las otras.
    Buenos días —saludó ella también, debía de comportarse como siempre lo ha hecho con él; enfadada y constantemente peleándose con él—. Y deja de abrazarme.
    Que fría eres... —dijo Len en tono juguetón, sin embargo la soltó y se sentó a su lado—. ¿Has estado llorando? —preguntó él algo más serio; estaba preocupado por esas grandes ojeras y esos espeluznantes ojos rojos.
    Sin embargo Rin desviaba la mirada al mismo tiempo que se tapaba los ojos, ¿cómo lo sabía? ¿Tan evidente era? Lo único que podía hacer es mentir por ahora.
    Que va, no estaba llorando; será tu imaginación —mintió ella con una sonrisa nerviosa y fingida.
    Has estado llorando y, si no me equivoco, fue durante toda la noche. ¿O acaso crees que no veo esas ojeras y esos ojos rojos? ¿Me tomas por tonto?
    Eso para Rin fue como un gran balde de agua fría caerle encima suya; odiaba que fuera tan directo. No podía hacer nada para evitarle, así que le preguntó en un pequeño susurro:
    ¿Cómo lo sabes?
    Lo suponía —contestó él tranquilamente—. ¿Qué ha pasado?
    Bueno... eso... todavía no puedo contarlo.
    No se sentía capaz de contarle ahora, no estaba preparada. Pensó que el chico seguiría insistiendo hasta que se lo contara, no obstante eso no ocurrió de ese modo.
    No seguiré insistiendo, pero solo te pido que recuerdes de lo que hablamos ayer —Seriamente, él empezó a sacar sus libros.
    Rin se arrepentía de ello. Quería contárselo pero las palabras se le atascaban en la garganta y no salía ningún sonido de él; no quería que las personas de su alrededor estuvieran tristes por su culpa.
    Esto, Len... yo... —Estaba dispuesta a contarle todo, sobre sus padres, sus recuerdos, todo. Mas no pudo proseguir; el profesor ya había llegado y estaba mandando a callar a todos.
    ¿Qué decías Rin? —siguió Len, ignorando olímpicamente al profesor.
    No... No es nada —Al final no le pudo decir nada.

    Las clases acabaron y cada uno fue a un lugar diferente: Kaiko, Gumi y Miku se fueron a casa de ésta para escuchar un CD que acababa de salir; Rin tuvo que ir a trabajar; y por último, Len y los otros se fueron a trabajar en la elaboración de su nuevo single.
    En todo el camino Rin no paraba de suspirar y culparse de lo cobarde que era. Cuando llegó se llevó una gran sorpresa: Haku estaba sonriendo.
    Usualmente ella siempre estaba deprimida y no paraba de beber por las noches pero esta vez se veía diferente; parecía que le había pasado algo bueno. Rin sentía curiosidad por el extraño comportamiento de su jefa por lo que le preguntó:
    Haku, ¿por qué estás tan feliz? —Haku, que se encontraba colocando las sillas alegremente, se acercó a ella y la saludó con una grande sonrisa.
    ¡Hola Rin! ¡No sabes lo feliz que me siento! —Su expresión estallaba de entusiasmo, exactamente igual que la de su hermana con respecto a su trabajo. De repente sintió una punzada en su pecho al recordar lo que ocurrió ayer.
    ¿Qué ha pasado para que estés tan feliz? ¿Acaso has conseguido novio? —Bromeó Rin, ignorando la punzada que había sentido.
    No, todavía falta mucho para eso, aunque debería buscarme uno; pero ya tengo 41, ya es un poco tarde para eso.
    Bueno, ¿me puedes contar que es lo que ha pasado? —cuestionó Rin un poco impaciente y con bastante curiosidad.
    Haku asintió y las dos se sentaron a tomar algo, ya que todavía faltaba mucho para abrir. Incluso sentada, Haku no paraba de dar saltos de alegría.
    ¿Por dónde empiezo? —Su jefa, feliz, no podía parar de sonreír; su alegría era contagiosa—. El motivo por el que estoy tan feliz es... ¡que mi hermano vuelve mañana!
    Rin intentaba analizar cada palabra que su superiora había dicho. ¿Sólo eso? ¿Tanto tiempo de suspenso únicamente para que le contara que su hermano vendría? ¿Sólo por ese normal e incluso estúpido motivo?
    Mmm... Haku, no me parece muy inusual que tu hermano te haga una visita, ¿no? —decía la desilusionada Rin de forma sutil; si Haku estaba así de animada debía de ser muy importante para ella, por lo que intentó no herirle sus sentimientos.
    Ah, es verdad, tu no lo conoces.
    Haku empezó a rebuscar por el bolsillo derecho de su pantalón y cuando encontró lo que buscaba, lo sacó; era un colgante ovalado y dorado, sencillo pero con pequeños detalles muy bien hechos y, si no se equivocaba, parecía ser bastante caro. Al destaparlo, había una foto dentro del colgante; en él se encontraban dos niños. El de la derecha se podía notar que era Haku, sonriendo como nunca antes lo había hecho; no había cambiado mucho en comparación a como era actualmente, el único detalle diferente era su peinado que lo llevaba suelto.
    Sin embargo Rin, por muchas vueltas que le diera, no podía reconocer a la persona que se encontraba junto a ella. Su pelo plateado era más corto que el de su jefa y se encontraban recogidos con una coleta, no como los pelos alborotados de Haku que cada uno apuntaba una dirección diferente; sus ojos rojos apenas se podían apreciar ya que estaba desviando su mirada, como si estuviera molesto por hacerse la foto. Estaba de medio lado y con un cigarrillo en su boca que sujetaba con la mano.
    ¿Quién es esta persona, Haku? —La pregunta era evidente con solo mirar la semejanza que había entre ellos, pero no estaba mal preguntar, solo quería asegurar su duda.
    Es mi hermano —afirmó la de ojos rojizos—. Esta foto es de hace 7 años —Su rostro mostraba nostalgia, pero ésta cambió a una de tristeza al dirigir sus ojos en los de la muchacha; su mirada delataba que sentía lástima pero, ¿a quién dirigía exactamente esa mirada de dolor? ¿Por qué le miraba de forma compasiva?
    ¿Hace 7 años?
    Sí... Ésa fue la última vez que lo vi; decidió irse a trabajar a Italia durante una temporada. Nunca me llamó ni me mandó cartas durante estos 7 años que estuvimos separados; pero, cuando ayer me llamó y dijo que volvía, sentía que lloraba de felicidad. Los hermanos algunas veces son tontos, ¿no crees, Rin?
    De repente sintió una inmensa tristeza recorrerle por su pecho, no quería recordar lo que pasó con su hermano Rinto. Todo era por su culpa, si no hubiera hecho eso, si no hubiera ido a buscarlo, él ahora estaría...
    ¿Rin, te encuentras bien? Tu cara está pálida —Haku se acercaba preocupada a Rin y puso su frente sobre la rubia, para ver si tenía fiebre o algo—. Mmm... No parece que tengas fiebre, seguramente será falta de sueño; deberías de volver a casa.
    Estoy bien, no te preocupes —Mintió la de ojos azules, aunque Haku la miraba no muy convencida de ello, sabía que pensaba en su hermano mayor mas dejó de insistir; era un tema bastante delicado para ella.
    Vale, si tu lo dices. ¿Empezamos a abrir el bar? —preguntó la jefa levantándose de la silla mientras que Rin asentía y la imitaba.
    Cuando estaba a punto de empezar, repentinamente su móvil empezó a sonar. Fue en dirección a su bolso y lo sacó; había recibido un mensaje, ¿de quién será?
    Rin, sé que parece repentino pero quiero hablar contigo de algo. Ven al parque Estrella a las 8 en punto. Te espero en la entrada. Len.
    ¿Len, que querrá?


    Entretanto, en el momento en que se iban de la escuela, los chicos se dirigían en dirección al estudio.
    Todos caminaban animados, todos excepto Len.
    ¿Len? —Kaito empezó a buscarlo por los lados ya que éste no ha hablado en ningún momento con nadie desde que se fueron.
    Se giró y divisó la silueta del famoso; se veía bastante decaído y a la vez pensativo. Estaba a punto de irse a su lado cuando notó que delante del chico había una farola.
    ¡Len, ten cuidado con...! —Pero fue demasiado tarde; él sin darse cuenta se chocó con éste, ganándose una dolorosa caída y un fuerte golpe en la nariz.
    Después de que todos escucharan el golpe causado por el rubio, automáticamente todos fueron en su ayuda.
    Len, ¿estás bien? —Gumo extendía su mano para ofrecerle ayuda.
    Len aceptó la ayuda que el de cabellos verdes le ofrecía y se levantó, pero de repente sintió que le fallaban un poco las piernas y se apoyó en el hombro del que tenía más cerca; o sea, el de Akaito.
    No tienes buena cara; deberías irte a casa a descansar —sugirió Mikuo, sin embargo él se rehusó negando con la cabeza.
    No... Estoy bien, ¿lo ves? —Él se intentaba poner de pie otra vez pero rápidamente se desplomaba, si no fuera porque sus amigos lo agarraban ahora estaría en el suelo adolorido por el impacto.
    Hazle caso a Mikuo; hoy has estado más distraído de lo normal, estarás cansado de tanto trabajar —Kaito se empezaba a preocupar por momentos, no era usual que él tuviera estrés alguno a no ser que hubiera pasado algo gordo.
    ¡Chicos, estoy bien! Es solo que no he dormido suficiente, nada más. Así que no os preocupéis, ¿vale?
    Ninguno de ellos estaba de acuerdo con eso, sin embargo dejaron el tema de lado; sabían que el chico estaba inquieto por algo, pero si no lo quería decir, no le iban a obligar. Lo que les molestaba a los cuatro era esa falta de confianza que tenía el rubio hacia ellos.
    Entretanto, Len se sentía demasiado agotado para ir a trabajar; apenas había dormido 3 ó 4 horas ya que no podía dejar de darle vueltas a ese sueño que tuvo de cierta rubia de ojos azules.
    Quería que las cosas volvieran a su estado original, pero si ella le evitaba, ¿qué podía hacer? De repente, las cosas se complicaron y se volvieron tan frágiles como un hilo; un hilo que de alguna manera los unía.
    Bueno, si tú dices que estás bien te haremos caso. ¡Pero después no digas que no te avisamos! —Gumo se dio la vuelta para emprender de nuevo su trayecto seguido de Mikuo y Akaito.
    Len estaba a punto de hacer lo mismo, aunque eso no llegó a ser posible; tan pronto como dio un paso, la mano de Kaito le detuvo, agarrando fuertemente su muñeca.
    ¿Qué pretendes fingiendo que no ocurre nada Len? El Len que está ahora delante de mí no es el Len que yo...
    Estoy perfectamente, ¿o acaso desconfías de mí? —Sabía perfectamente lo preocupado que estaba por él y lo confiable que era su amigo.
    Sin embargo, por mucho que quisiera contárselo, no salieron las palabras que quería que salieran y fueron sustituidas por otras de incredulidad y sarcasmo.
    Me duele decirlo, pero sí; Len, si pasa algo cuéntamelo, no te escondas como lo hacías en el pasado.
    Cada palabra, cada frase que decía el mayor lo perforaba por dentro, ¿cuándo se va a dar cuenta de lo mucho que le costaba?
    Sus labios parecían estar a punto de sangrar de tanto morderlos con los dientes, intentando no decir algo innecesario e hiriente.
    Len, estaré dispuesto en ayudarte todo lo que pueda, porque somos amigos.
    Amigos”
    Esa palabra que no se debía pronunciar resonó en la mente de Len.
    A la velocidad de la luz empezó a recordar todo: su falta de amigos, esa sonrisa falsa que mostraba a sus padres, esa fanfarronería de ser superior a los demás...
    Pero sobre todo, el recuerdo de una rubia que estuvo a su lado cuando lo necesitaba, una que apareció y se fue de su vida tan rápido como una estrella fugaz; y ahora se había vuelto a encontrar con ella, la razón por la falta de sueño que tenía y esa inquietud que estaba experimentando en esos momentos.
    No quería perderlo todo de nuevo.
    ¿Ayudarme? ¿Qué... qué estoy...? —Su corazón, confuso, no sabía que hacer; sus labios decían todo lo contrario de lo que quería decir en el fondo de sí mismo—. Si me quieres ayudar... ¡No, eso no es lo que quiero decir! —Sus pensamientos no paraban de intervenir, como si lo estuvieran golpeando con piedras— ...¡déjame estar solo de una vez! ¡Es molesto!
    ¿Qué es lo que acababa de decir? ¿Que era “molesto”? Esta vez se había pasado de la raya, no quería llegar tan lejos, ¿por qué lo había hecho?
    No obstante, Kaito se veía indiferente, como si no hubiera escuchado nada; en el fondo se sentía bastante dolido, y los dos lo sabían.
    ¡Yo... lo siento Kaito... yo realmente no quería...!
    No pasa nada Len, lo comprendo —mintió Kaito con una sonrisa falsa—; es muy molesto que alguien insista tanto. Lo siento mucho.
    Lo había herido, había vuelto a herir a alguien importante para él; primero a Rin y después a él. ¿Qué le estaba pasando?
    Quería retractarse de todo lo que dijo, y aún así, las palabras no querían salir. ¿Iba a acabar así? ¿Iba a herir a todas las personas que le importaba?
    Sé que soy tu mejor amigo y sin embargo... no puedo hacer nada. Me siento tan inútil...
    ¡No es cierto Kaito, lo que quería decir es...!
    ¡Ya basta! —Su grito fue tan alto que los demás se giraron sorprendidos, percatándose de la pelea entre Len y Kaito—. ¡Si no vas a hablar del tema me voy del grupo! —gritó perdiendo la paciencia, ya había soportado demasiado esa actitud temerosa que tenía Len cuando se complicaban las cosas; si no iba a enfrentar su problemas, que así sea, ya no le preocupaba para nada.
    Kaito se empezaba a girar para irse en dirección contraria, Len sentía que su amistad se iba poco a poco pero a pasos agigantados. No podía dejarlo ir.
    ¡Kaito... yo...!
    Nunca pensé que fueras un cobarde Len Kagamine, me has decepcionado; no me extraña que Luka te haya dejado.
    Al final no pudo hacer nada por parar esa estúpida discusión. Un inmenso mar de tristeza se desataba en el interior de Len.
    Cobarde”
    Sin duda, ésa era la definición perfecta para alguien como él.

    Continuará...
     
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  13.  
    Rashel Vandald

    Rashel Vandald <3 <3 Felices fiestas. <3 <3

    Capricornio
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    NO len tú no eres ningún cobarde, ¡Demuestra lo valiente que eres!
    Además de que Kaito también debe entender de que a veces las personas no quieren hablar de las cosas que lastiman (También va para Len sobre Rin)
    Tengo una corazonada sobre el pasado de Rin, pero esperaré para ver si mis sospechas son ciertas
     
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  14. demasiado bueno!!! me gustaria saber que pasa aqui... no entiendo y no puedo pensar!!! quiero saber... quiero comprender... me encanta!!! vamos lennn!!!! 3tbgjf0.gif
     
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  15.  
    Akemi Hiyama

    Akemi Hiyama Guest

    Me muero de la curiosidad...! Esta muy bueno tu fic espero el siguiente capitulo ;)
     
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  16.  
    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

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    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    16
     
    Palabras:
    6195
    ¡Aquí está por fin el capítulo 9! Bueno, espero que os guste.

    Capítulo IX — Aclaraciones y más problemas

    Los cuatro llegaron con dificultad al estudio debido a la discusión entre el Shion azul y el Kagamine.
    Los tres no paraban de preguntarles a Len el motivo de los gritos, mas él no quiso hablar del tema.
    Sin resultado, todos entraron en el ostentoso edificio que tenían delante, de paredes color crema y con brillantes cristales de tamaño considerable. El interior se igualaba tanto con el estilo del exterior, sin embargo el aspecto de aquí era mucho más sencillo que el de fuera. En el recibidor sólo había un mostrador caoba, unos cuantos sillones negros y dos escaleras, una enfrente de otra e iban en direcciones distintas.
    Subieron la escalera de la derecha y abrieron la tercera puerta que había a lo largo del pasillo. Al entrar se encontraba una mujer sentada en una de las sillas que había.
    ¿Se puede saber por qué llegáis tan tarde? —regañaba la mujer—. Aunque sea vuestra mánager, eso no significa que tenga que esperaros siempre. ¿Quién os creéis que soy? ¿Vuestra madre?
    Tanto como el cabello como los ojos de la mujer eran castaños y su pelo corto estaba recogido de una forma elaborada.
    Llevaba una blusa negra junto a una chaqueta y una falda roja, las gafas le daban un pequeño toque de elegancia y en sus manos agarraba una carpeta negra.
    Y por el sonido de su voz, se podía decir perfectamente lo enfadada que estaba con la banda.
    Vale, vale, cálmate un poco Meiko; sólo hemos llegado un poco tarde.
    Mikuo intentaba tranquilizar aunque fuera un poco a la mayor, sin embargo, lo que consiguió fue el efecto contrario. Se le podía ver como su cara era más roja que su vestido por cada segundo que pasaba.
    ¿”Sólo un poco tarde”? ¡Dije perfectamente que vinierais aquí a las 4 en punto y ahora son y media! ¡Siempre, siempre llegáis tarde; no hay ningún día que vengáis puntuales! ¡NINGUNO!
    Pff... No me extraña que no tengas novio. Pierdes la calma con facilidad —comentó Akaito a un lado de la puerta.
    ¿Qué has dicho? Para empezar, no es que me dejen plantada, es que no quiero tenerlo. ¡Mi vida la dedico a trabajar día y noche por vuestro éxito!
    Ya lo he captado, vieja cuarentona soltera.
    Meiko se abalanzaba contra el Shion de las ganas que tenía de matarlo ahí mismo pero fue detenida por Gumo y Mikuo.
    ¡Akaito, cabreándola aún más no ayuda! —sermoneaba el hermano de Gumi.
    ¡Ya sabemos que vosotros dos no os lleváis bien pero guárdate los comentarios para cuando no éste, como mínimo!
    ¿Y yo qué quieres que haga si no me cae bien esta vieja?
    ¡Ahí te has pasado! ¡Soltadme! ¡Éste niño tiene que aprender de una vez por todas!
    ¡Meiko, ya sé que quieres ahorcarlo pero lo necesitamos en la banda! ¡Len, ayúdanos un poco, anda!
    Sin embargo, Len hacía caso omiso del espectáculo que estaban formando.
    Él estaba más centrado en la confesión que dijo Kaito sobre dejar el grupo que lo que estaba pasando ahora. ¿Qué podía hacer? Si no hacía las paces con él pronto, esa estúpida pelea llegaría a problemas mayores como la desintegración del grupo. No podía permitirlo.
    Pensaba una y otra vez cómo podría disculparse con él, no obstante sus pensamientos fueron interrumpidos por las constantes llamadas de Mikuo.
    ¿Len? ¡Len, contesta!
    ¿Eh? ¿Qué es lo que...?
    ¿Otra vez? ¡Baja de las nubes de una vez! ¿Tan preocupado estás por lo que ha dicho Kaito? —Él simplemente se mantenía callado mirando el suelo.
    Por tu largo silencio me lo tomaré por un sí.
    Oye Len —Intervino Akaito—, ya sé que te sientes culpable por lo que le has dicho, hasta yo estoy preocupado por ese maniático de los helados pero tienes que dejarlo por un momento de lado. Nada cambiará mientras estés aquí, sentado sin hacer nada; lo mínimo que puedes hacer es seguir tu camino, ya encontrarás el momento adecuado para decirle perdón, ¿vale?
    Todos lo miraban boquiabiertos, era la primera vez que alentaba a alguien. Era raro que mostrara señales de preocupación hacia las personas, él, la persona más terca y cabezota que conocían. ¿Acaso se iba a acabar el mundo?
    ¿Qué pasa? ¿Por qué me miráis de esa manera?
    No... Nada, es solo que... me has sorprendido —Asintió Len seguido de los otros dos miembros del grupo y Meiko.
    ¿Qué, acaso es tan raro que yo diga palabras de consuelo?
    Pues sí —Asintieron los cuatro al mismo tiempo.
    Akaito no paraba de tocarse y rascarse el pelo, una manía que tenía cuando se siente avergonzado o nervioso.
    Bueno, empezemos a grabar de una vez.
    Tienes razón —Meiko miró su reloj, observando que ya llevaban media hora de retraso—, si nos demoramos más tiempo no lo podremos terminar para el lanzamiento.
    Tenía razón, hace una semana que empezaron con una nueva canción y apenas habían avanzado por culpa de los conciertos, grabaciones, salidas en televisión junto a más cosas. Y lo peor de todo es que tenían pensado lanzarlo para el principio de las vacaciones de verano y solo quedaba un mes para ello.
    Empezaron a grabar tan pronto como llegaron los trabajadores y se pusieron en marcha.
    Todo iba según lo planeado, o eso es lo que pensaban ellos. Los demás componentes del grupo lo hacían a la perfección, no había ningún fallo; el problema lo tenía el vocalista principal, Len Kagamine.
    ¡Tomemos un descanso de 20 minutos! —gritó uno de los trabajadores, concretamente el jefe que organizaba la grabación. Decepcionado, se acercó a la mánager del famoso grupo. No paraba de negar con la cabeza desilusionado y dándose pequeños golpes con un montón de papeles enrollados que tenía en la mano.
    ¿Ocurre algo?
    Pues sí; es sobre Len.
    ¿Por qué no me sorprende? —Pensó ella sarcásticamente; ya intuía que algo sobre el rubio era.
    Verás, sin duda hoy está cantando como siempre; no hay errores en su entonación. Es solo que... ¿Cómo decirlo...? A la canción le falta algo...
    ¿Emoción?
    ¡Sí, eso! ¡Emoción! Da igual lo mucho que cante, una canción sin sentimientos solo puede ser eso, una canción vacía.
    Ya veo... —la verdad es que ya me fijé en eso—. No se preocupe, se lo haré saber para antes del descanso.
    Cuento contigo.
    Mientras tanto, Len se encontraba solo y sentado en su camerino. Debía de disculparse con Kaito tan pronto como se cruzara con él pero, ¿qué debería de decir cuando se encontrara con Rin?
    No paró de darle vueltas al asunto desde la última vez que habló con ella, quería hablar con ella como siempre lo había hecho: peleándose, enfadándose, pero sobre todo con una sonrisa tanto en su rostro como en la de ella.
    En estas últimas semanas, varios sentimientos confusos y a la vez conocidos recorrían en su interior. Quería estar siempre a su lado en los momentos felices, abrazarla y consolarla cuando estuviera triste, apoyarla cuando se enfrenta a un problema... Quería protegerla de cualquiera que le hiciera daño, da igual que fuera física o emocionalmente, sólo la quería ver sonreír. ¿Pero por qué?
    ¿Por qué esa rubia de ojos azules le abrumaba tanto?
    La respuesta era sencilla: él amó y sigue amando a esa chica, a su primer amor.
    Se enamoró de ella poco después de haberla conocido, ese amor que creyó perdido hace años volvió más fuerte que nunca.
    Durante esa época solo pudo estar con ella durante 9 cortos meses. Fue entonces cuando empezó a recordar cierta noche, la noche en que deseaba olvidar todo sobre Rin.
    Todavía lo recordaba, ocurrió el 25 de diciembre de sus ocho años, el año en que la conoció. Len esperaba impaciente la llegada de sus padres, que se habían ido a cantar el musical “Story of Evil”; sus padres se encargaban de los efectos especiales y de la música.
    Dijeron que iban a llegar alrededor de las nueve y media pero el reloj ya marcaba las 11 de la noche.
    Papá y mamá se demoran mucho... —El niño esperaba aburrido en la mesa, llena de deliciosos manjares desperdiciados a causa de lo frío que estaban.
    Ese día le prometieron que iban a celebrar la Navidad los 3 juntos por primera vez después de tantos años; el trabajo los mantenían ocupados.
    En ese momento juró escuchar un sonido proveniente de la entrada, ¿ya habrán llegado? Él corría felizmente por la llegada de sus padres, sin embargo su sonrisa se borró al ver detenidamente a sus padres.
    Su padre tenía unas pequeñas tiritas por toda su cara y vendas rojas de la sangre en las manos, no parecía ser nada grave pero estaba bastante pálido. En cambio su madre tenía peor aspecto que él.
    Tenía vendas tanto en la cabeza y en el cuello como en los brazos y las piernas, el ojo izquierdo lo tenía morado, como si la hubieran golpeado fuertemente e iba a la pata coja junto con la muleta que llevaba en un brazo. Su estado era lamentable.
    ¡Mamá, papá! ¡¿Qué... qué es lo que ha pasado?! —preguntó su hijo alarmado mientras bajaba las escaleras a toda velocidad.
    Len... —La mujer sollozaba descontroladamente e intentando no dar ningún grito se tapó la boca con la mano que no estaba vendada, es decir, la derecha.
    No paraba de temblar incluso con la chaqueta que le dio su marido para no coger frío; la nieve caía sin cesar en estos últimos días. Su sedoso y suave cabello estaba hecho un desastre, no solo se encontraba despeinado, sino que Len juró ver que había perdido su usual brillo; ahora era de un ligero tono grisáceo.
    Aoi... Ve a descansar un rato, debes de estar agotada...
    Pero...
    Solo ve, ¿vale? Ya se lo contaré todo.
    Sí... Lo siento mucho.
    Aoi subía con torpeza las escaleras, por suerte Koto pasaba por allí y la acompañó a su habitación. En cambio, después de que ella abandonara la sala, un profundo silencio la invadió.
    Len —le llamó —, seguro que te estás preguntando que es lo que pasa, ¿verdad? Vayamos a tu habitación.
    Sin un segundo que perder, los dos se dirigieron con paso uniforme al cuarto del niño. Tenía tantas cosas que preguntarle mas lo iba a descubrir cuando llegara. Se volteó para ver a su padre, éste estaba bastante serio e indiferente, no mostraba ninguna señal de tristeza o por lo menos lo disimulaba muy bien.
    Len se chocó con la espalda de su padre debido a que se paró bruscamente y sin avisar delante de la puerta. ¿Por qué se quedaba ahí de pie, quieto como una estatua?
    Al cabo de unos segundos, Takara, mordiéndose el labio inferior y con cara de angustia, abrió lentamente la puerta y entró seguido de su hijo.
    ¿Me vas a contar de una vez qué es lo que está pasando? ¿Por qué mamá está...?
    ¡Ya lo sé! ¡No me metas tanta prisa que lo sé! ¡Todo ha pasado demasiado rápido! —Por instinto, Len se echó para atrás hasta entrar en contacto con la pared. En cambio, un sentimiento de culpabilidad invadió en el interior de Takara por hablarle de esa manera—. Esto... Len, yo... Perdóname pero, por favor, mantente callado un poco más. Te prometo que te contaré todo, solo que... necesito aceptar lo que acaba de pasar.
    Len no dijo nada, se mantuvo callado como le pidió su padre. Sin embargo, en su interior estaba a punto de explotar de la ira que sentía. ¿Cómo han llegado en este estado? ¿Qué o quién lo ha hecho? Sin duda, si alguna vez descubría el causante de esta catástrofe lo mataba en ese mismo instante.
    Len, hijo mio, prométeme que... cuando te lo cuente todo, mantendrás la calma y lo aceptarás, ¿de acuerdo?
    ¡Dime de una vez que está pasando! ¡No entiendo nada! —En el fondo él deseaba gritar esas palabras pero simplemente asintió.
    Verás, todo ocurrió en el en el mismo escenario donde estábamos todos actuando y cantando; todo iba según lo planeado. Sin embargo, de repente escuchamos un estruendo que provenía de los focos y cuando vimos para ver que ocurría, uno de ellos cayó seguido de los demás; el escenario se echaba abajo. Todo el mundo, presa del pánico escapaba del lugar; nosotros también, no obstante, a unos metros de la salida, tu madre volvió.
    ¿Por qué lo hizo? —preguntó su hijo mas él lo ignoró por completo, prosiguiendo con la historia.
    Al final todos fuimos al hospital, cada uno con peores heridas que el otro pero estábamos a salvo, todos excepto una.
    ¿Quién es? ¿Qué... qué le ha pasado? —Su voz no paraba de temblar, tenía miedo de saber la respuesta.
    Chiharu Utane, la madre de Rin ha muerto.
    ¿Qué...?
    Ella estaba actuando más brillante que nunca sobre el escenario hasta que uno de los focos le golpeó gravemente la cabeza, no se podía mover debido al fuerte impacto que le había dado; los espectadores huían despavoridos de la sala excepto nosotros y los demás actores. Nosotros volvimos para rescatarla; la llevamos al hospital urgentemente pero llegamos tarde. Al final, ella murió y nosotros recibimos estas heridas, ¿POR QUÉ? ¿Por qué de todos ella fue la única? —Takara golpeó la pared con gran fuerza.
    Debido al fuerte impacto contra la pared su mano empezaba a sangrar, a Len le alarmaba la cantidad de sangre que brotaba de su mano mas su padre hacía caso omiso de ella. No sentía dolor.
    Qué horrible... —Fue lo único que pudo decir Len; era tan impactante que apenas podía formular dos palabras seguidas.
    Eso no acaba aquí...
    ¿Todavía hay más? —No quería saber nada más. Le debía de ser doloroso para su padre el contarle pero las palabras no le salían por la conmoción que le había causado.
    Len... No vas a ver a Rin nunca más...
    Eso hizo reaccionar a Len. ¿Cómo qué no iba a verla nunca más, a la primera persona que se acercó a él, a su primer amor? ¡No quería aceptarlo!
    ¿Cómo que no voy a verla nunca más? ¿QUÉ TIENE QUE VER ELLA? —Su voz aumentaba cada vez más, sus ojos estaban cegados por la ira.
    Cálmate Len...
    ¿CALMARME? ¿CÓMO QUIERES QUE ME CALME SABIENDO QUE...?
    ¡LEN KAGAMINE! —Ese grito le devolvió a la realidad, se arrepentía de gritarle pero, ¿cómo se podía quedar quieto en esa situación?
    ¿Puedo seguir? —No recibió respuesta por su parte por lo que prosiguió—. Al principio vino para ver el concierto pero cuando todo ocurrió fue a rescatar a su madre y un foco le cayó encima. La llevamos urgentemente al hospital pero... pero...
    ¿Qué... qué ha ocurrido? Por favor... Que esté a salvo...
    No ha sufrido heridas graves pero... sus ojos... ella... no podrá ver...
    Len sintió cómo el mundo se le caía encima.
    ¿No podrá ver nunca más? ¿Por qué...?
    ¡Ella se irá lejos de aquí para hacerse la operación! ¡No la vas a ver nunca más!
    Sin un minuto que perder, Len se dirigía velozmente hacia la puerta, no obstante su padre se interpuso.
    ¿Adónde vas?
    ¿No está claro? A ver a Rin, tengo que detenerla.
    ¡No hagas locuras!
    ¡No me detengas! ¡Apártate!
    Cuando se dio cuenta de ello ya estaba en el suelo; su padre le acababa de dar una bofetada. No le dolía, no tanto como el saber que su princesa se iba para siempre. No iba a detenerle simplemente con eso, la iba a ver y punto; no obstante las frías palabras de Takara destruyó todo intento de ir a por la rubia.
    No la verás nunca más. Te quedarás aquí encerrado hasta que se vaya. Se irá el 28, el día de su cumpleaños.
    ¿Por qué...? ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué... el mundo tiene que ser así de injusto?
    Takara abrió la puerta y antes de irse dijo:
    Para no hacerte más daño innecesario. Olvídala.
    ¡Espera! —llamó el rubio, todavía tenía algo que hacer antes de que se fuera.
    ¿Esta vez qué? —preguntó él cansado de la conversación. Len cogió una cajita azul que guardaba debajo de la cama y se la dio—. ¿Qué es esto?
    El regalo de cumpleaños de Rin; quiero que se lo des el día en que se vaya.
    Esto es una tontería...
    ¡Por favor! ¡Dáselo! Te prometo que me quedaré hasta que se vaya pero, ¡por favor! —Tras los ruegos de su hijo, él no podía rechazar tal petición.
    Vale, pero antes dime, ¿qué hay dentro?
    Un colgante de oro que lleva sus iniciales; mamá lo encargó y me lo dio para regalárselo —añadió el chico.
    Ya veo... Se lo daré. Espero que cumplas con tu parte. Aoi, tan entrometida como siempre...
    No te preocupes, no huiré.
    Sin nada más que lo detuviera, su padre salió de la habitación dejando solo al rubio de 8 años. Asolado, se tiró en su cama cansado de tanto gritar. Le dolía la garganta pero no había otro modo para calmar esa agonía.
    ¿Por qué...? ¿Por qué te tienes que ir? ¿Cuándo volverás a mi lado? —Las lágrimas se desplazaban lentamente por el rostro del Kagamine, pronto se iba a ir una persona importante para él y lo peor de todo es que no podía hacer nada para evitarlo.
    Empezó a gritar desesperado, tirando y rompiendo las cosas a medida que andaba por la habitación. El cuarto cada vez estaba más destrozado, nada quedó intacto. Al cabo de una hora, se encontraba llorando sobre las rasgadas sábanas de su cama y ocultando su rostro. Se estaba comportando como un niño pero no podía hacer nada para evitarlo, le acababan de romper el corazón gracias a la “realidad”. ¿Cómo no se podía sentir así?
    Entonces lo decidió, miró que a su lado se encontraba una foto de él junto con su amada.
    Sacó la foto del marco roto y la miró durante unos segundos para después romperla junto con las demás cosas.
    Si no voy a estar con ella, nada tiene sentido... —Cada objeto, foto o recuerdo que encontraba , él lo destrozaba en fracción de segundos; su mirada gris y vacía no mostraba sentimiento alguno—. Si voy a sufrir tanto... es mejor olvidarla... Adiós, mi primer amor...
    Al final, llegó el día de la despedida y no la pudo ver. Ese amor por ella desapareció. Poco a poco empezó a tratar a las mujeres con apatía, acercándosele solamente a las que tenía gran confianza. Incluso pensó en salir con alguien para apaciguar ese recuerdo pero al final salió más herido que antes. Ya no recordaba su rostro, mas ella no podía desaparecer de su vida, su preciosa voz llamándole resonaba en su mente; el único recuerdo que tenía de ella era su suave voz al cantar, no la reconocería si no era cantando. Y al final pasaron 6 largos años.
    Sí, sin darse cuenta se volvieron a encontrar en ese frío mes de enero y tres meses después también.
    Irónico, ¿verdad? Encontrarse a la persona que amabas dos veces tras seis años separados y no reconocerla —se dijo en voz alta.
    Cerró los ojos y se echó hacia atrás para después abrirlos. Cuando los abrió, se encontró la cara de Meiko enfrente suya; debido al repentino acto de su mánager, se echó hacia delante y, por inercia, resbaló y cayó al suelo.
    ¡Meiko, qué susto me has dado!
    Len, el director no está contento contigo. Debes de concentrarte.
    Ya lo sé, solo estaba un poco distraído, nada más.
    ¿Seguro? —Len únicamente asintió, causando un notorio suspiro por parte de la mánager—. No me tomes por tonta, ¿cuántos años crees que tengo?
    Cuarenta.
    No me refería a eso —replicó Meiko con una fulminante mirada—. Lo que quería decir es que yo he vivido más tiempo que tú y por supuesto más experiencia.
    Y me lo dice alguien que no ha tenido novio durante 40 años —Meiko estaba a punto de explotar pero tenía que ser paciente, sin embargo no iba a durar mucho si el rubio seguía a la ofensiva.
    Escúchame Len, algunas veces todos debemos de tomar decisiones por nuestra cuenta...
    Qué novedad... —Pensó haciendo caso omiso a la mujer.
    ...Pero si sigues así de indeciso al final acabarás herido, ¿por qué no decides ya?
    Pues claro...
    ¿Lo comprendes? —Sin embargo, Len de repente se levantó y empezó a gritar bastante furioso.
    ¿Comprenderlo? ¿TÚ QUE SABES ACASO? ¡ESTOY HARTO! —No quería seguir con esa conversación. Comenzó a andar rápidamente hacia la salida mas la voz de Meiko lo detuvo.
    ¡Lo único que estás haciendo es huir! ¡Tiene que ver con Rin Utane, ¿cierto?!
    Justamente cuando su mano se dirigía al pomo de la puerta se detuvo, ¿había escuchado bien? ¿Cómo ella sabía la causa de su mal humor?
    Len —prosiguió ella—, hace tiempo una de mis mejores amigas murió. Podría haberla salvado si hubiera ido antes a rescatarla pero no fui, ¿sabes por qué? Por miedo, duda, estaba indecisa, en ese momento mi mente estaba en blanco y no sabía que hacer. No voy a entrar en detalles pero Len... no cometas el mismo fallo que yo. Si no decides pronto... al final perderás algo muy importante para ti. No lo olvides.
    Gracias a las palabras de su mánager por fin se dio cuenta de lo que quería hacer realmente. Lo había decidido, abrió la puerta bruscamente para después irse mas Meiko le cogió del brazo.
    ¿A dónde vas?
    A ver a Rin, tengo que aclarar varias cosas con ella —Entonces ella soltó su brazo lentamente y sonriendo de par en par.
    Parece que por fin lo ha decidido... Me alegro que por fin hayas tomado una decisión pero... no te puedo dejar ir.
    ¿Por qué? —preguntó molesto el rubio—. Me detienes después de tan largo discurso, ¿me puedo ir?
    No, por ahora —Él arqueaba la ceja sin entender—. Primero vas a terminar tu trabajo aquí.
    ¿No puedo escaquearme por una vez? Me haces trabajar como una mula.
    Hasta que acabes. Te prometo que te dejaré ir lo más rápido posible.
    Vale, pero antes dime, ¿cómo sabes lo de Rin?
    Se podría decir que tengo una amiga que me cuenta de todo. Bueno, ¡a trabajar! —Ella se marchó del camerino con una sonrisa en su rostro—. Te debo una Lily...
    Antes de que el rubio emprendiera su marcha también, le mandó un mensaje a Rin, citándola para que fuera a cierto sitio que iban cuando eran pequeños. Sin duda ese sería el lugar perfecto para hablar con la chica.
    Len corría lo más rápido que podía hacia el parque nombrado, miró su reloj viendo que éste marcaba las 8:15; llegaba tarde.
    ¡Maldición! “Te prometo que te dejaré ir lo más rápido posible” ¡Si claro! ¡Hemos tardado 5 horas!
    Al mismo tiempo que Len corría y maldecía a Meiko por su retraso, Rin se encontraba en el lugar donde le había dicho Len pacientemente pero nerviosa; no paraba de echarle miraditas al reloj cada cierto tiempo.
    Se está retrasando... ¿Habrá pasado algo? —Volvió a mirar su reloj por enésima vez junto con un largo suspiro.
    Sin esperanzas de que el rubio viniera se dio media vuelta para irse en dirección a su casa, sin embargo una voz bastante familiar la detuvo.
    ¡Espera!
    Len...
    Ella se giraba despaciosamente hallando al Kagamine enfrente suya, jadeando y sin aliento. Ella sonrió feliz.
    Ah, por fin llegas. Un caballero nunca hace esperar a una dama —bromeó ella causando que Len se riera.
    ¿Tú, una dama? ¡No me hagas reír! ¡No te pega!
    Después de un rato de risas, Len por fin pudo contenerlo, cambiando a una cara completamente seria.
    Rin, quería aclarar unas cuantas cosas contigo.
    Len, yo... también tengo algo que decirte —Estaba nerviosa, ¿por fin podría aclarar las dudas que tiene en su mente?—. Yo... lo he recordado, todo sobre Len.
    Len se sorprendió por la declaración de Rin, ¿le recordaba? Se sentía tan feliz que quería abrazar a la rubia pero no podía, tenía que contenerse y, seguramente si lo hacía, se ganaría una bofetada por parte de ésta; la última vez no fue bastante bien.
    ¿Todo? —Rin sólo asintió.
    Sí... Recuerdo todo lo relacionado sobre ti y —Rin sacó de su cuello un colgante dorado con sus iniciales incrustadas en ella, ¿sería lo que realmente pensaba?—, gracias por el colgante; me... hizo muy feliz.
    No se lo podía creer, podría morir de felicidad ahora mismo. Seis años desperdiciados por fin podrían recuperarse.
    No sabes lo feliz que me haces el que me recuerdes.
    Sí... Ni siquiera sé cómo me he podido olvidar. Todavía estoy confusa.
    Rin, ¿te acuerdas de este parque?
    Sí —Asintió la muchacha con nostalgia—. Este es el parque en dónde siempre jugábamos. Y también fue el lugar en donde conociste a mi hermano Rinto. ¡No parábais de pelearos por tonterías!
    ¡No era mi culpa! ¡Él era demasiado sobreprotector contigo! —Rin rió.
    Es cierto.
    Oye Rin —llamó el chico dudoso—, ¿me puedes contestar sinceramente a unas preguntas?
    Si puedo serte de ayuda...
    ¿Es verdad... que te operaste por que no podías ver?
    El muchacho no paraba de sudar, por fin le había hecho la pregunta del millón. Entretanto, Rin observaba sobrecogida al chico, no sabía que él estaba al tanto de su operación.
    Sí... Yo... recibí un fuerte golpe en la cabeza, causando que yo perdiera la vista; estaba completamente ciega. Aunque, rápidamente encontraron a un médico capaz de realizar la operación y me fui. Ahora mis ojos son azules pero antes eran verdes.
    Eso aclara el distinto color de ojos...
    Sin embargo, no puedo recordar bien ese día, siempre que intento recordar se ve borroso. Lo que te he dicho es lo que mi hermana me ha contado.
    ¿Lily?
    Ella solamente asentía, entonces, ¿no recordaba nada sobre el accidente? ¿Recordará la pérdida de su madre? Tenía miedo de preguntar pero, algo le impulsaba a seguir con el interrogatorio.
    ¿Y tus padres? —Rin se extrañaba por las constantes preguntas del Kagamine mas ella se limitaba a contestar.
    Lily me dijo que... los dos murieron en un accidente de tráfico, por eso me duele cuando escucho algo relacionado con “Story of evil”.
    Len se sorprendió por la contestación de la Utane, ¿cómo que murieron en un accidente de tráfico? ¡Si su padre le dijo que su madre murió en un auditorio mientras estaba en un musical! Entonces si lo que decía ella era mentira, ¿dónde se encontraba su padre? Y, ¿por qué Lily la había mentido? Aunque también puede ser que ella estuviera diciendo la verdad... Todo era más confuso que antes.
    Rin —Tenía un mal presentimiento sobre su próxima pregunta, no obstante prosiguió como si nada—, dime, ¿dónde... se encuentra Rinto? No lo he visto cuando visité tu casa y eso me extra... ña.
    Apenas pudo terminar la oración al verla tan asustada, no paraba de temblar y parecía que estaba a punto de llorar; sin duda, ha ocurrido algo con él y ella lo sabe.
    Len... no puedo decirlo, lo siento.
    Sin darse cuenta ella empezó a huir. En ese momento se acordó de las palabras de Meiko: “Si no decides pronto... al final perderás algo muy importante para ti.” Tenía que detenerla cueste lo que cueste.
    Rin se encontraba a unos cuantos pasos de la entrada, sin embargo no tuvo más remedio que pararse. Len, al ver que se había detenido de repente, observó la causa; alguien a quien conocía perfectamente se interpuso en el camino de Rin.
    ¿Luka?
    Cuánto tiempo sin vernos, Len...
    Continuará...
     
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  17.  
    Rashel Vandald

    Rashel Vandald <3 <3 Felices fiestas. <3 <3

    Capricornio
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    ¿Luka? ¡No! ¡No puedes llegar en un momento de tal importancia para Len y Rin! ¡Me niego!
    ¡Ha! ¡No puede ser! Pero ya que, ya está ahí :3
    Espero que no sea un impedimento para el LenRin, si no yo misma la ------------

    Haa Len te aseguro que te arepentirás de no a ver seguido a Rin (creo ^^)
    Gracias por el aviso
     
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  18. ¡¡¡por fiiiiiiinnnnnnn!!!! que alegriaaa!! quiero saber que pasa... los nervios me estan matandooo!!! muy buena la continuacionnn!!!
     
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  19.  
    Mayu Rui

    Mayu Rui Guest

    Awww I LIKED!
    Me gusta mcuho tu fiic!
    Me inspiraste para un nuevo fic!
     
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  20.  
    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    4 Octubre 2011
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    189
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    ¡Odio la música!
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    16
     
    Palabras:
    5794
    Capítulo X — Las lágrimas ocultas en el dolor

    —¿Luka?
    —Cuánto tiempo sin vernos, Len...
    ¿¡Por qué!? ¿Por qué me dejas así, tan de repente?”
    No podemos estar juntos, lo siento...”
    —Es cierto, ¿cuánto tiempo fue desde que me dejaste plantado? ¿8 meses quizás? —dijo Len sarcásticamente y enojado, verla le incitaba a pirarse a cualquier sitio lejos de ella, de su ex-novia. El motivo por el que aún no lo había hecho es por cierta muchacha rubia bajo el nombre de Rin, todavía se comprometía a realizar lo que se propuso hace horas atrás.
    —Veo que aún sigues enfadado por lo que ocurrió en ese entonces —Luka permanecía indiferente, serena, sin embargo Len estaba a punto de explotar de la rabia—. ¿Mmm? ¿Quién es ella? ¿Tu novia? —preguntó mientras apuntaba con un dedo a Rin.
    Rin quería irse lo más lejos posible de allí y más sabiendo que pronto se iba a desatar una gran tormenta entre estos dos. Intentaba escabullirse silenciosamente, sin embargo Len pasó sus dos brazos por el cuello de la chica y la abrazó cariñosamente junto con una sonrisa dibujada en sus labios. Rin se ruborizó por su inesperado acto.
    —¿Quién sabe? Lo que sí que tengo claro es que ella es cien veces mejor que tú —afirmó el rubio con un tono juguetón.
    —¿QUÉ? —Rin sentía cómo su cara subía de temperatura. Miró por un momento a la chica, su mirada daba miedo.
    ¿Y por eso llegas a tal extremo como para engañarme con otro?”
    Pues sí...”
    —Siempre ha sido lo mismo, rompes con alguien y al día siguiente consigues otra novia nueva, olvidándote por completo de la anterior; siempre se repite la misma historia, una y otra y otra vez. Nunca has tenido una relación decente, nunca has podido amar. Todo lo has hecho para olvidar a tu primer amor. ¿Ahora qué, vas a jugar con ella como lo hiciste con las demás y conmigo?
    Cada palabra que pronunciaba la muchacha era como una estaca clavándose en su pecho. Desde siempre ha experimentado la soledad, la agonía de perder a sus seres queridos... Ella tenía razón, ni él ni nadie podría amar a alguien completamente en esas condiciones. Pero con Rin era diferente, la podía amar con todo su ser, sus sentimientos por ella era sinceros. Entretanto Rin se sentía triste; si eso era verdad, ¿él acaso la estaba engañando, jugando con ella? Realmente no quería saber la respuesta.
    —¿Y tú qué sabes acaso? ¿Cómo puedes juzgar que no la podría amar en serio? —No iba a permitir que ella se burlara de sus sentimientos, y mucho menos si se trataba de su amor por Rin.
    —Ahora ni nunca podrás amar, eso está hecho. No aprendiste lo que era amor.
    —¿Qué puedo hacer para que creas?
    —Convénceme. Prueba de que has aprendido a amar gracias a tu “novia”.
    —¿NOVIA? ¡Espera un momen...!
    No supo si fue por impulso u otra cosa pero con sus brazos rodeó la cara de Rin y se acercó a ella, no obstante, a tan solo unos pocos centímetros de posar sus labios con los suyos se detuvo. Él sentía ganas de besarla en esos momentos mas no deseaba que ella le odiara por el resto de su vida por tal tentación. Los dos se separaron, no se besaron realmente aunque desde la perspectiva de Luka si que lo aparentaba.
    —¿Qué tal? ¿Ahora me puedes creer?
    —Eres lo peor Len Kagamine —afirmó Luka bastante enfadada—. Intentar engañarme con este truco barato... Me compadezco de la próxima que se enamore de ti —Ella se fue, no sin antes susurrar algo que nadie escuchó—. ¿Cómo has cambiado tanto... Len?
    Dime por lo menos que es lo que ta hecho cambiar.”
    No me... interesas.”
    El silencio invadió por completo ese escenario, solamente se podía oír los susurros del viento. Rin estaba confundida, aún con los ojos abiertos de par en par. Su corazón latía a cien por hora, cada vez más y más rápido a medida de que su rostro adquiría un tono rojizo.
    —¿Por qué has hecho eso? —Fue lo único que pudo preguntar la chica por ahora, ganándose el silencio del rubio—. Contéstame de una vez, Len.
    Estaba harta de los silencios de Len, no paraba de ocultarle cosas. Esa sonrisa que aparecía en todos sus recuerdos había desaparecido de su rostro, como si de espuma se tratase.
    ¿Por qué tenemos que ser tan tercos?”
    —Len... ¿Estás bien? —Se acercó a él y extendió el brazo para tocar su rostro. Él se limitó a rechazarlo fuertemente, golpeando su mano y dañando así a la rubia. Sentía un inmenso odio hacía él mismo.
    —Déjame solo —pidió cabizbajo. Rin en cambio ignoró su demanda.
    —Len, déjame ayudarte. Cuéntame que es lo que te pa...
    —¿¡Y TÚ ACASO LO HACES!? —No podía aguantarlo más. Era incapaz de detener sus gritos. Que ella fuera la que dijera eso, aún sabiendo que en el domingo anterior no pudo confiar en él, sus problemas, sus preocupaciones... No le dijo absolutamente nada. ¿Y encima quería que le contara los suyos? —. ¡No me hagas reír!
    —¡Es verdad que no lo hago pero...!
    —¡Déjame tranquilo! ¡Fui un estúpido al pensar que todo volvería como antes, como hace seis años! —Tenía que detener esa inútil pelea mas la furia lo impulsaba a seguir—. ¡No te entrometas más en mi vida! ¡Tú...!
    Sin embargo fue detenido gracias a la fuerte y sonora bofetada de la rubia, cayendo así estrepitosamente al suelo. Estaba a punto de replicarle pero no pudo, ver cómo sus lágrimas caían por sus mejillas le impedía seguir. Entonces se dio cuenta de la catástrofe que había causado, había herido a la persona que más amaba.
    —¿¡Y ACASO TÚ SABES TODO LO QUE HE TENIDO QUE PASAR!? ¡Claro como no te importo lo más mínimo! ¡Sólo me utilizaste para darle celos a tu ex-novia! —Las irónicas palabras de Rin cada vez sonaban más y más frágiles por cada lágrima que ésta derramaba—. Yo realmente no te importo lo más mínimo... sólo me utilizas para entretenerte...
    Sin poder decir ninguna palabra más, se marchó corriendo del parque distanciándose lo máximo posible de éste, de Len y de cualquier conocido suyo. Al alejarse lo suficientemente del parque, no pudo mantenerse en pie por más tiempo por lo que cayó al suelo, arrodillada y llorando desconsoladamente en la desierta carretera. Por muchas lágrimas que derramara, aún sentía su aroma, ese estremecimiento que sintió cuando la abrazó y rozaron sus pieles pero, sobre todo, aún sentía cómo su corazón latía a mil por hora.
    —Len, eres tonto... —dijo ella secándose las lágrimas en vano.
    Entretanto Len seguía sentado en la misma postura, tocándose el lugar en donde ella le había dado la bofetada.
    —Rin... Mis sentimientos por ti no son mentira... —garantizó él, soltando varias lágrimas de sus ojos.
    Cogió una de ellas con el dedo y lo lamió; estaba salada. Los dos, aunque se encontraban separados uno del otro, alzaron su vista hacia el cielo estrellado y pensaron:
    ¿Por qué somos tan tercos?



    Al día siguiente, Rin se encontraba mucho peor en comparación a ayer. Cuando recién llegó a su casa y su hermana la vio en ese estado tan lamentable, inmediatamente la empezó a interrogar sobre lo ocurrido mas la menor se quedó callada; sólo dijo que se peleó con alguien y punto.
    Realmente deseaba quedarse en casa pero no deseaba seguir preocupando a su hermana. Miku se había ido temprano al colegio ya que tenía algunos asuntos que hacer allí, según lo que escribió en un e-mail que recibió minutos después que el de Len. Era lo mejor, no tenía ganas de encontrarse con alguna de sus amigas.
    Al llegar, se encontró a un gran grupo de personas enfrente de la entrada, específicamente las fans de Len. Trató de escabullirse entre la multitud sin embargo se chocó con la persona que menos quería ver.
    —Buenos días, Rin —Sonrió Len como lo hacía normalmente, la única diferencia era que tenía una tirita en su cara.
    —...Buenos días. ¿Qué es lo que...? —Ella señaló su cara espantada, ¿acaso ayer le dio tan fuerte como para ponerse una tirita que le ocupaba casi toda la mejilla?
    —Ah, ¿esto...? —Se señaló su cara—. Esto me lo hice porque al parecer ayer “alguien” me dio una bofetada —dijo enfatizando la palabra alguien, haciendo que Rin se afligiera más de lo que estaba.
    —¡Pobrecito Len! —gritó una de sus admiradoras.
    —¡Se va a enterar la persona que te hizo eso! —bramó otra de sus fans.
    Todos estaban de su lado omitiendo a algunos chicos que pasaban olímpicamente del tema. Como la cosa iba a peor, salió del mogollón de personas y se adentró en la escuela en dirección hacia su clase, se sentó, sacó los libros y se puso sus auriculares para empezar a escuchar música desde su iPod blanco. Siempre la tranquilizaba, ignorando todo rastro de alboroto en su mente.
    —¡Hola Rin! —saludó Gumi de forma entusiasta. Rin sólo la ignoraba, centrándose en la música que escuchaba y mirando sin un punto fijo.
    —¿Rin, todavía sigues aquí? —bromeó Kaiko mientras movía su mano delante suya. No respondía—. Gumi llama a la ambulancia que se nos ha muerto.
    —¿Quién es la que está muerta? —cuestionó la rubia volviendo en sí y sacándose uno de los auriculares.
    —¡Oh, su excelencia ha vuelto en sí! —se burló esta vez Miku que acababa de llegar.
    —¿Rin, ocurre algo?
    Por lo preocupadas que estaban era mejor contárselo, estaba ocultando demasiadas cosas a sus amigas. Ellas fueron las primeras personas que se acercaron a ella cuando llegó a Tokio hace aproximadamente dos años y medio; eran una de las mejores cosas que merecía la pena vivir, ya que gracias a ellas consiguió muchos buenos recuerdos.
    Sin ninguna excusa para evitarlas, les contó al detalle lo que ocurrió ayer.
    —¡Lo que ha hecho es horrible! —exclamó Miku molesta con el Kagamine.
    —¿A que sí? Yo no le importo nada...
    —¿Eh? ¿No habré escuchado lo que creo que he escuchado, no? —La sonrisa pícara de Gumi le indicaba un mal presentimiento sobre ello.
    —Es cierto —prosiguió Miku, siguiéndole el juego—. ¿Desde cuándo te importa lo que Len piense sobre ti? ¿Acaso no lo odiabas?
    Era cierto, a principio de curso casi no podía soportar verlo a la cara, lo aborrecía completamente. Pero, si todavía sigue odiándolo, ¿por qué últimamente sólo puede pensar en Len? ¿Por qué se pone tan nerviosa cuando está cerca suya?
    —¿No será que te está empezando a gustar? —¿Amar a alguien a quien odias? Ella nunca lo creyó posible, estas sensaciones la volvían loca. Su mente quedó en blanco y sin percatarse empezó a hablar.
    —¿Gustarme, a mí? ¡No me hagas reír! —alzó la voz, ganándose la atención de los que se encontraban en la sala—. ¿Cómo me va a gustar un tipejo como ese? Es mas, ¡no sabéis cuánto le odio! ¡Odio a Len Kagamine! ¿Entendido?
    Todos la miraban fijamente, unos asombrados al ver cómo la tranquila Rin perdía los nervios y otros la miraban con desprecio, sobre todo el club de fans del rubio. Pero al ver que sus amigas señalaban detrás suya con cara de espanto no pudo evitar girarse, encontrándose con la persona que menos quería que escuchara esa confesión. Sí, Len Kagamine se hallaba detrás suya.
    Nadie decía nada, sólo observaban horrorizados la mueca que haría Len, sin embargo se mostraba apático con todos, como si no hubiera escuchado la declaración de la Utane. Él simplemente se sentó en su asiento. Entretanto las tres chicas la arrastraron a la otra punta de la clase.
    —Oye Rin, deberías de aclarar el malentendido.
    —¡Es cierto! —asintió su mejor amiga—. Si sigues así al final lo perderás...
    —No me importa —mintió—, lo que él piense de mí no tiene nada que ver conmigo.
    Era la mayor mentira que había contado en su vida; se arrepentía de ello pero, ya no podía retractarse de algo que ha salido de su propia boca. Era igual de orgullosa que Len.
    Se marchó, se sentó y volvió a encender su iPod. Los ojos azules de Len se clavaban en su espalda mas ella lo ignoraba. No le gustaba mentir y menos herir a las personas pero, si con ello se alejaba del rubio así lo haría. Tenía que pensar en profundidad sobre sus sentimientos.
    —Atención estudiantes —La voz provenía del altavoz—, reuníos en el pabellón oeste en cinco minutos, repito, atención estudiantes, reuníos en el...
    —¿Habéis oído eso?
    —Sí... ¿Qué será?
    Haciendo caso de las indicaciones, todo el mundo se dirigió hacia el pabellón oeste. Los murmullos de los alumnos resonaban por todo el edificio. Todo el mundo se calló cuando apareció el director, un hombre elegante y gracioso pero a la vez severo cuando la situación lo requería. Se aclaró la garganta y empezó a hablar:
    —Bueno, os he reunido aquí para daros dos buenas noticias.
    —¿Buenas noticias? —soltó un alumno de primer año seguido de los cuchicheos de los demás.
    —¡Silencio! —gritó uno de los profesores. Los demás obedecieron.
    —En primer lugar os quiero presentar al nuevo profesor de música. Por favor suba al escena...
    Pero fue demasiado tarde, él ya había subido al escenario y le había arrebatado el micrófono de sus manos. Todos miraban fijamente al hombre, pensaban que estaba chiflado por faltarle el respeto a la máxima autoridad de la institución mas él seguía impasible mientras fumaba el cigarrillo que poseía en sus labios.
    —Un, dos, tres... ¿Funciona? Bueno da igual. ¡Oídme mocosos! —gritó haciendo que el micrófono emitiera un sonido desagradable para los oídos de todos— Hoy...
    —Disculpe un momento... —interrumpió uno de los profesores—. ¿Puede hacer el favor de bajar un poco el tono de voz por favor? Nos duelen los oídos... —Los demás profesores asintieron enojados—. Ah, y tampoco se puede fumar dentro del establecimiento. —De mala gana, tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó.
    —Bueno —prosiguió—, desde hoy seré el profesor de música, espero que nos llevemos bien, me llamo Dell Honne, bla bla bla... Y no os penséis que voy a ser blandos con vosotros. Eso es todo. ¡Ah! Para los de la clase de 2-A, les diré que a partir de hoy seré vuestro nuevo tutor. Si no hay más que decir...
    —Director, ¿seguro que él va ser el nuevo profesor de música? Podría ser una mala influencia para los estudiantes... —susurró el secretario mientras observaba cómo el profesor avanzaba a medida que los alumnos se apartaban.
    —No se preocupe, es un buen conocido mío, sé de lo que hago. ¡Bueno —reanudó el director dirigiéndose a los oyentes—, la segunda noticia es que para el próximo año se celebrará un evento que podría cambiar vuestras vidas! Su nombre es el “Festival Estelar”, F.E. para acortar porque brillaréis como estrellas. Es una especie de audición; por parejas cantaréis una canción creada por vosotros y la pareja ganadora recibirá un debut inmediato. El que quiera apuntarse puede hacerlo en el tablón de anuncios, sin embargo no podrán retractarse una vez apuntados. El plazo es hasta principios de Noviembre. Y recordarlo siempre, no importa cuan lejos esté vuestra estrella, al final seréis capaces de atraparla, a esa lejana y brillante estrella que siempre observasteis. Vuestros sueños algún día se harán realidad. ¡Buena suerte a todo el mundo!
    —¿Has oído eso Rin? ¡Debut inmediato! ¡Me voy a apuntar como sea! —gritaba su amiga con emoción.
    —Pero, ¿no es un poco extraño que hayan puesto un plazo demasiado largo? Aún faltan seis meses —razonó Kaiko.
    —Tienes razón —asintió la de verde—, hoy estamos a 7 de abril. ¡Da igual, así tenemos más tiempo para pensarlo! ¿Por qué no te apuntas tú también Rin?
    Sin embargo esa pregunta se cargó todo el buen ambiente que había entre ellas. Inmediatamente regresaron esos borrosos e incompletos recuerdos, aquellos que aparecían algunas veces en sus sueños. No podía parar de sudar y sentía que iba a desfallecer.
    —¿Rin te encuentras bien? Estás pálida, ¿quieres ir a la enfermería? —Rin delicadamente apartó a un lado la mano que le tendían sus amigas.
    —E-Estoy bien... Sólo... he recordado algo, nada más.
    Las tres conocían el motivo por el que dejó de cantar hasta tal punto que ella lo aborrecía totalmente. Fue doloroso el verla llorar en esos tiempos, apenas podían escuchar su voz cantar desde entonces.
    Ojalá Rin volviera a amar la música.
    Ya en clase de música, Dell por intentar ser más amable con sus nuevos alumnos contestaría a todas las preguntas que le proporcionaran. Eso fue peor de lo que esperaba ya que tan pronto como lo sugirió casi todas las chicas se abalanzaron hacia el profesor por extraño que parezca.
    —¡Profesor! ¿Cuántos años tiene? —preguntó una chica de la clase.
    —Treinta.
    —¿Eh? Aparenta menos de lo que es —añadió otra.
    —¿Tiene novia?
    —No —Mientras Dell era asfixiado por la avalancha de preguntas, los chicos le miraban celosos.
    —¿Cómo se pueden fijar en alguien que da tanto miedo? —susurró uno de ellos. Era verdad, sus ojos rojizos le daban un toque tenebroso pero no daba tanto miedo como aparentaba, por algún motivo transmitía calidez a la atmósfera.
    —Le he escuchado —replicó Dell—. Y todas vosotras sentaos de una vez, hay que empezar la clase. Bien, para empezar querría que todos y cada uno de vosotros cantará una canción, cualquiera me vale, con el fin de conocer vuestras voces.
    Rin sentía que el mundo se le echaba encima, ¿cantar? ¡Simplemente no podía! Era incapaz de hacerlo sin recordar los malos recuerdos, lo que antes era su mayor sueño ahora era su mayor pesadilla. Tratando de buscar una excusa para librarse de ello, sin resultado alguno llegó su turno.
    —Utane —llamó el profesor—, he oído que usted canta bastante bien, ¿podrías deleitarnos con tu voz?
    Los recuerdos volvían otra vez, no paraba de temblar y notaba cómo las miradas curiosas de sus compañeros se clavaban en su espalda junto a varios comentarios como “Hace tiempo que no la escucho...” o “¿Cuánto tiempo habrá pasado?”. Deseaba desaparecer en ese momento.
    —Profesor —intervino Miku—, ella no puede cantar —admitió por fin ella ganándose los susurros de la gente.
    —¿Por qué si se puede saber? No tiene problema alguno con su voz, ¿qué tiene de malo?
    —¡Pero ella...! —Gumi tuvo que intervenir, no podía quedarse más tiempo ahí sin hacer nada.
    —Siéntese, estoy hablando con su compañera Hatsune —ella se limitó a obedecer enojada—. Y bien, acláreme esto de que ella no puede cantar porque ni yo ni sus compañeros parecen entenderlo.
    —Bu-bueno... Eso es porque... —No sabía que hacer, la situación era insoportable.
    —Vamos —insistió—, que todos lo escuchen perfectamente.
    —Miku... ¿Eh? Me siento... muy pesada... y mareada... Todo da vueltas... —Rin, sin poder soportarlo más, sus sentidos la abandonaron y se desmayó enfrente de todos.
    Sin duda hoy no era el mejor día para Rin Utane.


    —¿Dónde... estoy?
    —¡RIN! ¡Rin! ¿Estás bien? ¿No te duele nada? ¡Menos mal! —Tan pronto como ella volvió a estar consciente es abrazada fuertemente por Miku. La abrazaba tan bruscamente que le faltaba el aire.
    —Suéltala Miku, no queremos que la asfixies —Era cierto, casi se veía que adquiría un color morado y aumentando.
    —Lo siento... —Se disculpó mientras rompía el abrazo.
    —¿Qué ha pasado?
    —Te desmayaste durante la clase —respondió la enfermera—, al parecer no has comido últimamente, ¿cierto? Y tus ojeras denotan cansancio, deberías de descansar un rato más.
    —Lo haré —La enfermera se fue del lugar.
    —Pero realmente fue sorprendente —confesó Kaiko—. No todos los días el chico más famoso de la escuela te carga hacia la enfermería. ¡Deberías de haber visto sus caras! ¡Se habían quedado en shock!
    —¿Qué? —Rin no comprendía lo que estaba pasando.
    —Verás —Continuó Miku—, cuando te desmayaste, Len se levantó rápidamente de su asiento y te llevó como a una princesa a la enfermería, lucía como un príncipe de verdad. Antes, cuando vine para ver cómo estabas me encontré con él; dice que quiere verte en el jardín de la escuela hoy por la tarde al acabar las clases. Tiene algo que decirte.
    —No... Le he dicho cosas horribles, seguro que me odia...
    —¡Eso no es cierto! —afirmó—. Estoy segura de que él no te odia sólo por decirle eso, ya sabes que es bastante cabezota.
    —Es cierto —Rió la rubia.
    —Así que ve, todo saldrá bien. Estoy segura de que lo arreglaréis.
    —Muchas gracias amigas.
    Las tres regresaron seguida de Rin descansada completamente y prosiguieron con las clases. Todas y cada una de ellas tan aburridas que sus ojos se abrían y se cerraban constantemente. Ya en la última hora, el timbre sonó.
    —¡Por fin! —Se estiraba Rin aliviada.
    —¡Vamos, rápido! —insistió Miku, la cogió del brazo y la arrastró en dirección al lugar acordado. ¿A qué venía tanta prisa?
    Al final optó por seguir a pie sin ser arrastrada por su amiga por lo que se soltó y siguió su camino junto a ella. Había mucha gente alrededor, las chicas intentando averiguar la causa de ese desorden se encontraron con cierta cabellera rubia subido encima de un banco del jardín —y quién sabe cómo lo ha conseguido sin que protestaran los profesores— sujetando un micrófono en su mano.
    En cambio éste al localizar a Rin entre el público, le dedicó una sonrisa, hizo que la música empezara a sonar desde quien sabe dónde y comenzó a cantar. Rin reconocería esa canción en cualquier parte, era la primera canción que escuchó de él después de tanto tiempo, la que escuchó hace tres meses en aquella audición.
    —“Fire Flower”... —musitó Rin.
    No había cambiado nada, esa voz que consideraba tan hermosa, tan perfecta, tan... especial... El verlo cantar le impulsaba a subir y cantar junto a él. Dio un paso hacia delante pero entonces el miedo se apoderó de ella; por culpa de la música, su madre y su hermano están...
    De repente sintió una cálida sensación recorrer su mano y sin darse cuenta de lo sucedido, Len estaba a su lado, subidos en el banco y agarrándola de la mano. ¿En qué momento dejó de cantar y la arrastró a su “escenario”?
    —Rin, ¿cantarás conmigo? —Las miradas del público se centraban en ella, tenía miedo... Mucho miedo...
    —No puedo, lo siento... yo... —Estaba al borde de las lágrimas, iba a salir corriendo mas Len la detuvo. Percibía la suave mano de Len encima de la suya, agarrándola delicadamente.
    —No te preocupes Rin, todo saldrá bien. Si alguno de ellos se ríe, yo me encargaré de ellos personalmente, al fin y al cabo... seré yo el que te proteja —susurró el Kagamine sin que nadie más le oyera—. Yo te protegeré.
    —Len...
    —¿Cantarás a mi lado? —preguntó extendiéndole otro micrófono.
    —Sí. —Asintió ella mientras agarraba el objeto.
    Al principio Miku estaba preocupada pero poco a poco se tranquilizó al escuchar la canción que Len escogió: “Gemini”.
    Aun cuando nosotros dos
    somos seres aparte
    somos los lados de la señal
    que esta en el cielo
    El público se quedó pasmado al escuchar cómo los dos cantaban al unísono. Los hipnotizaban completamente. Eran el dúo perfecto.
    Me desperté a las dos de la mañana
    y sentí miedo
    tuve un mal sueño
    Me encuentro sola y estoy temblando
    a alguien... a alguien...
    ayuda, por favor...
    Muchos de ellos se preguntaban desde cuando Rin poseía una voz tan dulce. En cambio Rin se extrañaba de su voz, su voz no era así... ¿Acaso es por Len? Esos sentimientos confusos volvieron.
    La mañana es helada
    y la tarde extenuante
    unidos por esta canción
    es nuestra conexión
    Al mirar hacia tras me veo sola
    parece lejano
    del lugar que vengo
    Y todavía de noche desvanezco
    a alguien... a alguien...
    responda por favor...
    Miku no paraba de sonreír en ningún momento, feliz por su amiga. Entretanto, cierto profesor se escondía detrás de los árboles satisfecho y fumando otro de sus cigarrillos.
    Y no tienes que llorar
    cuando te encuentres solo
    aclara tus oídos y oye, oye mi voz
    —Parece que las cosas se están poniendo interesantes... —musitó Dell antes de abandonar el lugar.
    Aun cuando haya tormenta
    aun si todo esta oscuro
    es la tierra quien girara para nosotros dos
    Aunque perdí el camino
    me siento muy ansioso
    cierra tus ojos y siente...
    siente mi pulso
    Len no paraba de mirarla una y otra vez pero no podía evitarlo, tanto él como ella deseaban cantar eternamente aunque sabían que era imposible.
    Resueno mediodía
    la noche es nostálgica
    encima del cielo
    géminis nos logra atraer
    Somos gemelos unidos...

    Al finalizar la canción todo el mundo aplaudían maravillados. La felicidad que Rin sentía en esos momentos eran infinitos, y todo gracias a Len. Tal vez si podría volver a recuperar su antiguo amor por la música, después de todo, estando a su lado ha podido dar un gran paso hacia el cambio.
    —Rin... —llamó el rubio. Ella se volteó—. ¿Aceptarías... ser mi pareja para el Festival Estelar?
    Rin no creía lo que estaba escuchando. ¿Le estaba pidiendo ser su pareja? Le debía mucho pero, todavía no era el momento... Aún tenía que resolver varias cosas consigo misma, pero no quería desilusionarlo, no después de todo lo que ha hecho por ella.
    —Len... Yo... —Su respuesta fue interrumpida tanto por los halagos de unos como las quejas de otros por esa proposición.
    —¡Habéis estado geniales! —gritó una de primer año.
    —¿QUÉ? ¡Len, no! ¡Mejor escógeme a mi! —chillaba otra del montón.
    —Qué pesadas... Lo único que podemos hacer es... ¡correr!
    Agarró otra vez su mano y por tercera vez corrió contra su voluntad. Huyendo de todos, siguieron corriendo hasta llegar al mismo parque de ayer. ¿Acaso él sólo conocía ese lugar o qué?
    —Bueno, aquí no nos molestarán.
    —¿Por qué has hecho todo esto? ¿Y por qué yo? Hay personas mejores con los que puedes hacer pareja...
    —No podía dejar las cosas así como así, por eso cuando me crucé con Miku le pedí consejos ya que ella es tu mejor amiga.
    Miku, ¿así que fuiste tú el que planeó todo esto? —pensó, mañana tendrían una charla bastante larga.
    —Y sobre lo otro, es porque quiero que tú seas mi pareja. No aceptaré a otro que no seas tú.
    Rin estaba feliz de que le respetara tanto... tenía que ser clara con ello. Aún no era el momento.
    —Len... ¿Me podrías dejar un poco más de tiempo para pensarlo? Todavía no estoy muy segura de ello y además, aún tengo que resolver cosas conmigo misma. Pero sin duda yo... seré tu pareja, lo intuyo, sólo necesito tiempo para pensarlo.
    —Si esa ha sido tu decisión, lo aceptaré. Espero que ese día llegue pronto —rió el rubio.
    Esa gentileza la extrañaba tanto... Si él iba a ser tan amable con ella, lo mejor era contarle la verdad. El motivo por el que empezó a odiar la música.
    —Len, ayer me preguntaste por Rinto, ¿cierto?
    —Si pero... No te fuerces a decírmelo si no quieres. Me debería de disculpar por ser tan terco, yo también tengo cosas que aún no te he contado.
    —No te preocupes, quiero decírtelo. ¿Me acompañarás?
    Len asintió. Los dos emprendieron su camino nuevamente. Len era guiado por la Utane sin saber a dónde iban exactamente. ¿Por fin conocería la verdad tras ese cambio? Entraron en un gran edificio blanco en el que arriba de la entrada había un gran cartel que ponía: “Hospital”.
    Silenciosamente, subieron por el ascensor y, después de pasar por varias puertas semejantes a la que tenían delante, llegaron a su destino. Rin abrió la puerta con sus temblorosos dedos. Cuando Len entró, no pudo evitar sorprenderse por la persona que se encontraba hospitalizada en esa habitación.
    Era el hermano de Rin, Rinto Utane.

    Continuará...
     
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